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Gustavo Ferrari Wolfenson

La espía que no me amó

No habían pasado 48 horas desde mi arribo a La Habana como diplomático acreditado en Cuba, aquel agosto de 1977, cuando el mayordomo de la residencia de la Embajada argentina, me informó que me llamaban por teléfono. Pensando que eran mis padres que querían saber cómo había sido mi llegada, me dispuse a responder rápidamente. Mi sorpresa se hizo mayor cuando del otro lado de la línea, no escuché la voz de mi familia, sino la de una persona que, con una voz muy sexy y un tono muy cadencioso, me daba la bienvenida a la capital revolucionaria de la América latina.

Su diálogo amable no se hizo esperar, me contó que mi antecesor en la embajada, le había hecho saber de la próxima llegada de un funcionario, joven, soltero y con ganas de pasarla bien. Sigió diciéndome que quería conocerme, que esperaba que nos viéramos pronto y que ella se ofrecía a presentarme gente, salir a pasear por los rincones de la isla, ser buenos amigos y que su nombre era Lili del Cuadro. Con la gentileza propia de mi cargo diplomático agradecí su llamado, invitación y que una vez acomodado en mi domicilio, nos pondríamos en contacto para vernos.

Debo confesar que ese llamado me sacó de onda, como dirían ahora los jóvenes. ¿Cómo sabía de mi llegada, cómo sabía mi teléfono y cómo estaba al tanto de mis tiempos y de cuáles serían mis obligaciones laborales?. Con esa intriga propia de una película de James Bond, fui a ver a la mañana siguiente a mi embajador y le relaté el llamado y la conversación que tuve la noche anterior con mi especial anfitriona. Pancho Molina Salas, un diplomático de ley, lamentablemente fallecido muy joven, me miró fijamente, encendió su cigarrillo y con una sonrisa en sus labios solo atinó a decir: “te la mandó la seguridad cubana para probarte”, “está en vos saber que vas a hacer al respecto pero si te la querés o te quiere llevar a la cama, nunca te la vas a sacar de encima y tendrás problemas: dale Flit” (nombre de un insecticida   utilizado comúnmente como expresión para alejar a una persona).

Desde Mata Hari, la espía más famosa que fue condenada a muerte por traición, se han formado toda clase de historias acerca de las mujeres espías quienes usan armas de seducción que nunca dejan de funcionar. Hari  se encargó de  llevar y traer información de ambos bandos durante la Primera Guerra Mundial, al ser amante de los altos oficiales. Como ella muchas espías han usado su belleza para divulgar información delicada. Las mujeres espías pueden usar sus encantos femeninos para engañar a hombres influyentes que les dan información confidencial de la manera más ingenua.

En la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la organización de espionaje más famosa del mundo, tres de cada cuatro espías son mujeres, algo inaudito en un lugar ocupado históricamente por hombres. Seis de los 26 sospechosos por el asesinato del alto funcionario de Hamas Mahmud al Mabhuh el pasado enero en Dubai son jóvenes y atractivas mujeres. El servicio secreto extranjero israelí, el Mossad, al que las autoridades del Emirato Árabe acusan directamente del espectacular asesinato, es conocido por el empleo de mujeres como señuelo para atraer a sus víctimas.

Nunca conocí a Lili del Cuadro. Nuestra siguiente conversación telefónica fue simplemente para saludarnos, estar pendiente de un futuro encuentro y la imposibilidad de vernos de inmediato por la intensidad propia de las labores que llegaba a cumplir. Sabía que ese “hasta luego” de despedida, sin conocer un número donde ubicarla, significaba un adiós y un “no cayó en mis garras”. Con el tiempo conocí muchos colegas diplomáticos que habían recibido de bienvenida el mismo llamado de Lili. Como buen caballero jamás les pregunté qué siguió después.

Debo reconocer que los años que me desempeñé como diplomático en Cuba no sólo fueron un ejercicio permanente de aprendizaje internacional, sino también una influencia importante de lo que sería mi posterior formación y desempeño profesional. No hice votos de abstinencia pero si de precaución, ya que uno nunca sabía si ese tan dulce “eres el único en mi vida”, que podía retumbar en el oído, era un mensaje del corazón o de la seguridad de estado que permanentemente enviaba una pollera como prueba de amor para medir el “comportamiento y tentación capitalista en una sociedad socialista”.

Va entonces el recuerdo a Lili del Cuadro, que en este caso, contradiciendo a Ian Fleming, fue la “Espía que no me Amó”.

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