Cuando uno llega de Latinoamérica al Primer Mundo y entra al supermercado, aunque no lo confiese, somos muchos los que pensamos que todos esos productos multicolores que abarrotan los anaqueles con elocuente abundancia, y que seguimos viendo como “productos importados” aunque ahora estemos en la fuente, son de mejor calidad que los nuestros. Son más confiables. Porque en los países desarrollados sí hay controles y leyes y la gente respeta. Y hay tanta variedad, que uno puede escoger y por eso es que la gente se empieza a volver más sofisticada, que si alérgica al gluten, o a las nueces o a la leche… porque con la escasez no puedes ponerte con exigencias ni delicadezas, después de horas de cola bajo el sol según tu número de cédula, agarras aunque sea fallo… Al paso del tiempo uno le pierde el miedo incluso al adolescente encapuchado que camina detrás, porque aquí no lo atracan a uno en la calle así no más. Es fácil instalarse en la comodidad de la creencia de que no hay injusticias, la dulce sensación de que todo marcha sobre ruedas, que las oportunidades están ahí todas, que sólo es cuestión de aprovecharlas, que digan lo que digan de los gringos, se vive bien en USA… No te vas a poner ahora a enterarte de que los matrimonios entre niñas y adultos suceden en este país como en tantos otros. Esas son ganas de buscarle cinco patas al gato… ¿quién va a creer que en los Estados Unidos, hoy en día, a miles de niñas menores de edad las casan con hombres adultos, de forma legal?
– Claro, con la barriga llena, la gente se puede poner con alergias, dirán los que siguen en la cola a las puertas del supermercado vacío.
– Por lo menos allá en el norte se casan. En Venezuela abusan de las niñas en las casas y nadie dice nada. No hay quien se atreva a denunciar ni estadísticas. Las niñas cargan con su rotura en silencio y para siempre. Así que, si a ver vamos, ¿qué tanto te importa si tú ni sabes cómo es esa gente y además, si la niña se casó con el permiso de sus padres, qué vas a estar opinando tú?
Hace unos años tuve el infortunio de enterarme de que en Venezuela muchos niños se alimentaban de Perrarina. Desde entonces me asiste la noción de que el mundo se divide en dos: a los que les importa que haya niños que se alimentan con comida para perros y a los que no. A mí me importa que abusen de las niñas en Venezuela y también me importa que las casen en USA. Me duele, me subleva la injusticia, elevo mi voz a favor de niñas y mujeres dañadas, maltratadas, vejadas, estén donde estén… incluso en New Jersey, el Garden State, donde lo que menos esperaba encontrarme era con 3.499 niñas víctimas de matrimonios forzados entre 1995 y 2012. La mayoría, de apenas16 años, casadas ciertamente gracias al consentimiento de sus padres; y en el caso de las 178 casadas entre los 10 y 15 años, fue necesario que un juez aprobara sus matrimonios. El 91 por ciento de esas niñas menores de edad fueron casadas con adultos, a menudo con diferencias de edad que más bien podrían haber desencadenado cargos legales por violación, en lugar de una licencia de matrimonio. ¿Será mucho feminismo sospechar que muchas de estas niñas tuvieron que casarse en contra de su voluntad?
En la mayoría de los estados de USA, la edad mínima para casarse es de 18 años, pero según cada estado hay excepciones, siendo la más común la que permite que niñas menores de edad se casen si sus padres firman la solicitud de licencia de matrimonio.
Pero ¿ese «consentimiento de los padres», no podría más bien ser «la coacción de los padres»? Hasta ahí no llegan las leyes estatales, a nadie parece importarle si la niña que se casa lo hace a voluntad o no. Incluso, puede que la niña esté llorando desesperada y abiertamente, mientras sus padres firman la solicitud, y el funcionario no tiene autoridad para intervenir. En la mayoría de los estados no hay ninguna ley que prohíba el matrimonio forzado. Muchos estados ni siquiera especifican una edad mínima para casarse en sus códigos legales. Quiere decir que los Jueces en esos estados, pueden permitir el matrimonio, incluso de una niña de escuela primaria.
Cabe preguntarse si no hay casos de niños sometidos a matrimonios forzados. Sí hay, el 9% de las víctimas, son niños varones. Les economizo la redundancia del comentario feminista.
Parece invento, es escandaloso, pero el matrimonio forzado es un problema generalizado, aunque a menudo ignorado en los Estados Unidos. Una encuesta realizada por el Centro de Justicia Tahirih, una ONG que presta servicios a las mujeres y niñas inmigrantes, identificó 3.000 casos de matrimonio forzado de niñas menores de 18, sólo entre 2009 y 2011. Las tácticas utilizadas contra las víctimas incluyen todo tipo de amenazas de ostracismo, palizas e incluso la muerte. También se sabe que muchos de estos matrimonios están ligados a creencias religiosas: musulmanes, cristianos (sobre todo católicos), hindúes, budistas, judíos ortodoxos, sobrevivientes de Mormón y de la Iglesia de la Unificación, entre otros, por si fueran pocos. En el estado de Nueva York, entre 2000 y 2010 se casaron 3.853 menores de edad. Todos los matrimonios fueron aprobados por los jueces del estado.
A nivel mundial, el 88 por ciento de los países fija en 18 años la edad mínima para el matrimonio, pero más de la mitad permite que niñas menores se casen con «consentimiento de los padres», según el Centro de Política Mundial. Más de 700 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron antes de los 18, incluyendo unos 250 millones que se casaron antes de los 15, según el Fondo de las Naciones Unidas. La mayoría vive en el sur de Asia o África subsahariana. Pero las cifras de New Jersey y New York muestran que también muchas viven en los Estados Unidos.
Si en algún momento el amor surge como un sarampión indomable e inevitable, incurable, es justamente a los 15, a los 16… todos lo sabemos, Romeo y Julieta siempre conmueven. Pero el matrimonio precoz por amor no es lo que abulta estas cifras. Por el contrario, cuando se trata de dos adolescentes enamorados, la tendencia es poner tierra de por medio, cuando no encima, de acuerdo a las enseñanzas de Capuletos y Montescos. Y a pesar de que estudios recientes encontraron que el matrimonio infantil socava la salud, la educación y las oportunidades económicas de las niñas, y aumenta su riesgo de ser víctimas de la violencia, son muchas las razones que los padres que “delinquen” en el matrimonio forzado de sus hijas, encuentran para justificarse: por el control de la sexualidad y el comportamiento de las niñas; por proteger el «honor de la familia»; y peor aun, a menudo las familias casan a sus hijas para mejorar su estado o ganar seguridad económica… así de simple pues, como desde siempre.
¿Qué más decir? Es responsabilidad de todos los que eligen los legisladores estatales, lograr eliminar las excepciones legales que permiten tan abominable, criminal y oscurantista práctica “legal” contra las niñas en el país de las oportunidades, el mismo donde los supermercados están repletos de “productos importados”, y nadie te atraca en las calles.