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Felícitas Kort
Felícitas Kort - ViceVersa Magazine

La apatia del venezolano

En cuanto a la apatía del venezolano se refiere – leáse inhibición de la conducta – cabe advertir que no es un “ente misterioso”. Se presenta luego de largos episodios de estrés crónico: automáticamente suprime toda actividad porque no se obtienen las expectativas esperadas.

Es una sociedad fragmentada que sobrevive a diario con miedo y con desconfianza.

Inhibición de la conducta, desgano, son modos de defensa como respuestas a un contexto que da señales intermitentes de castigo. Sobresalen las frustraciones sin reconocimiento, los afectos negativos intensos, las novedades cada vez más inaguantables y extremas y los miedos innatos frente a caras temerarias, iracundas.

La conversación es estrecha y delimitada, por ejemplo, hablar de un solo tema o de una sola persona. El análisis de los sucesos adversos obligan a mantener una constante vigilancia. Y el anestesiamiento del sistema nervioso ante cualesquiera que sean las acciones inmediatas, son manifestaciones de la apatía. Además, inclinarse ante los sesgos negativos predice mayores zozobras y aumenta las respuestas de escape, de huida.

Si la prioridad es un patrón habitual de huidas, el día a día es breve y el susto es el protagonista. No pareciera que existen opciones para salir de este círculo viciado.

Como corolario se profundiza la sensación de inutilidad y de incompetencia puesto que la respuesta de fuga más bien exacerba la angustia y mina la motivación para llevar a cabo una rebeldía.

Interpretar los acontecimientos con apatía, pesimismo y desesperanza tiene secuelas psicológicas: reduce la autoestima, interrumpe la concentración, aumenta la culpa y socava el encuentro social.

Este modo de sentir y pensar también viene acompañado de consecuencias físicas: patrones desorganizados en el sueño, agitación o lentitud, inapetencia.

Inexorablemente conduce a una parálisis conductual.

En espiral descendente dichos síntomas subyacen a las creencias sobre la propia debilidad, impotencia y minusvalía.

Por suerte estos juicios cargados de amenazas y peligros son sensibles a la regulación emocional y a la activación de conductas. Como antídoto se sabe que cuando las personas se perciben capaces para ejercer el control sobre alarmas, retos y calamidades, experimentan menos la desgracia y el dolor. Se diferencian de aquellas otras personas quienes se ahogan en las dificultades para el ajuste, mantienen una preocupación ansiosa y magnifican el riesgo que evocan las constantes intimidaciones.

Cada uno de nosotros, entrelazado en los propios espacios, al menos que tenga la firme creencia de que va a producir acciones con los efectos deseados, tendrá bajos incentivos y adormilada la capacidad de restauración.

Pero es más complicado de lo que parece…

Darle prioridad a las hazañas antes que a los estados de ánimo, es un primer paso para la movilización: significa proceder por encima de los sentimientos negativos.

La idea es alcanzar un solo fin a corto plazo, luego un segundo fin y luego un tercero, labrando senderos para la reconstrucción gradual.

Bajo esta perspectiva resistir a la infelicidad depende de desarrollar pericias personales y grupales, como así lo señala Teilhard de Chardin : “nuestro deber es actuar como que si los límites de nuestras capacidades no existen”.

En fin de cuentas los avances de la metodología basada en la ciencia de la conducta enseñan a no esperar pasivamente a que la determinación aparezca, sino que indican que hay que operar a partir de un orden desde afuera hacia adentro, estableciendo un compromiso inmediato para la acción aquí y ahora.

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