NUEVA YORK: Es joven Juan Del Bosco pero en su hablar hay la madurez de los que luchan para lograr metas que parecían sueños imposibles. Con la música como compañera de ruta y su voz como fiel aliada, ha ido superando obstáculo tras obstáculo sin perder nunca la confianza que se refleja en una sonrisa que ilumina su rostro entero.
Tras nacer en Ciudad de México, transcurrió su infancia y adolescencia en Morelia, Michoacán. Su vida cambió el día en el cual escuchó por primera vez a Plácido Domingo cantando boleros y baladas latinoamericanas. Tenía solamente 15 años y en ese momento se dijo a sí mismo que quería ser un cantante que lograra llegar al corazón de las personas tanto como el tenor español había llegado al suyo.
Durante dos años se dedicó a cantar, pero a escondidas, escuchaba a otros cantantes y trataba de imitarlos.
“Luego decidí participar en un concurso que organizaba la escuela. Cuando lo dije a mis padres quedaron muy sorprendidos y trataron de disuadirme para evitarme el mal rato y el ridículo que según ellos iba a hacer. Pero yo estaba decidido así que seguí adelante y me presenté. Fue algo mágico porque escogí, sin saberlo, la canción preferida de mi abuelo que había fallecido tres meses antes del concurso. Era Amor eterno de Juan Gabriel.
Yo cantaba y los veía llorar. Fue una gran emoción descubrir los tantos recuerdos que esa canción despertaba en mis padres. Lo tomé como una señal”.
No ganó ese concurso pero, después de dos años lo intentó de nuevo y esa vez sí resultó ganador.
“La voz es como el paladar que hay que afinar para percibir el buen gusto, en el caso de la voz hay que afinar el oído para entender la música”.
Juan Del Bosco sabía que en su pueblo no había posibilidad de salir adelante en un campo tan particular como el del canto. Intentó recorrer otros caminos. Se inscribió en la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Iberoamericana. Impulsado por un gran deseo de poner su granito de arena para crear un mundo mejor, fundó una ONG que se llamaba Jóvenes Mexicanos en movimiento, y, gracias a la ayuda de la empresa Cemex y del Tecnológico de Monterrey, logró construir una clínica dental para personas de bajos recursos.
Por un breve período también se ocupó de política pero en lo más profundo de su ser lo único que deseaba era seguir adelante con el sueño de ser cantante.
Contando con el apoyo de sus padres, logró una beca para la Universidad de Austin en Texas y se fue a estudiar lo que siempre había deseado: música y canto.
Allí conoció a la gran Maestra de su vida, Mignon Dunn, famosa mezzo soprano quien cantó durante 40 años en el Metropolitan y compartió escena con todos los grandes desde Pavarotti a Plácido Domingo.
“Fue amor de parte y parte”, nos dice Juan con una sonrisa.
Para seguir estudiando con ella hace las pruebas para ingresar en la Manhattan School of Music. No solamente lo aceptan sino que le dan también una beca, la más alta entre las que otorga la escuela, pero que cubre solamente una parte de los gastos de la matrícula. Sin pensarlo mucho deja Austin y se muda a Nueva York.
“Soy una persona muy afortunada – explica con una amplia sonrisa – me encontraba en graves dificultades porque no tenía para pagar la otra parte de la matrícula y tampoco para vivir en Nueva York. Estuve a punto de tener que dejar la escuela. Pero vino en mi ayuda mi Maestra, Mignon Dunn. Me dijo que me iba a dar clases gratuitamente y yo no lo podía creer. Luego aparecieron otras personas que se han portado conmigo como si fueran familia. Entre todos reunieron el dinero que me permitió seguir con mis estudios. Gracias a ellos, a mis padres y a mi padrino en Morelia, he logrado salir adelante. Tengo mucha suerte. Siento un gran agradecimiento hacia la vida, hacia Dios y hacia la gente que he encontrado”.
Sin embargo, a pesar de la generosidad de los que le han ayudado, Juan Del Bosco ha tenido que enfrentar muchas dificultades.
“En Texas dormí durante dos años con mis maletas listas, nunca desempaqué, sacaba la ropa, me la ponía, la lavaba y la volvía a poner en la maleta. Dormí en tres diferentes lugares, en casas de amigos que me han apoyado y para los cuales mantengo un profundo agradecimiento.
