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Jose Rafael Briceño
Photo Credits (video): raphaelstrada ©

José Rafael Briceño: Humor para sanar heridas

El sentido del humor innato es algo que nos suele identificar como latinoamericanos. De los venezolanos siempre se ha dicho que pueden sacarle un chiste a todo, aunque últimamente pareciera que esa habilidad está en peligro de extinción. Hasta en el rankings del índice mundial de felicidad de la ONU, en 2017 descendieron 20 posiciones con respecto al año pasado, habiendo una variación del -8,46%.

Históricamente, el humor como oficio en Venezuela está marcado por grandes figuras, algunas más conocidas localmente, otras que han logrado trascender las fronteras.

Personajes como Aquiles Nazoa, Laureano Márquez, Emilio Lovera, Cayito Aponte, entre otros, confluyeron en Radio Rochela, el programa de comedia más conocido en la televisión venezolana, que fue transmitido desde 1959 hasta el 2010, y que marcó el sentido del humor de varias de las generaciones que vivieron en el siglo XX y en parte del XXI, con sketches que aún son referencia.

José Rafael Briceño, quien también se nutre de ese pasado, es un humorista que se ha abierto camino en la comedia a nivel internacional. Su personaje se llama “Profesor Briceño” y es así como lo conocen en patria y en el exterior.

El verdadero escenario para Briceño, el espacio en el cual se siente más cómodo y expresa su humor agudo, a veces ácido, siempre irreverente, es el teatro. Se caracteriza por ser inteligente, saber transformar en risa rabias y amarguras, y por poseer un inmenso bagaje cultural a cuesta. Todo esto, sumado a las muchas experiencias profesionales y personales, le permite ser alguien que tiene mucho para decir y no teme hacerlo.

Su vida pareciera destinada a desarrollarse entre mujeres, y mujeres fuertes, como lo son su madre, Mercedes Pulido de Briceño y su esposa, Ingrid Serrano Duque. La primera fue profesora universitaria, embajadora, psicóloga y política venezolana, ejerciendo cargos como ministra y senadora. La segunda es escritora, actriz y conductora de un programa de radio. Y, no podía ser de otra manera, también sus dos hijas son niñas: Bernarda y Alma.

 

Foto cortesía de José Rafael Briceño
Foto cortesía de José Rafael Briceño

 

Para hablar del sentido del humor del venezolano, es necesario mencionar la Radio Rochela. ¿Cuál cree que fue su impacto en la comedia venezolana?

Grandísimo, no hay duda. Nos dejó referentes significativos. En Venezuela todos los humoristas, sea cual sea su estilo, recordamos o hacemos alusión a un sketch o un momento de Radio Rochela. Era una comedia ligada a los hechos reales, tenía el dedo colocado sobre el pulso nacional.

La Rochela dio en la clave de lo que debe ser el humor que quiere llegarle a la gente. Su desaparición ha generado un vacío que fue ocupado por los stand-up comedy.

 

¿Podríamos decir que los stand-up son un movimiento que nace de la crisis?

No solamente. Yo creo que la vida misma es crisis. Es algo que nos distingue a los seres humanos. Tú no ves al oso con dilemas existenciales, diciendo cosas como: “qué fastidio tener que ir a tumbar ese panal de abejas” o “se está acercando la temporada de salmón. ¡No quiero ir al río, pero tengo que hacerlo porque es el único momento del año en el cual puedo obtener esas proteínas casi gratis!”… El ser humano vive en la constante tensión entre lo que quiere y lo que debe hacer. Por mucho que hayamos desarrollado un paraguas de bienestar social que asegura cosas que nuestros antepasados no tenían, siempre hay algo que nos enrolla. En Suiza tuvieron que poner una reja en un puente en Navidad para que la gente no se matara ¡Y es Suiza!

Volviendo al stand-up en Venezuela, hay varios factores que abrieron el camino para este formato. Antes que nada el surgimiento de los circuitos que ofrecieron los espacios en los cuales realizarlos.

Sin embargo es evidente que la crisis ayudó a su desarrollo. Aquí se puede ver Seinfeld o Friends, pero la realidad es que no vivimos en Nueva York ni tomamos café en un sofá.

El mismo Seinfeld, los especiales de HBO y Comedy Central, en cierto sentido hacen que la gente se dé cuenta de que existe este formato que se llama stand-up, que no es el chistólogo, ni un personaje o un sketch… De alguna manera, es la suma de todos esos factores que juntos generan un boom.

También hay una cantidad de personas que están deseando decir cosas, y en medio de esta situación tan crítica piensan: “ya va, yo tengo que poder pegar este grito en algún lugar”.

