La mayoría de la Asamblea Nacional (AN) legítima del 2015, única institución reconocida por la comunidad internacional democrática, decidió “finiquitar” el llamado Gobierno Interino, presidido por Juan Guaidó. Los más reconocidos juristas del país la consideran una decisión inconstitucional. Desde el punto de vista político, lo más grave fue la incapacidad de la dirigencia política de lograr un acuerdo y evitar el espectáculo del enfrentamiento público entre los diferentes partidos democráticos. ¿Era realmente imposible nombrar, por ejemplo, de común acuerdo, un nuevo presidente por un año más, que no fuese candidato en las elecciones primarias? La unidad de la oposición democrática no sólo es necesaria para unas posibles futuras elecciones, sino sobre todo para ser considerada una alternativa creíble de gobierno frente a la comunidad internacional, que es la única que, por ahora, puede presionar al régimen. Entre los que se definen opositores hay relevantes diferencias. Hay quienes simplemente se “vendieron” por un puñado de dólares, como los llamados “alacranes”. Hay colaboracionistas convencidos y derrotados psicológicamente que piensan adaptarse y lograr que el régimen les conceda unos “carguitos” de diputados, como algunos miembros de la AN ilegítima. Pero hay también quienes creen que la única alternativa es una estrategia “gradualista”, que implica aprovechar cualquier rendija, cualquier espacio que el régimen conceda para continuar la lucha. Esa fue la estrategia exitosa que llevó a la oposición a ganar la AN, con una mayoría de las dos terceras partes, en el 2015. Pero, el régimen, a partir de esa fecha, dejó de ser un “autoritarismo competitivo”, que, con ventajismo y abusos, mal que bien permitía que se contaran los votos, y se transformó en un “autoritarismo hegemónico”, que desconoció totalmente la Constitución y asumió arbitrariamente todos los poderes. Los autoritarismos hegemónicos no entregan el poder graciosamente, por la vía electoral, salvo cuando una fuerte “pinza” de presiones nacionales e internacionales los obligan a negociar una transición. La comunidad internacional está haciendo su parte, falta la presión interna. Pero, como afirma el economista Asdrubal Oliveros: “El colapso del Estado es estructural. No sólo no puede pagar salarios de calidad, sino que tampoco puede ofrecer bienes públicos”. Por eso las recientes masivas y crecientes manifestaciones, en todo el país. El régimen debería entender que no habrá solución al desastre socioeconómico, mientras no se construyan acuerdos políticos e institucionales con la oposición y sigan las sanciones. Pero, obviamente, trabaja para tener una oposición débil y dividida. Hay que fortalecer la Plataforma Democrática, dirigida por Gerardo Blyde, en la cual está presente la casi totalidad de la oposición democrática y tiene el apoyo de la comunidad internacional. También la Comisión de Primarias es una instancia unitaria, que merece respaldo. Las primarias pueden servir para movilizar y entusiasmar una oposición desmotivada, organizar los partidos, promover y fortalecer liderazgos y atraer los chavistas decepcionados, También sirven para apoyar, organizar y coordinar la espontánea protesta social por el desastre socioeconómico y de los servicios públicos. Insisto también que la Plataforma Democrática debe buscar la forma de comunicarse con el sector de la coalición dominante en el régimen, incluyendo a los militares, que podría estar dispuesto, a cambio de garantías personales e institucionales, a una seria negociación para la transición.