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La explosión en Tlalnepantla de la que no nos enteramos

Llegando de la redacción le conté a mi papá que no estaba enterado de que hacía unas décadas, un año antes del temblor del 85, ocurrió una explosión en el Estado de México que dejó 500 muertos. Fue en el sexenio de Miguel de la Madrid y causó revuelo. Como con todas las tragedias pasadas antes de las redes sociales, me dio la impresión que los muertos se rodearon de silencio. Uno no puede confiar en las cifras negligentes.

Mi papá dijo que si bien no la vivió, fue duro porque compañeros de su escuela, la Vocacional, llegaron a la preparatoria contando que el hecho había sucedido en la madrugada. Uno de sus compañeros les contó que la cosa fue dantesca. Un hongo como el de Hiroshima se alzó sobre el pueblo de Tlalnepantla. La gente salió desnuda a la calle, envuelta en fuego.

Vi las fotos: la gente se sentaba en las calles, con caminos de piel tras de sí. Familias enteras, cuerpos de todos los tamaños, y las casas, incendiadas, como en un campo de guerra.

Recargado en la puerta, antes de entrar a mi cuarto, mi papá me contó que su compañero vio a los caballos de los ranchos cercanos. Dijo que algunos de esos animales habían muerto calcinados de inmediato, que sólo quedaron algo así como pedazos de carne negra que despedían un olor lógico, pero no por ello menos perturbador. El amigo anónimo pudo ver a los pocos sobrevivientes también: los pobres cerraban y abrían los ojos, ahí tirados, calcinados en vida y esperando en las próximas horas la muerte. En una época con pocas consideraciones para los animales, se estruja el corazón.

Mi papá me dijo también que en esos años habían pasado más cosas. En Guadalajara las despachadoras de gasolina dejaban caer el combustible en las coladeras y en un momento se juntó tanto infierno contenido, que de la nada se prendió todo. Las coladeras, en serie, empezaron a explotar, una a una, una a una, hasta que lo que quedó fue más muerte, más muertos, y otra historia que los millennials no sabíamos. Según los registros, tal vez 700 personas perdieron la vida en esa negligencia en 1992 (un año antes de que yo naciera).

Cabe preguntarse cómo la gente podía vivir siendo tan vulnerable ante los encubrimientos del gobierno.

También pensé, un poco entrado en el tema, que la historia con desastres que involucran fuego es común en México así como los actos heróicos de algunas personas. Desde la Guardería ABC y el Héroe de Nacozari, quien entró sin protección a sacar a los niños, hasta el sacrificio de Gonzalo Miguel Rivas Cámara, quien salvó tantas vidas de las llamas (menos la suya) y quien recibió la Medalla Belisario Domínguez, póstuma y compartida con figuras como Miguel Ángel Granados Chapa y Carlos Fuentes.

A ver cuándo dejarán de ser necesarios los héroes.

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