 

Se dice que el venezolano es alegremente irresponsable. ¿Usted piensa que es un humor que carece de reflexión?

No. Antes que nada hay que entender que hay muchos tipos de humor en todas partes. Ciertamente en Venezuela siempre ha habido una facilidad para la risa y el chiste aunque ese rasgo ha ido desapareciendo, y eso merece una reflexión interesante. Hay ciertas cosas de las que el público no quiere reír. Yo tengo una ventaja porque hago mucho humor con la ira. Puedo hablar de algunos temas, y a veces el público no está riendo conmigo sino de mí. Piensa: “Pobre tipo, no se puede asumir todo tan en serio porque mira como uno termina, como un enfermo. Le va a dar un infarto”.

Me parece una salida fácil decir que esto que nos pasa es porque el venezolano es guapachoso. La realidad es más compleja. Sí, creo que somos frívolos, pero en el buen sentido de la palabra. Somos una gente que disfruta mucho de la sensualidad, del momento, del color, de una sensación, de un olor… El problema es que no queremos aparecer frívolos, sino ser un ejemplo para el mundo. Ser Bolívar.

Nos encanta aspirar a una solemnidad que no es nuestra. Al venezolano eso no le queda bien, al igual que al holandés no le queda bien la salsa casino. Habrá sus excepciones de gente solemne, pero esa no es la corriente general. Son pequeñas perlas de filosofía en medio del mar de escarcha y lentejuelas que somos.

 

¿Qué intenta enseñarles a sus hijas sobre la posición de la mujer en el mundo?

Ellas tienen una madre demasiado increíble, además de su abuela, que pudieron conocer; así que yo no tengo que enseñarles nada sobre la mujer. Mi esposa es muy independiente y toma sus propias decisiones. Es un ser espiritual, amoroso, disciplinado, fuerte… La verdad es que yo no tengo mucho que aportar. Sólo estoy tratando de que coman y no me maten.

 

Ahora que menciona a su madre, ¿Hasta qué punto ha influenciado su forma de ver el mundo?

Muchísimo. Crecí en una casa donde se leía y hablaba de lo que estaba ocurriendo. Gracias a ella sabía de sociología y psicología mientras que con mi padre aprendí de teología e historia.

Ambos nos enseñaron a mí y mis hermanos a no ir por el mundo sin hacernos preguntas o sin leer las cosas que pueden ayudarte a tener informaciones suficientes para hacerte buenas preguntas. En mi papá había una frivolidad, una ligereza que me ayudaba a equilibrar la solemnidad alemana de mi mamá, quien echaba un chiste una vez cada cinco años.

 

José Rafael Briceño
Foto cortesía de José Rafael Briceño

 

¿Por qué, a pesar de haber crecido en ese ambiente, escogió la comedia y no la política?

¡Porque yo vi a mi madre vivir en la política! Yo no tengo el estómago para tragar ciertas cosas que yo sé que ella tuvo que tragar. Si no hubiese visto tan de cerca ese ambiente, probablemente habría cometido el error de meterme a político. Hubiera sido una gran equivocación porque no va con mi personalidad. Creo que hace falta un espíritu mucho más noble que el que yo tengo.

 

Hace un año decía en una entrevista que el documental Winter on fire no era un ejemplo a seguir para los venezolanos. ¿Cuáles serían los ejemplos que aconsejaría seguir?

Hay que ver lo que fue el apartheid en Sudáfrica. Un grupo de personas se dio cuenta que nada se podía lograr con las armas, y que era necesario demostrarle al mundo que ese sistema estaba podrido. Había que ejercer una presión, hacer un trabajo desde adentro. Lograr eso en Venezuela pareciera lo más difícil: la reconciliación nacional. Entender que en el fondo hay muy pocos culpables. Yo odio la palabra víctima, pero aquí todos somos víctimas de un sistema en el cual hay muy pocos incentivos para hacer bien las cosas. Todo está diseñado para que el trabajo no tenga valor. Es mucho mejor cuadrar un contrato con el gobierno y, en dos meses, crecer mucho económicamente, que invertir una vida en crear una empresa que te podrían quitar. En sentido económico y político, somos parte de un sistema en el cual ni chavistas ni antichavistas han tenido el mejor incentivo para trabajar bien.