A veces me tocó dormir en un garaje y una vez me desperté con una cucaracha en el ojo”.
El mundo de la ópera es muy duro y la competencia feroz ya que las posibilidades de trabajo son reducidas. Sin un agente es casi imposible lograr cantar en teatros de alto nivel. Los concursos también son muy difíciles y muchas veces la derrota está acompañada por la descalificación de los jurados así que hay que tener mucha fuerza para seguir adelante. “Mi Maestra tuvo que audicionar 38 veces en el Metropolitan de Nueva York para que le dieran un chance. Luego se quedó 40 años”.
Muchos de los cantantes famosos llegaron a ser lo que son gracias a un golpe de suerte. Casi todos, Pavarotti, Placido Domingo, tuvieron que sustituir a algún cantante importante por un problema de última hora. Esa fue su oportunidad para mostrar lo que valían y quedarse en los teatros para siempre.
“La voz masculina – sigue Juan Del Bosco – no madura hasta los 35 años y por eso es difícil audicionar cuando eres demasiado joven. Hay tenores con tonos que van de lírica, lírica ligero, lírica spinto y dramático. Yo empecé como lírico cuando tenía 17 años, ahora soy lírico spinto, mi voz es más oscura, metálica”.
– ¿Cuáles son las obras que te gustaría cantar?
– Me gustaría interpretar Cavaradossi en la Tosca, Turiddu en la Cavalleria Rusticana. Me gustaría hacer el Trovatore – dice con un dejo soñador en sus ojos – y por supuesto Turandot. En este momento mi voz sería justa para óperas como la Traviata, Rigoletto, Carmen. Ahora poco a poco me estoy metiendo con Puccini y por lo menos una vez en la vida me gustaría cantar una opera muy difícil, la Romeo y Julieta del compositor francés Hector Berlioz”.
Pero, aún siendo la opera su gran pasión, Juan Del Bosco ama tanto el canto que disfruta también con otro tipo de música, baladas, boleros. Su voz cálida logra atrapar la atención del público que lo aplaude con entusiasmo.
Lo hace en diferentes lugares, en fiestas, teatros, eventos de distinto tipo. En estos días está de gira en México cantando en varios teatros.
En Nueva York algunas veces canta en el restaurante Mexican Festival cuyo propietario es una persona que le ha ayudado mucho y que también ayuda a otros jóvenes talentosos para que puedan alcanzar las metas que se proponen.
Para este mismo restaurante Juan con mucho entusiasmo organiza, en las noches, unas presentaciones de músicos, con estilos diversos.
“Estoy en la disyuntiva si seguir luchando para cantar en la ópera o si perfeccionarme en otro tipo de canto. Me gustaría explorar cosas nuevas, por ejemplo me gusta la banda mexicana, creo que refinando los arreglos musicales y cantando con voz de tenor, eso podría resultar muy exitoso. Ando con muchas ideas en la cabeza”, concluye.
Fortalecido por la experiencia propia Juan Del Bosco ha creado una ONG en Nueva York cuyo objetivo es el de recolectar fondos para ofrecer becas a los jóvenes latinoamericanos que quieren ser cantantes de ópera y, aún teniendo mucho talento, no podrían lograrlo con sus medios.
Es una forma de devolver a otros lo que la vida le ha regalado a él.
– ¿Qué consejos le darías a otros jóvenes?
– Creo que todos deberíamos seguir lo que dijo el Presidente Kennedy en una frase famosa: No preguntes lo que tu país puede hacer para ti, sino lo que tu puedes hacer para tu país. Yo deseo ayudar a los demás y creo que todos deberíamos movernos en esa dirección. Deberíamos aprender a ser más generosos no solamente con el dinero sino con nuestro tiempo y nuestro compromiso.
Al percibir su entusiasmo, su deseo de ayudar a los demás, su ser positivo y generoso, no podemos dejar de pensar lo estupendo que sería que otros jóvenes como Juan Del Bosco pudieran encontrar en su camino a personas como las que lo ayudaron a él a alcanzar sus “sueños imposibles”. Qué distinto sería un mundo en el cual la palabra solidaridad reflejara una sólida realidad. Historias como la de Juan nos regalan una esperanza.