A 150 kms de la capital de Ecuador, Quito, en medio de la cordillera de Los Andes, pero curiosamente abrigado por un clima seco tropical, se encuentra el Valle del Chota, territorio que, durante el siglo XVII, fue el principal asentamiento de esclavos africanos traídos por los jesuitas a trabajar en los cañaverales y minas ecuatorianas a través del comercio trasatlántico. Producto de esta fusión cultural indígena, mestiza y africana, nació un género musical conocido como bomba, que para la cultura Lukumi en el África era sinónimo de purificación física y espiritual. Su elemento mágico es el tambor de percusión llamado de la misma forma. Este tambor, en marzo de 2014, fue añadido a la colección de instrumentos musicales del museo Metropolitano de Nueva York.
En el valle del Chota, nació José Juan Paredes Congo, quien, contrariando a la tradición cultural de convertirse en futbolista como única alternativa de superación, decidió seguir su pasión, la música. Después de haber sido becado por el Conservatorio Nacional del Ecuador, migró a los Estados Unidos, donde fundó el grupo musical y movimiento cultural Chota Madre, con el cual ha recorrido varios países, exponiendo y promoviendo la bomba afro ecuatoriana en el mundo. Hoy, además de ser director musical, y gestor cultural, es profesor de bomba afro ecuatoriana en Fordham University en Nueva York, y aunque dice que aún queda mucho por recorrer, afirma que su cultura y los valores de identidad inculcados por sus abuelos, fueron la fuerza que lo motivaron a cambiar su destino.
¿Como nació Chota Madre?
Chota Madre nació en el 2010, yo tenía poco tiempo de haber llegado a Nueva York. Participé en una tarde de jamming musical junto a un amigo también ecuatoriano, Christopher Terán. Allí nos dimos cuenta que ambos teníamos la misma pasión y entusiasmo por el género bomba. Entonces, sentimos la necesidad de hacer algo grande, de crear y compartir. En mi caso, de combinar lo que más amo, mi cultura y la música. De ahí el nombre de Chota Madre, salió de una adaptación entre Valle del Chota, que es de donde vengo, y madre, un dicho típico ecuatoriano que refleja cultura, entusiasmo, orgullo.
¿Y desde cuándo empezó ese entusiasmo por la música?
Mi gusto por la música lo heredé de mi mamá y de mi abuela. De hecho, una de las canciones populares más escuchada y que ha sido reproducida por un sin número de artistas por todo el continente “Pasito tun tun”, fue creada por mi abuela. Yo crecí entre música y bomba, y con valores como respeto y humildad. Desde que tengo uso de razón, sé que me quise dedicar a esto, y no ser futbolista de la selección, como la mayoría de mis amigos.
Cuando estudié en el Conservatorio Nacional, aprendí mucho de orquesta, tuve la opción de ir a Suiza para especializarme en ello. Pero no lo hice porque sabía que lo mío era otra cosa. Quería crear algo nuevo, algo que no se ha hecho, compartir mi cultura a través de mi música, hacer mi historia. Vine a Estados Unidos y nació Chota Madre, que ha sido el camino para viajar por todos lados, e ir dejando una huella desde el Chota para el mundo.
Con Chota Madre te has presentado desde México hasta Uzbekistán, lo que refleja la enorme diversidad internacional de tu audiencia y la acogida que tiene tu música. ¿Recibes ese mismo reconocimiento también en Ecuador?
Lamentablemente no. En mi propio país, la cultura afro ecuatoriana es aún discriminada y poco valorada. No recibe el apoyo que necesita, y la gente prefiere escuchar música extranjera, o más comercial. A pesar de eso, hay varios artistas ecuatorianos, no precisamente afrodescendientes, que han hecho bomba, o han creado fusiones con otros estilos de música nacional. Y aunque esto no sea auténtico, me parece muy positivo. De cierto modo, ellos están aportando a que nuestra música llegue a más personas, a más lugares. Y porque no, a motivar a más afro ecuatorianos a estudiar, mejorar su técnica musical, y así, posiblemente, tener más visibilidad.
Al hablar de invisibilidad o discriminación hacia el afro ecuatoriano, ¿cual crees tú que sea la razón por la cual persista aún hoy en día? ¿Crees que la educación tradicional ha dejado de lado la historia del afro ecuatoriano?
