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Laura Fernando Navarro

Kandinsky y el sonido del color

¿Qué había detrás de las cosas, de las figuras? ¿Era solo el color, el puro color en sus escalas de combinaciones? ¿O algo nos separaba de una realidad más profunda, invisible, que podíamos intuir, pero no ver, una realidad espiritual, la verdadera realidad tras la apariencia de las formas, donde ya no había objetos? Eso era el arte abstracto de Kandinsky: la intuición de un núcleo real más allá de lo aparente, de lo que vemos.

Wassily Kandinsky nació en Moscú en 1866, habiendo estudiado Derecho y Economía se traslada a Múnich a los 30 años para estudiar pintura.

Y fue Kandinsky quien por primera vez formuló una teoría de la abstracción como separación de la figuración.  “Suprimir el objeto es lo que hay que hacer”, pensó Kandisnky cuando vio fascinado la obra del impresionista Monet en una exposición en Rusia; el color se salía de las formas, importaba el efecto de la luz sobre los objetos más que el motivo en sí mismo.

El color tenía el poder de vibrar como la música y producir estados espirituales. Como teclas de un piano, los colores resonaban en nuestro espíritu según su combinación. Kandinsky ensayó esa teoría donde a la escala de colores y a las figuras correspondían sonidos que según sus combinaciones provocaban estados de ánimo en el espectador de la obra, en su ensayo De lo espiritual en la obra de arte.

La abstracción en el arte comenzó en Alemania con un grupo de artistas Der blaue reiter (1911), el jinete azul, integrado por Kandinsky, Marc, Klee, quienes presentían una realidad auténtica detrás de las formas. La verdadera realidad expresada por las líneas, puntos y el color en abstracciones geométricas en un principio, hasta llegar a campos de puro color.

Kandinsky lo llamó abstraccionismo realista. Su arte no era meramente subjetivo, más bien representaba la realidad tal cual era más allá de las apariencias, como si se hubiese caído un velo y quedase al descubierto una realidad más pura, espiritual, separada de la materia, de la naturaleza.

A partir de su trabajo en la Bauhaus (1922-1933), la obra de Kandinsky resume toda su teoría sobre el punto la línea y el plano y las formas geométricas de influencia teosófica. En la obra Amarillo rojo y azul (George Pompidou center, París), los tres colores primarios nos llevan a distintos estados de ánimo, desde lo más cálido representado por triángulos, hasta lo más frío, que van desde las formas geométricas en la parte cálida, y en el centro variedades de rojos y naranjas, y en la zona más fría, formas ondulantes y más orgánicas: un gran círculo azul, cielos celestes y colores más densos, verde, violeta, naranja, y una cinta negra que cae y produce inestabilidad en todo el conjunto, y en el extremo inferior izquierdo un círculo negro lo equilibra. Un punto negro, todo parte del punto, dice Kandinsky. El punto, es lo más elemental donde se encuentra el origen de las formas y no necesariamente es algo redondo. La creación parte de un punto como progresión geométrica, según lo postulado por la teosofía, una doctrina que pregonaba una conciencia de lo cósmico, lo que nos trasciende más allá de lo aparente. Doctrina difundida por Helena Blavatsky, entre otros intelectuales, que se adentraban en lo esotérico, en la realidad oculta de las cosas.

“El punto geométrico es invisible…es puente esencial, único, entre la palabra y el silencio…pertenece al lenguaje y significa silencio”, decía Kandinsky. La abstracción contenía un mensaje espiritual, se creía que podía elevar a la humanidad, abrir su conciencia hacia otra realidad más trascendente, invisible. El punto, la línea y el plano, las formas geométricas, los colores primarios y su escala, expresaban ese mundo invisible de esencias ocultas tras las apariencias, el fondo último de la realidad.

El artista expresaba lo interior, los colores y las líneas, los sentimientos a través de lo abstracto; ya no se necesitaban las formas porque se capta la esencia de las cosas, es el punto más alto de la abstracción. Pero el arte abstracto en 1933 sufrirá el revés del nazismo cuando la escuela Bauhaus será cerrada, y el arte de las primeras vanguardias considerado arte degenerado, quemándose obras, entre ellas muchas de Kandinsky, quien decide exiliarse en París.

El último periodo (1934-1944) de Kandinsky en París muestra en su obra un despojamiento de lo geométrico hacia lo orgánico, como se puede ver en su obra “Cielo azul”: en un brillante fondo azul parecen flotar formas de microorganismos en diferentes colores distribuidos en toda la tela. Una síntesis que lo aleja de sus pinturas geométricas y lo acerca a la pintura del catalán Miró. Será su último periodo antes de su muerte (1944), su última intuición de algo más allá de la realidad tal como la vemos, hacia donde lo llevó la abstracción como búsqueda de la esencia de lo real, la abstracción como expresión artística y forma de pensamiento filosófico.

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