NUEVA YORK: De semblante austero y de hablar pausado, Jorge Rivas se pasea entre las piezas de la exposición “Moderno: Design for Living in Brazil, Mexico, and Venezuela, 1940-1978” de la cual fue curador principal y que se inauguró hace unos días en Americas Society. Nos relata la historia de los objetos expuestos y el valor que tuvieron en su momento.
Jorge Rivas, historiador y diseñador, nos habla con la meticulosidad del estudioso y la pasión del creativo.
“Siempre me ha interesado el mundo de la cultura material, los objetos que nos rodean en el día a día, los que nos acompañan durante una vida en nuestras casas y en las oficinas. Me interesa saber cómo se producen, quién los hace, quién los diseña, cómo se usan, cómo se desechan. Los objetos representan trazas de la historia de la humanidad.”
A desentrañar el mundo que cada objeto encierra, Jorge Rivas ha dedicado años de su vida profesional. Arquitecto graduado en la Universidad Central de Venezuela, se ha especializado en diseño industrial en la Universidad de Florencia y, tras trabajar unos años como diseñador industrial en Italia y en Venezuela, y posteriormente como curador de arte colonial en la Colección Patricia Phelps de Cisneros, se ha ido sumergiendo más y más en la historia del diseño y ha cursado un doctorado sobre ese tema en Nueva York, en el Bard Graduate Center.
– ¿Por qué escogiste Estados Unidos y no Europa o América Latina para cursar tu doctorado?
– Este es un país en el cual la investigación es respetada y la historia de cualquier parte del mundo es importante. Hay extraordinarios historiadores y una cantidad inmensa de libros, documentos y archivos que van desde la época de la postconquista hasta nuestros días. En las bibliotecas atesoran una riqueza de material como en ningún otro país. Eso te permite tener una visión completa. Puedes hacer comparaciones transversales que son fundamentales cuando quieres colocar tu investigación en un contexto más amplio que abarque no solamente América Latina, el Caribe y Norteamérica sino también Europa. Esos recursos no existen en otros países, menos en los de América Latina.
Jorge Rivas tiene dos amores, el diseño y el arte colonial. Durante un tiempo, en Venezuela, ha podido fundir ambas pasiones diseñando muebles y objetos para una de las tiendas más exquisitas de Caracas, Casa Curuba, pequeña oasis donde lo colonial y el design se transforman en belleza. Anteriormente había trabajado en un estudio de diseño industrial en Italia y tiempo más tarde se ocupará de la sección de arte colonial de la colección Patricia Phelps de Cisneros.
“Lamentablemente en Venezuela no hay una industria que estimule y anime la actividad de los diseñadores. El mercado es muy pequeño y ni los industriales ni los gobiernos han favorecido el desarrollo de una industria que apoyara el diseño nacional. Era mucho más fácil copiar diseños del extranjero o traer directamente los productos hechos afuera”.
– Volviendo al arte colonial, debe haber sido muy frustrante para ti, que eres un historiador e investigador, asistir a la destrucción sistemática de todo vestigio colonial en tu país, Venezuela.
– Es verdad, es triste asistir a la pérdida de nuestro patrimonio artístico, de las huellas de nuestra historia. Una destrucción que en algunos casos ha sido motivada por simple ignorancia y en otros por afán de lucro. En Caracas prácticamente no queda ninguna casa de la época colonial, todo está modificado, alterado y lo poco que queda son pequeñas oasis como la Quinta Anauco y la Cuadra Bolívar que eran casas de campo y no de ciudad. Con la expansión del gran urbanismo y sobre todo durante la época de Pérez Jiménez fue destruido lo poco que quedaba y lo mismo ha pasado con la arquitectura del siglo XIX y de los años ’30. En la urbanización Campo Alegre han demolido las casas de Manuel Mujica y de todos los arquitectos de los años ’30 y ’40. A veces son los mismo arquitectos los que demuelen las obras de sus antecesores para hacer otras nuevas. Es doloroso porque demuestran muy poca conciencia histórica.
Hay casos aislados de personas que han dedicado su vida a evitar que nuestra historia se perdiera por completo. Juan Röhl, Carlos Manuel Möller, Alfredo Boulton, Graziano Gasparini, Carlos Duarte, entre otros, han luchado cada uno en su campo para salvaguardar y rescatar lo que quedaba de la época colonial.
– ¿Y en los otros países de América Latina?
– Probablemente México y Argentina sean los dos países donde se ha desarrollado mayor sensibilidad y atención hacia el pasado colonial. El tercer país es Perú. En México desde principios del siglo XX han habido muchos investigadores estudiando el pasado colonial, basta recordar el gran trabajo efectuado por Manuel Romero de Terreros, Manuel Toussaint y toda una generación posterior en los años ’50 y ‘60. Hoy en día sigue habiendo mucho interés y hay buenos historiadores como Gustavo Curiel quien se ha ocupado de la cultura material virreinal.
