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La basura en el arte

Photo Credits: Vanessa Briceño

 

Vivimos en un período de exploración artística donde hasta la basura se ha convertido en un medio artístico, así cual antiguos materiales nobles como el óleo o la madera. Lo interesante es que, siendo el resultado de décadas donde se han ido expandiendo los límites de los materiales que manejamos en el arte, encontramos su presencia natural y concordante con varios de los problemas que nos rodean en el mundo actual, no sólo en las artes sino también en nuestro ambiente. Digamos que además se caracteriza por su carácter acumulativo, la agrupación de formas, que generalmente se estudia en los principios de diseño. Una basurita aquí o allá no nos incomoda, casi ni la vemos. Pero un paisaje inundado por desechos, causando un desequilibrio desmedido, no sólo en la naturaleza sino también en nuestra concepción estética del espacio, ya se convierte en algo considerable. Una imagen de un retrato construida a fuerza de restos reciclables es una imagen que nos cautiva y permanece en el recuerdo. Es el caso de Vik Muniz, artista brasileño que reside en Nueva York. Hacia finales de la década del 2000 Muniz decide realizar un proyecto a gran escala, a partir de una exploración social y artística en la realidad de uno de los basureros de materia reciclable más grandes en Río de Janeiro, Brasil. Dicho proyecto concluye con la creación de retratos fotográficos utilizando la basura como parte integral de la imagen, y con un extraordinario documental lanzado en el 2010, titulado Waste Land.No sólo el arte había logrado transformar la basura sino también la comunidad de trabajadores que fue involucrada en todo este proceso. Seguramente uno de los documentales más transformadores y de mayores consecuencias sociales en las últimas décadas, habiendo recibido además unos merecidos cincuenta premios internacionales.

De una manera similar pero a una escala diferente, más íntima, nos encontramos frente a un reciente espacio escénico donde igualmente se nos invita a contemplar la existencia de la basura en el arte. La última e impactante obra del coreógrafo y director alemán André Koslowski, A Cantankerous Wiegenlied, la cual fue estrenada este pasado verano en el festival de Central Pennsylvania, comenzó con un planteamiento casi cotidiano, visual y conceptual. Decía en aquel momento: “Sabes, estaba viendo tanta basura que producimos y sacamos de nuestras casas cada día…! Siento que tengo que trabajar con ésto…no te parece?” Y desde esta imagen de los excesos de desechos y su destino surgió un paisaje que se transformó en un mundo, en un escenario de fin de mundo. Sus personajes, que se desarrollan a partir de esa atmósfera, se deslizan entre la danza y la actuación, se reflejan en los objetos perdidos y descartados, los restos de aquello que tuvo sus funciones, y las cuales se encuentran recicladas en el espacio de esta realidad. Es una obra donde con cierta ansiedad nos cuestionamos, secretamente, si ya la gran cantidad de basura que todos creamos, la polución, no acarreará consigo el desequilibrio último en la armonía de la vida en el planeta; donde estamos poco a poco transgrediendo la sanidad del lugar que nos sustenta. Sabemos que hay novedosos frentes para enfrentar este comportamiento, y lo aplaudimos. Pero el arte, que todo lo curiosea, también nos va dando muestras de su función transformadora: la basura como material, puede convertirse en arte. Como arte nos presenta, sublimada, la idea de su origen y de sus posibles finales. Vamos llegando al pensamiento de que esa relación entre la basura y el arte nos propone unas cuantas conversaciones: es que hay arte que es basura, y basura que ha llegado a ser arte. Seguramente el material y nuestra imaginación dan para grandes transformaciones.

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