En este momento, el escenario de Venezuela es similar al que enfrentó Violeta Chamorro en Nicaragua, cuando los otros países presionaban para que ocurriera una elección en los mejores términos posibles. En Ucrania fue diferente. Ahí había veteranos de la guerra de Afganistán y una Europa capaz de controlar y contener. ¿Tiene que haber beligerancia en la calle? Sí, tiene que haberla. Tiene que haber una protesta fuerte, pero lo que hay que evitar es la violencia porque de otra forma la protesta pierde legitimidad. Eso es lo que entendió Martin Luther King. Él decía “yo soy demasiado radical para los pacíficos, y demasiado pacífico para los radicales. Yo no complazco a nadie. Entonces tengo que vivir en la tensión de esto”.

 

En otra entrevista, comentaba que veía futuro en la dirigencia joven de la bancada opositora. ¿Hoy diría lo mismo?

Sí, pero se les está acabando el tiempo para matar a los viejos.

 

¿Votar o no votar?

En este momento, no se puede votar. Te lo digo yo que soy un adicto literalmente al voto y que creo en él porque pienso que las vías pacíficas son las más fuertes.

 

Actualmente tiene con su esposa, Ingrid Serrano, una conferencia llamada “Emigrar a un país llamado Venezuela”. ¿Cómo es ese lugar al que quisieran ir?

Es un concepto que creó ella. Cuando ves las historias de los emigrantes te das cuenta que desarrollan unas estrategias y herramientas que no tenían cuando vivían en Venezuela. Uno se sorprende al escuchar que fulanito está en Chile trabajando de lunes a domingo, cuando sabes que aquí era flojísimo y pasaba los domingos en la playa. También hay venezolanos que emigran pero solamente con sus cuerpos, ni su alma ni su forma de pensar han emigrado, y entonces “pelan bolas”, como decimos aquí.

La mayoría de los que tienen éxitos fuera del país, entienden y aceptan que están en otro lugar con distintas oportunidades. Es un proceso que describimos en la conferencia. Lo que pedimos es “haz ese proceso en tu propio país, termina de aceptarlo y reconocerlo de nuevo. Olvídate del país que te quitaron, te robaron, que iba a ser, donde crecieron tus padres… Ese país no existe. No busques quién tiene la culpa”.

Cuando uno llega a otro país no se pregunta por qué es así, sino simplemente lo acepta y ya. Tenemos que mirar a nuestro país y decir “Venezuela es así”. Así como en otro país dices “¿Dónde están las oportunidades? ¿Dónde están los riesgos? ¿Dónde están las áreas de trabajo? No necesariamente voy a trabajar exactamente en lo que quiero”. Pueden hacer lo mismo aquí. La Venezuela a la que uno tiene que llegar es un país con una situación crítica pero lleno de oportunidades, de una inmensa cultura y de gente que tiene cosas interesantísimas que aportar.

Por ejemplo, este es un momento de oro para el periodismo de investigación. ¿Quién iba a decir que dentro de una dictadura era cuando se iba a dar su momento de oro? Tenemos a Armando.info, reportajes como los de El Estímulo o los independientes, que no tenían necesariamente ese nivel cuando había una prensa escrita. Entonces, se trata de eso también, de ver los aspectos positivos y las oportunidades que ofrece el momento.

 

¿Cuáles son sus proyectos para este año?

Principalmente, una gira internacional con mi show de stand-up y continuar con “5 minutos más”, el programa que arranqué en la radio junto a Rey Vechionacce y Paula Díaz.

También está un proyecto de mi mujer, un monólogo, así que tendremos que cuadrar los tiempos para que todo funcione.

Seguiré con Reporte Semanal, haciéndolo crecer para lograr nuevos niveles de creatividad. Cuando ya tienes tres años con un formato, te preguntas “¿Para dónde va esto ahorita?”, porque sabes que se puede desgastar.

Por último, hay un proyecto de un show de stand-up con una figura del periodismo que no puedo nombrar en este momento, pero sé que va a sorprender a muchas personas.

 

Hablar con una persona que no sólo hace comedia, sino que siempre ha vivido muy de cerca la política, es algo que me hace reflexionar sobre nuestra condición humana. El profesor Briceño viaja en distintas ciudades del mundo, pisa los teatros de Miami donde hay un público entusiasta que le espera, y luego vuelve a Venezuela, un país marcado por divisiones profundas donde no pareciera divisar puntos medios. Chavistas y opositores, los que ríen y los que no, los que lloran y quienes montan la fábrica de pañuelos, los que nos vamos y los que nos quedamos, como dice Lupe Gehrenbeck… Quizás el humor sea el único vehículo que pueda crear un puente para sanar heridas y crear un país en el cual “valga la pena emigrar”.


Photo Credits (video): raphaelstrada ©

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