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Israel Centeno

La desmitificación del mesías: a propósito de El Complot (2002) de Israel Centeno

Centeno a partir de El Complot, es una de las voces de la narrativa venezolana que se enuncia desde el afuera. Radicado en Estados Unidos desde 2002 en calidad de asilado, Centeno debe a esta novela, el viraje que tuvo su vida al obligarlo a radicarse en Norteamérica ya que tras la publicación de la misma, recibió amenazas sobre su posible filiación con los hechos que ocurrían en aquel entonces en las calles venezolanas: el descontento ante el gobierno del Comandante Hugo Chávez manifiesto en las múltiples marchas opositoras tenía, según algunos voceros del gobierno, un trasfondo que provenía de un mensaje subliminal contenido en la obra de Centeno. Esto le obligó (según declaró en un documental) a salir de Venezuela. Dieciséis años más tarde, la vigencia de esta obra es tal que encuentra en un lector de la Venezuela actual el interés de quien quiere armar su propio rompecabezas para encontrar respuestas.

El Complot es un relato que resulta un caldo de cultivo para, más que criticar, desarticular todo el aparataje ideológico y político que estratégicamente ha levantado el proceso para hacerse del poder. La historia desarrolla un intento de magnicidio contra el Presidente Comandante (que no posee nombre de pila en la obra) llevado a cabo por dos exguerrilleros militantes del partido de gobierno los cuales se atreven a tal proeza guiados por Manuel Roca, hombre de confianza del presidente. El objetivo es frenar la presunta traición de los ideales socialistas en la que ha incurrido el mandatario.

Durante toda la novela, Centeno, combinando balanceadamente erotismo, traición y política, logra reconstruir el contexto sociocultural de la Venezuela de los últimos veintiséis años cuando, con la aparición de Hugo Chávez en la escena política gracias al golpe del 92 se comienza a configurar la concepción de el hombre nuevo y la materialización del socialismo. Sin embargo, la postura planteada sobre el tema es claramente incisiva, lo cual es notorio cuando los personajes dialogan sobre la gestación de este nuevo poder:

“qué es el socialismo, era la pregunta de ese día; Abelardo, con el pragmatismo de siempre, me dijo: – es fascismo pero de izquierda” (p. 30)

De esta forma, y sin ser el personaje principal del relato, el Presidente Comandante es una voz que se va deconstruyendo: comienza con un discurso esperanzador y luego revela la puesta en marcha de mecanismos de poder para el control de la sociedad que dista mucho de la actitud mesiánica con la que se le asociaba en sus inicios. La vinculación del Presidente Comandante con la Patria se convertía, según Roca, en un peligro para el proceso ya que contravenía el objetivo de un verdadero revolucionario: la búsqueda de justicia a toda costa. A través de la figura de Manuel Roca, Centeno construye al revolucionario “ideal” capaz de mantener “la ética del hombre nuevo” pero con la conciencia de que la revolución implica orden y este se consigue solo mediante el control y la represión dejando de lado los vínculos afectivos.

Durante el desarrollo de la historia, la desmitificación del Presidente Comandante se concreta cuando se nos devela este como un gazapo que llevó el ejercicio del poder hasta el delirio: “ no me va a tumbar la oposición, ellos soy yo, la oposición la he hecho a la medida. […] ni siquiera lo harán los militares, es mi partido”. Así, Manuel Roca, es el hacedor de todo el aparataje político, es el estratega y quien asume llevar los hilos de la historia del país y de los suyos. Así comienza a fraguarse el complot, como una medida desesperada por conservar ese imaginario revolucionario que habían logrado con el Presidente Comandante aunque esto implicara salvarlo del mismo mandatario. De ahí en adelante, la novela se centra en la figura de Sergio en la clandestinidad que este debe asumir luego del fallido magnicidio ordenado por Roca. Es así como se nos muestra otra forma del poder, una suerte de paralegalidad que revela la corrupción de las instituciones y en consecuencia, del Estado mismo: fuerzas especiales, operaciones comando, contrainteligencia internacional, todo se pone a disposición para conservar el control del gobierno. Claramente, Centeno no pone en tela de juicio la realidad sino que hace una ficción desde lo político a partir de las posibilidades de una ucronía donde se funde pasado y presente con personajes (ficticios) que no plantean un interés de redimir la historia sino de edificar un espacio sociocultural donde se han degradado los principios morales y éticos sobre los que se fundamenta el Estado.

Hacia el final del relato, aparece Manuela, periodista interesada en investigar profundamente qué sucede dentro del gobierno. Su aparición es vital en cuanto que su búsqueda no es solo la del detective que requiere toda novela negra para llevar a cabo la resolución del delito sino también, encarna a todo aquel ciudadano común que está inmerso en este entramado sin saber los hilos que se mueven sobre él pero, teniendo una certeza: el querer saber la verdad de lo que ocurre. Así la novela tiene en Manuela (a través de su labor periodística) la posibilidad de develar el crimen: el plan de magnicidio fue orquestado por factores internos al gobierno y las medidas reaccionarias contra el mismo, tomadas por el mandatario y sus pares (para “proteger” el proceso), no fueron más que la puesta en marcha de un funcionamiento a conveniencia de las instituciones estadales. Al activar un Estado de Excepción (medida tomada por Roca) se precipitan las acciones: la reanudación del plan de magnicidio provoca no la muerte del presidente, sino la del mismo Roca. El desenlace del relato entonces presenta una circularidad que no contempla una solución al problema ni el alcance de la justicia para palear los estragos del mismo, lo que deja en la trama la capacidad de intervenir la historiografía y ficcionalizar no solo el contexto que conocen los lectores sino también, proponer la exploración psicológica de tipologías reconocibles en dicho contexto.

De esta manera, Centeno, aunque no esboce una propuesta salvadora ante lo que aqueja el presente venezolano ni tampoco plantee una novela con grandes recursos literarios a considerar, sí resuelve una afirmación que resulta vital: la hibridez del contexto sociopolítico contemporáneo en Venezuela debe ser una aceptación para quienes asuman las riendas políticas del país. No es posible construir ningún proyecto de nación desde un pensamiento personalista, sectario y excluyente bajo la bandera del cambio. Sin duda, leer(nos) desde la propuesta de Centeno permite el reconocimiento consciente del fracaso de los ideales políticos que a la vez han forjado una memoria colectiva donde las condiciones sociales están marcadas por la violencia política que aún impera en Venezuela.

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