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Judy

De Judy Garland, sabía todo. Sabía que su verdadero nombre era Frances Gumm y que se lo cambió a los 13 años a partir de que entró a los estudios de la Metro Goldwyn Mayer. Fue en esa época que su madre empezó a darle pastillas para dormir, para despertarse, para adelgazar y para tener más energía. Sabía que a pesar de su físico poco agraciado y sus tendencias para engordar, había rodado 10 películas con Mickey Rooney, convirtiéndose así en la pareja más famosa de los estudios de Hollywood. Sabía que había estudiado en una escuela especial creada por la MGM para niños genios, con Ava Gardner, Lana Turner y Elizabeth Taylor; sabía que de las cuatro ella era el «patito feo», pero la que más se divertía y la que más ganaba dinero. Trabajaba sin parar, ocho horas al día divididas en varias tomas de anfetaminas y barbitúricos, administradas por su madre, Ethel Milne, una mujer ambiciosa y muy manipuladora. Las 24 horas del día, Ethel estaba detrás de Judy: «¿Ya te sabes tus parlamentos?, ¿ya ensayaste las canciones?, ¿aprendiste bien los pasos del baile?; no llegues tarde a los ensayos, acuérdate que tienes tus giras por todo Estados Unidos, ¿cuántos kilos adelgazaste esta semana?», etcétera. Por las noches Judy no se podía dormir, y por las mañanas no se podía despertar y durante el día estaba como zombie.

Sabía que en 1939, su vida había dado un giro de 180 grados. El éxito de la película de El Mago de Oz fue descomunal, Judy ganó un Óscar especial a la mejor actriz juvenil. Con los años, cada vez que cantaba Over the Rainbow, le dolía terriblemente; se acordaba de la mejor época de su vida, pero también la más triste. Para 1944, ya tenía 18 películas y ya había ingerido kilos de pastillas. En 1945, se casa con Vincente Minnelli, papá de Liza Minnelli. Yo sabía que muy pocos años después de casada, una tarde descubrió a Minnelli en la cama con otro hombre. Aparte de las pastillas, Judy empezó a tomar y a sentir los primeros síntomas de anorexia. A pesar de todo, y gracias a su magia, siguió acumulando éxito tras éxito, entonces ya ganaba 3,000 dólares a la semana. El público la adoraba, admiraba y seguía por todas partes. Su capacidad de empatía con los fans se consolidó de más en más, no nada más en Estados Unidos, sino en Inglaterra, Canadá y Australia. El más complacido con sus triunfos era Louis B. Mayer, quien en complicidad con Ethel, no nada más le pedía que le incrementara la dosis de anfetaminas a su hija, sino que le asignó un siquiatra a quien le pagaba 50 dólares por sesión y por recetas con nuevas dosis de pastillas. Para entonces, Judy ya no era la «girl next door», sino una joven confusa, con miedo de decepcionar a su público y profundamente insegura. Para colmo empezó a llegar muy, muy tarde a los rodajes, ensayos y clases de canto y baile. Todo el mundo se quejaba. No obstante Judy filmó 28 películas con la MGM, a lo largo de 15 años. En total hizo 47 filmaciones, entre cinco matrimonios, un aborto, estancias en clínicas de desintoxicación, cuatro divorcios, tres hijos, montañas de deudas, mudanzas, muchos fantasmas y décadas de desamor. No fue sino hasta muy cerca de su muerte a los 47 años en 1969, por una sobredosis accidental, cuando Judy Garland entendió que no había entendido; ya era muy tarde. Había que pagar muy cara tanta genialidad. Para ella era imposible distinguir entre la fantasía y la realidad. De alguna manera jamás dejó de ser la Dorothy del Mago de Oz, la que añoraba lo que nunca tuvo Judy en su vida, un hogar: «there’s no place like home».

A pesar de saber tantas cosas sobre Judy Garland, lo que no sabía es que un día filmarían una película sobre su vida: Judy, interpretada magistralmente por Renée Zellweger, ganadora del Globo de Oro como la mejor actriz y seguramente merecedora del Óscar. La época que interpreta de Garland, cuando fue a Londres a dar una serie de conciertos, es sin duda la más compleja de la vida de la actriz: arruinada, lejos de sus hijos y con un profundo problema de adicciones. Hay que decir que la intérprete de El diario de Bridget Jones se transforma por completo en Judy Garland. Llega un momento dado en que ya no sabe una quién es quién. Seguramente Renée se identificó con la personalidad de Garland; sus mismos miedos por su físico, por engordar, por envejecer y por ya no ser la artista de cine glamorosa.

Ya Judy está en decenas de cines. Por favor no dejen de verla.

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