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Gustavo Gac-Artigas
ViceVersa Magazine

La 72 Asamblea General de Naciones Unidas y la hora 25

Nunca antes había sido más triste el panorama bajo cúpulas de cristal, con ventanales con hermosas vistas sobre New York, con bloques de mármol recordando una lejana solidez de los fundamentos de Naciones Unidas, con líderes pasando frente a los ojos del mundo no para dar cuenta de sus acciones, de las metas alcanzadas por el bien de la humanidad, de la protección de los desfavorecidos, del avance en los derechos de la mujer, del niño, del diferente, del que huye, en defensa de nuestro futuro o simplemente de la supervivencia de nuestro planeta y nuestra raza.

No, pasando tras un segundo de gloria, y en el caso de los Estados Unidos con su nuevo presidente, pasando frente al mundo con una sonrisa de felicidad que reflejaba no el país, no una política humanitaria –pese a que tuvo la osadía de mencionarla– no, pasando a mostrar el poderío personal, el ego satisfecho, el Yo el supremo.

El hombre que dice representar al país de la paz promete destrucción total de otro país, y la gente se escandaliza, puesto que la palabra “guerra” está fuera de los límites de los hermosos edificios; la palabra, no la acción, pues de todos es sabido que estamos llegando a la hora 25, la hora que nos conduce a nuestro futuro.

Minutos de gloria en que se sienten el florero, el centro de mesa, el ombligo del mundo, minutos en que intentando ocultar el pasado hablan del derecho de los pueblos a la autodeterminación, en que afirman que nadie debe dirigir el destino de los otros, y lo dicen incluso cuando no se es capaz de dirigir el de su propio pueblo.

Y con una falsa sonrisa se oculta el pasado cual si no hubieran existido las intervenciones, los crímenes, las torturas, los bloqueos que se traducen en hambre para algunos, en desnutrición para los niños, aquellos de cuyos derechos se hablará horas más tarde.

Y como se oculta el pasado, se oculta el presente y se oculta el futuro y se ocultan las verdaderas intenciones.

En los minutos de gloria en el escenario mundial se intenta brillar con el mismo doble discurso que llevó al éxito a un presidente, el cuchillo de doble filo, aquel que corta por ambos lados, que no tiene más dirección que la del puño del poder, de la ambición desmesurada, de la ignorancia necesaria para poder subsistir en las tinieblas, en los ventanales cerrados tras pesadas cortinas que ocultan la hora 25 que azota los Estados Unidos y el mundo.

Fuera de los ventanales, el furioso viento de la realidad se desencadena, las aguas acrecentadas por las lágrimas de los refugiados, de los soñadores, de los que iniciaron el sueño, aquellos que los trajeron de la mano por el desierto, aquellos y aquellas que les dieron el calor de sus cuerpos al cruzar la frontera, aquellos, los que primero soñaron en darles una mejor vida, los dreamers que transmitieron a sus hijos el sueño.

Los “nunca visto en cien años” comienzan a aparecer uno tras otro, les abrimos la puerta de la destrucción al negar que estamos destruyendo nuestro planeta, nos atrevimos a echar a andar la hora 25, aquella de los huracanes, del hambre, de la destrucción, de los cohetes cruzando el cielo en un juego de niños o de locos desafiando a ver quién cruza la línea, aquella que en nuestros juegos de infancia trazábamos en el suelo de tierra y desafiábamos a nuestro contrincante escupiendo nuestras manos y diciendo “chocolate o menta”, y dependiendo de lo que escogían era la mano que comenzaba la infantil pelea para mostrar hombría y poderío.

Por favor, por mis hijos, por mi nieta, por ustedes, entiéndanlo necesitamos de Naciones Unidas, “unidas” clama el frontis –fueron las Naciones Unidas que me arrancaron de una cárcel en Chile durante la dictadura de Pinochet. Necesitamos que las cortinas se corran, que los ventanales se abran, que entren las ideas, la ética, la moral, que entren los libros y con ellos el pensamiento, en fin que entre un viento renovador que barra la burocracia, los malos gobernantes, los reyes Midas, los ignorantes, los dictadorzuelos de toda laya, los poderosos, aquellos que terminada la Asamblea regresarán a sus castillos dorados, los dictadores a seguir oprimiendo a su pueblo, los malos gobernantes a seguir destruyendo y negando los derechos elementales a sus pueblos, los corruptos a seguir enriqueciéndose a costas del sufrimiento de los desposeídos.

Por favor entiéndanlo, necesitamos detener el reloj antes de la hora 25 y comenzar la reconstrucción de las naciones destruidas, de las ciudades destruidas, de los bosques destruidos, del cielo destruido, de nuestro querido Puerto Rico, Puerto Pobre destruido, necesitamos que los derechos de la primera hora, el de la educación, el de la salud, el de un trabajo digno, el de gobernarnos regrese y cruce los ventanales en ambas direcciones sin esperar la próxima Asamblea General de mis Naciones Unidas, sus excelencias.

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