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La ansiedad social

La población está dividida entre los que aseguran que ya pasó la pandemia, y los otros quienes siguen con miedo de contagiarse, están pendientes de las noticias y de los mensajes que circulan por las redes sociales. Llevamos año y medio paralizados por el miedo, millones sufren duelos por la pérdida de sus familiares y otros están preocupados por la crisis económica. La preocupación no es solo por los síntomas del Covid, sino por las secuelas que deja. Las emociones son el motor de la vida pública y privada.

El camino hacia la recuperación está sembrado de obstáculos: el dolor, la incertidumbre, la falta de empatía del gobierno y las carencias del sistema de salud. Como seres humanos vulnerables nos enfrentamos a síntomas de salud mental que debilitan el sistema de defensas. En padecimientos como la depresión y la ansiedad disminuyen la autoestima, la seguridad y confianza en sí mismos. El incremento de estrés afecta la memoria, la atención, las rutinas diarias, interfiere en el trabajo y en la escuela. Los síntomas son notorios: inseguridad, miedo, aislamiento, trastornos de sueño, de digestión y se disparan las alergias en el sistema respiratorio y en la piel. Afecta a los adultos y a los niños. Los niños dependen de la personalidad de sus padres. Si son comunicativos, amorosos serán el mejor soporte para sus hijos, esos niños crecerán con seguridad y confianza en ellos mismos y en la adolescencia no estarán tan obsesionados buscando quién o qué llene sus vacíos.

Sin embargo, la OMS, los medios de comunicación, las redes sociales, contribuyen a causar incertidumbre, pánico. No entienden que mientras más divulgan las noticias más se refuerzan esas emociones y más tiempo tardaremos en librarnos de la pandemia.

En México, pasadas las elecciones, estamos como al inicio. Las publicaciones se comparten sin censura; se habla del número de fallecidos y de los síntomas de las nuevas cepas. Cortina de humo para desviar la atención de los grandes problemas de nuestro país que el gobierno no resuelve, como son la violencia que se incrementa gracias a la impunidad y la corrupción. La vacuna no ha resultado la panacea que muchos esperaban, los contagios siguen aún en los vacunados. El problema es que no le dan valor a la carga emocional, mientras en Estados Unidos y otros países, los vacunados ya no usan cubrebocas, en el nuestro siguen divulgando miedo.

El gobierno y la opinión social culpan a los jóvenes, pero todo es parte de una guerra de desinformación y confusión. La Secretaría de Educación quiere vacunar a los niños y científicos sin intereses dentro de la Industria farmacéutica sugieren no hacerlo por los efectos secundarios que les podrían causar en el sistema cardiovascular. Sería bueno que lo reconsideraran.

El miedo causado por la “infodemia” tiene a la gente confundida, temerosa y la economía sigue estancada. Para recuperarse, salud y economía, se necesita confianza y eso es de lo que carecemos. El presidente miente todos los días, niega los problemas, culpa y se proyecta. Los que nos dedicamos a las terapias alternativas sabemos que el cuidado personal es básico, pero no vemos campañas efectivas vueltas a estimular el autocuidado. No me refiero al uso de gel y cubrebocas, sino a la alimentación, al bienestar general.

A la Industria farmacéutica no le interesa darle importancia a su competencia; nadie explica suficientemente la importancia de nuestro sistema de defensas, ese tan sofisticado que nos protege de virus y bacterias, a pesar de que se han vuelto más patógenos gracias al abuso indiscriminado de fármacos y antibióticos.

Cuando se enfrentan a muchas demandas en su vida los trastornos mentales pueden complicarse si no reciben tratamiento. No basta con una pastilla, necesitan psicoterapia. Para salir de la pandemia necesitamos recuperar la confianza, alejarnos de la infodemia. Demos importancia a la máxima del conductismo: “todo aquello que quieres que desaparezca ignóralo” El sistema de defensas es tan noble, solo pide que tengan confianza, permitan que haga su labor: si tienen síntomas descansen, traten de hidratarse y alimentarse de manera nutritiva. No olvidemos la fórmula de Hipócrates: “que tu medicina sea tu alimento y que tu alimento sea tu medicina”.

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