En Argentina, sobre todo a partir de los años ’30 empiezan a aparecer estudiosos que se dedican a rescatar la historia del pasado colonial. El trabajo de recopilación histórica e inventario que hizo Héctor Schenone para la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires ha sido gigantesco. En Perú, a partir de los años ’20 empezó el interés hacia el patrimonio peruano que, si bien está bastante deteriorado, no se ha perdido. Hay museos como el de Arte de Lima donde se hacen esfuerzos muy importantes para preservar este patrimonio.
– ¿Qué diferencia hay entre los que se dedican a la recopilación de la documentación y los que se ocupan de su análisis?
– Son dos vertientes de la historia del arte igualmente valiosas. Quizás la más difícil sea la de interpretación del material histórico. A veces los historiadores se limitan a repetir lo que ya se ha dicho sin tratar de ampliar los horizontes y la visión de las anteriores interpretaciones. Pero ahora también eso está cambiando y por ejemplo hay dos historiadoras venezolanas, Janeth Rodríguez Nóbrega de la Universidad Central y Mónica Domínguez Torres, docente en la Universidad de Delaware que están haciendo un trabajo importante, la primera sobre la pintura y la otra sobre historia material colonial.
– Pareciera que los países menos desarrollados son los que logran mantener mejor su patrimonio colonial…
– No me gusta clasificar a los países en base a la riqueza, creo que hay países donde hay mayor o menor respeto hacia la historia y el patrimonio cultural. Un país que siempre ha sido muy próspero como México conserva muchísimo de su pasado y Perú también fue extraordinariamente rico a finales del siglo XIX con la gran bonanza del guano. Otro país que cuida su patrimonio cultural es Brasil y tampoco es un país pobre.
– ¿Aquí en Estados Unidos hay respeto hacia nuestro pasado colonial y en general nuestra arte?
– Muchísimo. Aquí hay una enorme actividad académica, casi todas las Universidades más importantes tienen investigadores trabajando sobre esos temas. Se hacen exposiciones, los Museos tienen estupendas colecciones, en Nueva York el Museo de Brooklyn tiene una colección de arte colonial muy buena, lo mismo vale por la Hispanic Society, el Metropolitan Museum está empezando a coleccionar y ni hablar del MoMA y su colección de arte moderno latinoamericano. También Museos más pequeños como el Museo del Barrio tienen una importante actividad enfocada sobre todo hacia el arte contemporáneo y moderno. Se organizan constantemente conferencias, seminarios, coloquios, visitas guiadas, se editan libros y hay siempre un público interesado.
– La exposición que acabas de inaugurar en Americas Society se centra en tres países muy distintos entre ellos: Brasil, Venezuela y México. ¿Por qué escogieron estos y no otros?
– Junto a mis colegas María Cecilia Loschiavo dos Santos de Brasil y Ana Elena Mallet de México, la idea fue hacer una lectura comparada de tres países que, aún siendo muy distintos, tuvieron políticas de estado desarrollistas muy importantes a partir de la segunda mitad de los años ’40. En ese momento el diseño se convierte en un instrumento de desarrollo y vemos diferencias y similitudes al contraponer los objetos de distintas proveniencia y elaborados en distintos momentos históricos.
A través del trabajo de los diseñadores podemos notar lo que cada país tiene en común y lo que los distingue. Quisimos analizar cómo se desarrolla la industria nacional, cómo la tradición local, las culturas precolombinas, indígenas y coloniales se insertan dentro de ese desarrollo, cómo y hasta qué punto son utilizados los materiales locales. Pudimos constatar como en esos años los diseñadores buscaban un lenguaje propio que los ayudara a mezclar elementos de la identidad nacional con las nuevas tendencias europeas y norteamericanas. Y los resultados han sido distintos en cada país.
Escogimos a México porque su pasado prehispánico es fundamental y luego fue capital virreinal, Brasil pertenece a un universo completamente distinto, su cultura es portuguesa y también fue un imperio. En los años 50 tuvo una enorme expansión sobre todo con el Presidente Juscelino Kubitschek quien logró realizar el viejo anhelo de una nueva capital y en cinco años inauguró Brasilia. Venezuela fue un país muy rico en los años 40 – 50, un país grande, relativamente con poca población, una gran inmigración y una gran voluntad de ser un país extraordinario.
La galería de Americas Society ha quedado en silencio. Paseamos la mirada por las piezas de la exposición. Tras la explicación de Jorge Rivas ya no vemos solamente objetos sino que percibimos a las personas que los diseñaron, crearon y usaron.
Cada una de las piezas, desde las sillas hasta las lámparas, los cuadros, los vasos de cristal, toman vida y nos cuentan la historia de generaciones pasadas, de un mundo que se diluiría en la nada sin su valioso testimonio.