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Jorge Torres

Jorge Torres: vivir en un mundo sin fronteras

NUEVA YORK: El mundo que sueña Jorge Torres pareciera un ideal imposible de alcanzar. Y sin embargo nos preguntamos ¿cuántos de los logros que hoy damos casi por descontado, en su momento parecieron sueños inalcanzables? ¿Cuántas veces grupos de personas llenaron las calles, entre el escarnio de las mayorías, para lograr propósitos de los cuales hoy nos beneficiamos todos?

Sin esos soñadores, sin esos activistas, muy distinto sería el mundo en el que viviríamos actualmente.

Jorge Torres no se limita a soñar sino que lucha día tras día para alcanzar la meta de una sociedad más justa y equilibrada, una sociedad que aprenda a respetar al ser humano, venga de donde venga, con su cultura, su lengua y tradiciones, y en la cual cada persona pueda buscar su camino y construir su futuro.

Ecuatoriano de nacimiento, Jorge Torres llegó a Estados Unidos junto con sus padres, siendo poco más que adolescente. Viaje difícil poblado de esperanzas, de proyectos familiares que se estrellaron, al llegar a este país tantas veces imaginado y soñado. Al cruzar la frontera y al llegar a Connecticut los sueños se transformaron en pesadillas. Jorge y su familia se volvieron unos indocumentados, seres sin derechos, sombras que, como dice Torres con un dejo de amargura, “pueden poseer un documento que les permita pagar los impuestos pero no pueden tener un documento que les permita trabajar honestamente para así ganar y tener como pagar ese impuesto”.

Para él que llegaba con la ilusión de estudiar fue un trago amargo tener que descubrir que, a pesar de haber obtenido una beca para ingresar en la Universidad, su estatus de indocumentado no le permitía acceder a la casa de estudios. Tampoco era fácil encontrar trabajo y los que conseguían eran humildes y mal retribuidos.

En un primer momento pensé regresar a mi país – nos dice – pero eso hubiera significado dejar a mis padres y a un hermano mayor que ya vivía aquí. Nosotros somos una familia muy unida y queríamos luchar juntos”.

Se quedará y vivirá en carne propia el drama de la inmigración ilegal, las angustias, las humillaciones y el miedo de las deportaciones.

Entra en contacto con organizaciones que brindan ayuda a los inmigrantes y entiende que su realidad es la misma que viven muchísimas otras personas. “Eran millones. Descubrí que no era ni raro ni de otro planeta. Junto con ellos tomé conciencia de la violación de derechos humanos de los cuales éramos víctimas los indocumentados.”

Sus heridas encuentran consuelo en las de los demás hombres y mujeres que viven sus mismos miedos, decepciones y humillaciones y Jorge Torres decide que ese es su camino: ayudar a los indocumentados, darles asistencia, información, luchar por sus derechos, romper las cadenas del miedo, miedo del que recibe a un ser de otro país y miedo del que viene y teme perderlo todo y ser deportado.

Es un camino arduo pero Jorge Torres cree en lo que hace y no deja de perseguir sus metas. Trabaja en una fábrica con papeles falsos y con lo que gana logra pagarse una o dos clases semestrales en la Universidad. Finalmente se gradúa en cinematografía, funda su propia ONG en New Jersey que dirige y a través de la cual ofrece asistencia a los detenidos. Hoy es ciudadano americano y trabaja como Coordinador de El Centro del Inmigrante – Worker Center.

Creo firmemente que la emigración, lejos de representar un problema, es una gran riqueza y un valor agregado para los países que la reciben. Entre más variedad de culturas, lenguas y tradiciones subsisten en un mismo territorio, más rápido es su crecimiento humano y económico. Lo demuestra la historia de todas las naciones que han tenido importantes flujos inmigratorios. Un ejemplo lo tenemos aquí mismo, en Estados Unidos, una nación que se ha hecho grande con el aporte de distintas comunidades a lo largo de su vida. Hoy nos toca a los latinos y en Staten Island, donde tiene su sede el Centro, han sido los latinos con sus pequeños negocios, actividades, restaurantes, los que ayudaron a superar la crisis que paralizó al país en 2008”.

Al vivir en constante, estrecho contacto con centenares de inmigrantes indocumentados Jorge Torres conoce sus problemas y preocupaciones y, como Coordinador del Centro de los inmigrantes, organiza cursos de inglés, de computación, talleres de seguridad y salud para los trabajadores y trabajadoras, ofrece asesoría legal, médica y de asistencia y planificación económica a la comunidad.

“También luchamos en contra de las deportaciones, del robo de salarios, de la violación de los derechos humanos y para garantizar seguridad a los trabajadores y trabajadoras”.

Entre 2mil quinientos y 3mil inmigrantes transitan por el Centro todos los meses, muchos son jornaleros quienes en su mayoría llegan de México aunque crece el número de los que llegan de Centroamérica, Perú y otros países de América Latina.

