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La fertilidad de la miseria

Hay obras que deberían venir con una advertencia, como los álbumes de Adele, que por ejemplo deberían decir: “Escúchese después de borrar todos los números de sus ex, en un día soleado”. Pasé un día entero escuchando 25, su producción más reciente, y en las canciones encontré algunas ideas que ya he escuchado antes de ella, como ese sentimiento de extrañar a alguien que no está; y otras nuevas, como el desearle una mejor suerte.

Más allá de las canciones de la artista británica que se caracterizan por tener una nota de despecho y añoranza, siempre ha existido toda una movida dentro del mundo de las artes que se conecta con la creación desde la tristeza, la desesperanza. ¿Qué sería de Romeo y Julieta sin su trágico suicidio? ¿Harry Potter sería el personaje que tenemos hoy en día en el imaginario popular sin la muerte de sus padres? Y ni hablar de la decisión de Sophie, salvar a uno de sus hijos; o de los ancianos de The Notebook que mueren juntos; o de Dante y su travesía por el infierno… Pareciese que las obras que nos resultan más memorables están signadas por lo trágico. ¿Es acaso la miseria humana el terreno más fértil para sembrar las ideas? Incluso cuando se miran con atención las comedias, en realidad son situaciones penosas a las que se les saca el lado gracioso. Alguna vez alguien me dijo que todas las profesiones se tratan de vivir de la miseria del otro, y no dejo de pensar en eso en este momento.

Pienso que la miseria es tan productiva por tres razones. La primera es que da para todo y todos, desde el más pequeño hasta el más viejo ha tenido que pasar por alguna situación desagradable, partiendo del hambre sin saciar del recién nacido hasta el enfrentamiento con la muerte de los más ancianos. Pareciese que la vida es una pena eterna y que por eso podemos relacionarnos y dejarnos afectar tan fácil por este tipo de historias.

La segunda es por el puro morbo de ver el sufrimiento ajeno de una manera que socialmente es permitida. Si alguien se cae en la calle y nos reímos, podemos ser vistos como malas personas; pero si lo hacemos en un capítulo de Los Tres Chiflado, nadie nos diría nada.

La tercera es porque es entretenido. Seamos sinceros, a nadie le interesaría una historia sobre alguien feliz que tiene un trabajo de 8 a 5 y es completamente rutinario.

Los artistas cuando tienen una historia entre manos, bien sea que la cuenten con música, imágenes o palabras, juegan a ser dioses con una pequeña granja de hormigas. Se convierten en seres omnipotentes con un poder ilimitado, y pueden hacer lo que se les antoje porque la imaginación no tiene límites.

Hasta este punto, pareciese que todo en la vida es desdicha y disfrute del mal ajeno, pero hay una luz al final de este túnel. Lo triste se nos hace hermoso porque nos conlleva a un aprendizaje, a saber que tiempos mejores vendrán. Nadie aprende a través de la experiencia ajena pero por medio de la producción artística podemos ser empáticos, y lograr eso que considero que es una de las metas de la humanidad: conectarnos con el otro profundamente, viendo el mundo con sus ojos como si estuviesen en el lugar de los nuestros.

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