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leonardo padron
leonardo padron

La dictadura del gas pimienta

En Venezuela hay un clima de déja vu, de asunto vivido. La calle ha regresado como forma de protesta y con ella los ladridos de la represión. Pero esta vez hay un punto de inflexión que marca una diferencia. La comarca latinoamericana, en rotunda mayoría, ha expresado claramente su alarma ante los desafueros inconstitucionales del TSJ. Vale acotar que nuestra pesadilla cambia de tema con una compulsión singular. Pasamos del penoso chiste del billete de 100 Bs, al desalmado ataque a las panaderías, a la repentina escasez de gasolina, al cinismo de la Venezuela Potencia, al asesinato de Wilmito, a los pasillos de la OEA, y finalmente, de nuevo, a la calle. Esa calle que se vació a finales del año pasado gracias a las torpezas de la dirigencia opositora.

Pero la calle ha vuelto a crujir porque la indignación ha recobrado fuerza gracias a nuevos elementos. El régimen, en una sucesión de autogoles que lo terminan de desnudar ante el mundo, ha agravado su crisis de gobernabilidad. Y ellos, revueltos en el pantano de sus errores, reaccionan desde donde mejor saben hacerlo: desde la violencia. Han ascendido un peldaño más en la vileza represiva. Ha regresado el silbido de los perdigones. El aire vuelve a ser gas pimienta. La actuación de la PNB y la GNB ha sido en extremo vergonzosa. Si pensábamos que no había espacio para más deshonor, nos equivocamos. Pero allí también ha habido otro punto de diferencia. Y es que al regreso de los ciudadanos a la calle se le suma la actitud de los diputados opositores, ahora más coherentes, más conectados con el latido de la gente. En los recientes actos de calle hemos visto tanto a los jóvenes diputados como a los veteranos de siempre en la primera línea de fuego, exponiendo crudamente el pellejo. Y no es una metáfora. Elías Pino Iturrieta dejó caer un tuit harto elocuente: “Apoyo sin vacilación la reciente conducta de la AN. Es la vanguardia requerida en estas terribles horas”.

La profunda zanja que le abrieron en la orilla del ojo al diputado Juan Requesens los colectivos del régimen, por nombrar uno de los tantos “impasses” que comienzan a ocurrir en el recalentamiento de la calle, debería bastarle a la comunidad internacional para ratificar lo que ya es inocultable: la dictadura se cansó de disimular. La golpiza y detención del joven cornista de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, por otro lado, revela el nivel de desesperación de Maduro y su aparato represor. El salvaje allanamiento a las instalaciones de la Universidad de Carabobo, con su ignominioso saldo de estudiantes heridos, sigue agregándole decibeles a los errores del gobierno (“el peor hecho de violencia que ha vivido la institución”, declaró la rectora). La fumigación inmisericorde de diputados y ciudadanos con el prohibido gas pimienta, y sobre todo, los desmanes de “la caballería de hierro”, motorizados con licencia para el horror, engrosan el prontuario de esa violencia que llaman revolución.

Todo se encrespa. El sobresalto estrena nuevas páginas. Es hora de decirle dictadura a la dictadura. Aclararnos semánticamente puede ayudar a entender las nuevas formas de lucha que los venezolanos debemos encarar. No es lo mismo confrontar a una democracia fallida que a una dictadura militarista. No es lo mismo un régimen que patea la constitución y arroja al olvido las elecciones, que un gobierno que respete las reglas que impone nuestro texto fundamental y tenga el coraje de someterse al escrutinio público. Ellos, a estas alturas, lo saben perfectamente. Ir a elecciones es perder los privilegios del poder, volver a ser ciudadanos de a pie, quedarse sin escoltas ni inmunidad, olvidarse de vuelos privados y francachelas millonarias, aceptar el juicio de los tiempos, ser oposición de nuevo. Nada de eso quieren. Se acostumbraron a ser la nueva burguesía. La dictadura descubrió que ser rico no es malo. Y para no perder su verdadero legado esgrime su última carta: reprimir a todo costo. Ese siempre ha sido el más preclaro argumento de las dictaduras. Pero muchas cosas han cambiado.

Vienen días decisivos.


Originalmente publicado en Caraota Digital  | Abril 6, 2017

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