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Toni García Arias
Toni García Arias - ViceVersa Magazine

La España de las mil banderas

No sé si recordarán la noticia. El pasado 17 de febrero, la cantante Marta Sánchez, al final de su espectáculo en el que celebraba sus 30 años de carrera en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, sorprendió a todos los asistentes cantando su versión del himno de España con una letra compuesta por ella misma. Su actuación fue tan polémica que levantó una respuesta inmediata a favor y en contra en las redes sociales y en los medios de comunicación. Pues bien: esta semana, en la plataforma llamada España ciudadana presentada por Ciudadanos, Marta Sánchez se volvió a subir al escenario y volvió a cantar su versión del himno.

Lógicamente, no voy a hablarles en este artículo de la más que discutible calidad literaria de la letra del himno -si es que la tuviera-, ni tampoco de la intencionalidad de la cantante al hacerlo, asunto que no tengo muy claro. En este artículo, voy a hablarles de aquellos que critican a la cantante porque, según afirman, “lo importante para amar a tu país y sentirse patriota no son los himnos ni las banderas”.

Todos los que me conocen saben que no tengo mucho de monárquico. Y de nacionalista español, menos. Sin embargo, no me gusta que me manipulen, ni siquiera los más cercanos a mí ideológicamente, y odio a aquellos que critican en los demás lo que ellos mismos hacen y defienden. Puede que sea cierto; para amar a un país no hacen falta ni himnos ni banderas. Sin embargo, esa frase tan crítica con los himnos y las banderas la dicen muchas personas que -curiosamente- llevan una pulsera con la bandera republicana en la muñeca. O que la cuelgan en el balcón de sus casas. O que la lucen en toda manifestación a la que acuden. También, curiosamente, esa frase la dicen muchas personas que cantan una determinada canción cargada de simbología política al principio de un mitin. O que levantan el puño al final del mismo. La dicen también personas que se envuelven en la bandera gay mientras bailan alegremente desfilando por la Gran Vía. La dicen personas que inundan un partido de fútbol, un partido de baloncesto o un partido de tenis de miles de banderas catalanas independentistas. La dicen personas que besan el escudo de su equipo de fútbol más que a su pareja. La dicen personas que se ponen una camiseta del Athletic de Bilbao y se van a dormir con ella. La dicen personas que se rompen las cuerdas vocales cantando el himno del Atlético de Madrid.

En realidad, ¿qué diferencia existe entre aquellos que llevan una bandera española y aquellos que llevan una bandera republicana? ¿Aman más a España los republicanos que los monárquicos por tener una bandera con una raya de otro color? ¿Acaso es mejor persona un republicano que un monárquico? ¿Es mejor padre o mejor hijo? ¿Es más inteligente una persona que lleva la bandera gay que aquella que lleva la bandera del Betis? ¿Qué diferencia hay entre aquel que se pone de pie cuando suena el himno de su equipo que aquel que se pone de pie cuando suena el himno de España?¿Es mejor aquel que inunda un estadio de banderas independentistas que aquel que la inunda de banderas españolas? ¿Acaso la ideología extrema que representa el puño en alto no ha matado a lo largo y ancho del planeta a seres inocentes como lo ha hecho la ideología extrema de la mano alzada?

Los seres humanos somos seres sociales y seres grupales, y –al final- siempre intentamos identificarnos con un escudo, con un himno y con una bandera que nos represente a todos los que pertenecemos a un determinado grupo.Lo hacemos desde pequeños. Lo hacemos al llevar una camiseta de los Rolling Stones o una camiseta de Calvin Klein. Lo hacemos cuando nos ponemos un pendiente en la nariz o cuando nos hacemos un tatuaje. Lo hacemos cuando nos dejamos barba para seguir una moda o cuando nos rapamos el pelo para seguir otra. Todo ello no es ni más ni menos que simbología de la forma de ser y de la pertenencia a un grupo.

No es verdad lo que dicen aquellos que afirman que “lo importante para amar a tu país y sentirse patriota no son los himnos ni las banderas”. No es verdad y lo dicen a sabiendas de que no es verdad. Lo que quieren decir es que “lo importante para amar a tu país y sentirse patriota es que sigas a nuestros himnos y a nuestras banderas, porque los otros himnos y banderas son contrarias”. Y ese es el problema de España desde hace muchos años; el exceso de banderas, el exceso de himnos y la incapacidad social de respetar una simbología común. Cada ideología –ya sea republicana o independentista, monárquica, de izquierdas o de derechas- desea imprimir su esencia, y lo primero que hacen para ello es –precisamente- lucir su bandera y su himno. Los ciudadanos españoles –si es que todavía existe España- no somos capaces de reconocernos en una simbología común que nos represente a todos. Por eso, como estado, somos una vergüenza. Y, por eso, somos de los pocos países “civilizados” del mundo que en su historia moderna han tenido una guerra civil.

La bandera española que existe en la actualidad es la que nos representa. Y no es mejor ni peor que la bandera republicana. Ni más bonita ni más fea. Es la que es, y mi obligación, como ciudadano español, es respetarla. No podemos estar toda la historia enfrascados en una estúpida y vergonzosa guerra de banderas y de himnos.

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