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Juegos de guerra

El régimen de Nicolás Maduro realizó un ejercicio militar en varias ciudades del país. Lo llamó Escudo Bolivariano 2020. Yo, que anduve por Caracas haciendo las vueltas propias de un sábado, no vi nada relevante en las calles. Durante la semana vimos aparcados en La Carlota unos camiones lanzamisiles y otro con un radar que daba vueltas. Algunas maniobras, escasas, fachosas, se vieron en las redes sociales. Nada interesante si asumimos que los puntos neurálgicos del poder están en otros sitios menos conspicuos, menos notorios, y que, pese a mi ignorancia en temas militares, toda la parafernalia militar lucía de plástico, de utilería.

Me pregunto entonces, para qué hacer un despliegue pobretón más parecido a un circo propio de las venideras fiestas carnestolendas que unos ejercicios militares. Dudo que el régimen de Maduro crea de verdad que la gente se haya tragado ese burdo montaje del sábado pasado.

Bien sabemos, que en caso de una improbable agresión militar estadounidense, el ejército venezolano, dotado de chatarra rusa y, sobre todo, desarticulado por el temor de Hugo Chávez a que le despojaran del poder, poco puede hacer para combatirla. Sin embargo, no son memos los que ya suman dos décadas en el poder. Entonces, ¿qué buscan? Sobre todo luego de que uno de sus voceros más notorios advirtiera que sería un suicidio enfrentarse militarmente a Estados Unidos.

Muchas teorías se cocinan en las redes sociales. A mi juicio, a sabiendas de que puedo errar, es que el chavismo-madurismo sigue una de las máximas orwellianas: mantener a la población en permanente estado de guerra. Por eso exponer el camioncito en La Carlota y los misiles, y el tropel de soldados en las calles, con sus linternas husmeando carros en Las Mercedes, con sus AK-47, sus milicianos… Su único afán es, a juicio de este comentarista político, mantener el desasosiego y la idea de que seremos agredidos militarmente.

En estos días, Gabriela Ramírez, otrora defensora del pueblo durante la regencia de Chávez (y por un breve tiempo de Maduro) y ahora militante del chavismo disidente, decía que no debemos burlarnos de los milicianos, ciertamente personas de la tercera edad que sin lugar a dudas, no pueden siquiera disparar un fusil sin irse de espaldas. Su argumento no era descabellado: crear sentido de pertenencia a un grupo determinado en una sociedad fracturada en grupúsculos. En efecto, dudo que el régimen piense que un enfrentamiento con Estados Unidos no sea un suicidio.

Asumo pues, que estos ejercicios y su reciente empeño por darle importancia a una milicia que hasta recién pasaba hambre, no busca una genuina confrontación bélica con Estados Unidos, que bien sabemos todos es en efecto, un suicidio; sino vincular a un sector de la sociedad con el proyecto bolivariano ahora que un proceso electoral parece inevitable incluso para el propio Maduro. Máxime cuando la diáspora la constituyen en su mayoría jóvenes.

El juego con los carritos de guerra no es tan trivial y mucho menos, la payasada que sin lugar a dudas, parece. Es una maniobra artera para crear cierto sentido de pertenencia a la causa bolivariana y ante una inminente elección de todas las autoridades por la presión de cada vez más países, convocarlos a las urnas para concederle al chavismo una victoria más, sobre todo cuando esas elecciones estarían bajo la lupa de la comunidad internacional.

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