“Lamentablemente las grandes esperanzas que teníamos puestas en Obama se han quebrado. Nunca hubo en el pasado tantas deportaciones como las que hemos tenido durante las dos presidencias de Obama. Hablamos de más de 1200 deportados diarios y solamente el cinco por ciento de ellos son delincuentes. La gran mayoría son trabajadores, familias enteras”.

Con un dolor que los años no han logrado apagar Torres nos explica que las leyes aprobadas en Arizona, SB 1070 y en otros estados del oeste del país, como el Programa de comunidades seguras, han permitido el cruce de datos entre la policía y la oficina de inmigración, los polimigra como los llama coloquialmente.

“Es suficiente que un policía te pare por una mínima infracción de tránsito, por ejemplo porque no funciona el bombillo de la placa de tu carro, para que inmigración intervenga y te lleve a los centros de detención donde te quedas en esperas de ser deportado”.

Su indignación es evidente.

“Esas leyes que yo considero racistas, han permitido un fuerte incremento de los deportados y de los encarcelados lo cual representa una ventaja para el sistema de las cárceles privadas cuyo presupuesto sigue aumentando. Sabemos que hay corporaciones que invierten cada año mayores recursos en cárceles privadas y por lo tanto hacen presión en el Congreso para que sean aprobadas las leyes antiinmigrantes. Las cárceles están llenas de familias de trabajadores honestos. El porcentaje de delincuentes es mínimo y, además, ellos también deberían tener el derecho de ser juzgados y eventualmente pagar su condena en Estados Unidos”.

Jorge Torres apunta el dedo contra las multinacionales.

“Muchos inmigrantes son víctimas de los estragos que hacen las multinacionales en sus pueblos. A raíz de los acuerdos de libre comercio que los gobiernos han firmado con Estados Unidos y Europa las multinacionales entran en nuestros países y destruyen la producción local. Sembrar y cosechar en nuestros campos ya no ofrecen una garantía de vida y muchas personas se ven obligadas a dejarlo todo y a emigrar. Hubo quien dijo que los padres que ayudaban a sus hijos, muchos de ellos niños pequeños, a salir del país lo hacían por falta de amor. Es increíble que puedan pensar eso. La verdad es lo contrario, hay mucho amor y mucho dolor detrás de esas decisiones”.

La crítica de Jorge Torres no es menos dura con los políticos de Estados Unidos.

Políticos de todas las tendencias alimentan las esperanzas de los inmigrantes pero, cuando llega el momento de mantener las promesas, dan siempre la culpa a los del otro bando.

– ¿Y la reforma inmigratoria de Obama?

– Es insuficiente. Quedan afuera los jornaleros, realidad que conocemos bien ya que nuestro Centro opera en estrecho contacto con sus asociaciones. Son personas quienes trabajan duramente para ayudar a sus familias y no tienen la posibilidad de traerse a sus cónyuges e hijos a Estados Unidos. También quedan excluidas las parejas de gay, lesbianas y transexuales quienes no pueden tener hijos y muchas veces son deportados a sus países aún a sabiendas de que allí son víctimas de acoso y hasta corren peligro de vida. Tampoco pueden beneficiarse quienes, por edad, ya no pueden tener hijos. Es una ley que deja fuera a casi 7 millones de personas, una grave discriminación.

Tras un momento de silencio Torres continúa:

– Y no hay que olvidar que lo que se ha logrado hasta ahora es fruto del valor de las personas quienes, cansadas de vivir en la sombra, de ser humilladas y discriminadas, han salido a la luz y llenado las calles para pedir justicia. –

– ¿No crees que habría que encontrar una vía intermedia entre la necesidad de los inmigrantes y la de los países que los reciben?

La respuesta de Jorge Torres es inmediata y segura:

– Sigo pensando que los inmigrantes son un recurso muy positivo para cualquier país. Creo que todo ser humano debería sentirse libre de establecer su vida y desarrollarse donde prefiera.

– ¿Hablas de un mundo sin fronteras?

– Cuando miras a la tierra desde un avión no ves fronteras, esas líneas han sido trazadas para sistematizar, perfilar, discriminar. En el Centro creamos un proyecto transnacional con el cual logramos romper las fronteras. Creamos un único pueblo entre las personas de San Francisco de Tetlanohcan y San Gerónimo que viven en México y los que viven aquí. Gracias a ese programa hemos podido traer a personas, en su mayoría indígenas, con sus papeles en regla y logramos que se juntaran familias que tenían muchos años divididas. Fue un proyecto que desarrollamos junto con alcaldes y Universidades, instituciones que invitaron a estas personas a hablar de sus tradiciones y presentar sus culturas.

Es hermoso el mundo al cual aspira Jorge Torres y nos gustaría vivir en él. Sabemos que es difícil lograrlo pero admiramos profundamente a quienes, con una labor constante y una apasionada testarudez, luchan para lograrlo.

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