Efectivamente. La educación tiene bastante que ver. Por ejemplo, cuando yo iba a la escuela, en Quito, se nos enseñaba acerca de los héroes ecuatorianos independentistas, o mejor dicho de los que constan en los libros de historia. Sin embargo, existe el otro lado de la historia, la de los débiles, de los que no tienen representación. Esa no está en los libros, pero se transmite de generación en generación. Por ejemplo, en Ecuador hubo un héroe afro ecuatoriano llamado Alonso de Illescas, quien de niño fue un esclavo cimarrón y siempre luchó por la libertad y la abolición, hasta que la consiguió. Posteriormente fundó y lideró el cacicazgo Reino de los Zambos de Esmeraldas. Sin embargo, sólo pocos conocen de su existencia, no aparece en los libros de historia ni en la memoria colectiva. En la escuela nos enseñaban que los españoles eran los guerreros y los fuertes, mientras que los negros éramos lo peor de nuestro pueblo. A los afro ecuatorianos solo se nos conoce como futbolistas, y tantas cosas más discriminadoras. Creo que por eso hace falta, una mejor educación, y que se nos dé más visibilidad en las artes, en la política y en la educación.
Hablando de educación, ¿por qué crees que los afros ecuatorianos se han desarrollado académicamente menos con relación a otros grupos culturales en el Ecuador?
Porque se ha creado esa ideología de que la única alternativa de progreso para un afro ecuatoriano es la de convertirse en futbolista, esa pareciera ser la única forma de salir adelante. Y de allí parte mi motivación en demostrarles a ellos y a todos que hay otras formas más de triunfar, y que, sí se puede, haciendo lo que nos gusta. A pesar de todos los prejuicios y de los comentarios discriminatorios que he recibido, yo me arriesgué a hacer lo que me gusta. También intenté ser futbolista, y me di cuenta que hubiera sido un fracasado por el resto de mi vida. Y para eso, hoy hago todo lo que hago. Es para motivar al afro choteño y al músico ecuatoriano, para decirles que sí se pueden hacer grandes cosas. Lo importante es educarnos y dar un ejemplo de cambio.
Basado en tu experiencia migratoria, ¿cuál es la diferencia entre ser afrodescendiente en Ecuador o Latinoamérica, y ser afrodescendiente en Estados Unidos?
Las diferencias, están mucho más marcadas en América Latina, producto de las ideologías segregadoras, desde la colonización, por supuesto. He visto que aquí los afrodescendientes tienen mucha más representación, más voz. Y aunque la historia de esclavitud y desigualdad también los ha opacado por siglos, hoy son un grupo que ha salido adelante. Claro, no es que exista una igualdad absoluta, y debo reconocer que antes de venir acá, tenía una idea bastante diferente de la realidad. Pensaba que la palabra discriminación aquí en Estados Unidos ya no existía. No es así. Y tener que darte cuenta de que en todo el mudo existen esas diferencias es bastante fuerte.
El ser migrante, afrodescendiente y latino, dos minorías étnicas en el contexto estadounidense, puede implicar un doble reto, tanto lingüístico, como cultural. ¿Lo ves de esa manera?
Bueno, creo que un afrodescendiente, aquí o en cualquier otro lado, deberá enfrentar siempre algún reto. En cuanto a mi relación con los afros estadounidenses, es positiva. Muchos me han dicho que me respetan porque ven cuán orgulloso me siento de mi cultura. También ocurre que cuando sales, te vuelves más ecuatoriano y valoras mucho más tu cultura. Yo me siento orgulloso de ser quien soy y de donde vengo. No lo veo como algo negativo sino como un reto que me ha hecho sentir más orgulloso de mis orígenes.
¿Y cómo se dio la oportunidad de enseñar en Fordham?
En una de mis presentaciones con Chota Madre, llegué a conocer a quien dictaba la materia en ese entonces. Al final se me acercó y me dijo que no hubiera debido ser él sino yo la persona más idónea para hacerlo. Fue una enorme sorpresa, así como el ver que ya desde hace mucho había alumnos interesados en aprender bomba afro ecuatoriana y que en gran mayoría eran gringos a quienes les entusiasmaba mi música. Es así como me he dado cuenta de que la música conecta, no tiene barreras, une naciones, culturas. Me da mucha felicidad saber que lo que soñaba era posible, y pues mi misión de vida es llevar mi cultura por el mundo.
Y ahora, que has logrado mostrar el talento artístico y el valor cultural de la gente del Chota ¿Crees que las cosas empezarán a cambiar?
Lamentablemente, hoy en día todavía es común ver a niños que siguen corriendo con los pies descalzos en el Chota. Lo que yo busco es apoyar a cada uno de ellos a través de la educación y de la música.
Entonces, con todo el activismo que realizas, ¿Cuál es el legado que José Juan Paredes Congo quiere dejar?
Mi legado es el de compartir, amar tus orígenes, tus valores y tu familia. Es el de luchar por los sueños porque, de una u otra manera, hagamos lo que hagamos, al cumplir nuestros sueños estamos engrandeciendo nuestra cultura.