NUEVA YORK: De aspecto anglosajón y pasión latina. Así percibimos a Jon Lee Anderson, periodista del New Yorker y columnista de los más importantes diarios del mundo. Jon Lee es un reportero nato. Nos ha contado ayer y nos sigue contando hoy las cruentas realidades de las guerras con gran honestidad y lucidez.
Ama América Latina como si allí ahondaran sus raíces, escogió esa región del mundo como segunda casa y habla el idioma español como si hubiese nacido en cuna latina. “Comencé mi oficio de periodista en Perú, luego me fui a Centroamérica, Nicaragua, y Salvador, en la época candente de los años 80”, nos dice. Entendemos que allí radica su amor por América Latina. Para una persona que ha hecho del periodismo su vida, la región en la cual comenzó a enfrentar los retos del oficio, tiene, sin lugar a dudas, el valor afectivo de una casa.
Jon Lee Anderson posee la testarudez de quien sabe que la noticia hay que buscarla, hay que tocarla, antes de contarla, y la pasión de quien, aún después de haber visto tanta barbarie y tanto dolor, no ha dejado que la amargura se alargara como un cáncer en su ser. Sigue hoy como ayer las noticias con la seriedad de quien cree en la importancia de la escritura. Sabe que el mundo necesita la verdad, por más dura y cruenta que sea, y que esa verdad no se vislumbra desde lejos sino estando dentro de los hechos. Atento, meticuloso, apasionado, ha estado al lado de las víctimas de las guerras, de las epidemias, de los genocidios y de las diásporas. Los ha acompañado con su letra, ha contado sus vidas en innumerables artículos y libros. Gracias a sus escritos Jon Lee Anderson le ha ganado la batalla al olvido.
– Jon Lee, es indiscutible el rol de Estados Unidos en el mundo. Las elecciones de parlamentares y gobernadores han debilitado fuertemente a Obama. ¿Qué repercusiones puede tener ese nuevo escenario político, en la política internacional y qué podría pasar en el mundo si ganaran los republicanos las próximas elecciones presidenciales?
– Sin duda Obama ha quedado muy debilitado tras las últimas elecciones. En general la Presidencia de Obama ha sido difícil. En todo momento los republicanos y sobre todo la parte más derechista de ellos que se identifica con el Tea Party, se han dedicado a cerrarle el paso legislativamente para impedirle cumplir muchas de sus promesas. Su pragmatismo y su espíritu bipartisan tampoco lo han ayudado porque, en muchos casos su actitud cívica y racional fue confundida por debilidad. Ahora que los republicanos tienen mayoría en el Congreso y entre los gobernadores, será aún más difícil abrir brechas en lo que es la legislación doméstica. En términos de política exterior es posible que tendrá más dificultades en seguir adelante con la apertura hacia Irán. Podría hacer un gran gesto, algo similar a lo que hizo Nixon con China. Podría promover un gran acuerdo en el Medio Oriente, incluyendo a Irán. Sería una decisión importante, algo que quedaría en la historia. Pero lo veo difícil no solamente por la situación americana sino porque también en Irán hay una fuerte oposición interna.
– ¿Y el embargo a Cuba? La administración Obama parecía decidida a poner fin a una situación obsoleta y absurda. ¿Qué pasará ahora?
– El caso de Cuba es diferente. Todo indica que tanto en la Casa Blanca como en la Habana se está caminando hacia la normalización de las relaciones entre los dos países. En Norteamérica diríamos que Cuba es una fruta madura a punto de caer y no creo que Obama deje de aprovechar esa oportunidad antes que acabe su presidencia. Si no tiene el apoyo del Congreso puede superar el obstáculo a través de órdenes ejecutivas que en la práctica disolverían el embargo.
Jon Lee Anderson reflexiona sobre el primer reto que enfrentará Obama en el Congreso en lo que se refiere a política internacional.
– La primera prueba será la autorización a seguir con su política punitiva hacia los terroristas del Isis. Es posible que los republicanos le den su respaldo a cambio de un endurecimiento hacia Rusia.
– Han pasado 100 años desde la primera guerra mundial y sin embargo las guerras no se aplacan. Más de 10 conflictos armados dejan diariamente secuelas de muertos, odios y destrucción. Hay guerras viejas y nuevas, las que ocupan las primeras planas de los diarios y las olvidadas, el dolor no se aleja de la franja de Gaza y se extiende hasta Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Afghanistán, Somalia, Mali, Ucraina. Eso sin hablar de los conflictos internos, de los renovados nacionalismos, de la ferocidad de las ideologías extremistas y mesiánicas. Tu que has visto con tus propios ojos esos conflictos, ¿crees que hay alguna esperanza de paz? ¿Hasta qué punto los que quieren las guerras son más poderosos de quienes desean la paz?
Jon Lee reflexiona antes de responder. Las palabras parecen pesarle en la boca.
– En general el ambiente es de guerra. Hay fuerzas que están enrumbadas hacia una estructura militar. Es el caso del Isis, del islamismo extremo. Hay sectores moderados dentro del islamismo pero no tienen ni el poder, ni la organización, ni el dinamismo de las organizaciones extremistas. De hecho hoy en día ese fenómeno es mucho más fuerte y extendido de lo que era hace 12 o 13 años. Pareciera haberse desatado después del 11 de septiembre. – Reflexiona un momento, quizás buscando unas respuestas que no tiene – Será muy difícil en el futuro entender como nació todo esto, si vino antes el huevo o la gallina. La realidad es que cada vez que un país occidental reacciona contra un acto terrorista ese mal brota con más fuerza, casi como un cáncer que dispara metástasis.
– ¿Y qué va a pasar?
– No estamos ni cerca del final. – Las palabras de Jon Lee Anderson destilan amargura, su mirada se pierde, entendemos que le cuesta afirmar lo que nos está diciendo – Lamentablemente en ese horizonte veo solamente oscuridad. Es un conflicto bélico que no terminará hasta que no haya vencedores y vencidos. No hay margen para acuerdos políticos con los extremistas, ellos o mueren o ganan. No hay términos medios, es posible que después de una ecatombe generalizada que los deje atomizados, aniquilados, el mundo islámico pueda finalmente entrar en una etapa de reforma y de paz. Pero hasta que esas fuerzas estén allí ese camino es intransitable.
– ¿Y cuál puede ser el rol de Rusia en un escenario tan peligroso y delicado?
– Hay una Rusia revanchista en manos de Putin que comienza a exportar un modelo de comportamiento muy preocupante. Su actitud prepotente, violenta, puede dar paso a clones e imitaciones que podrían entorpecer los caminos democráticos en muchos países de Africa y también de América Latina.
Jon Lee Anderson, hace una larga pausa. Reflexiona como siempre antes de decir palabras que, lo sabe, pueden ser duras como piedras. Palabras que quizás acompañan las peores pesadillas de alguien, como él, quien no habla por hipótesis sino haciendo una síntesis de lo que ha visto, escuchado, conocido de primera mano. Periodistas como Jon Lee se sumergen en la historia, se mezclan con ella, huelen la sangre y el sudor de los que diariamente mueren por locuras que suman locuras y después, sólo después, se atreven a contar lo que vieron. Al regreso de esos viajes nunca son los mismos porque cada vez vienen con una nueva herida en el alma.
– Todo indica que estamos ante una coyuntura y un enfrentamiento bélico mayor. La historia nos dice que estamos viviendo uno de esos momentos que a veces terminan en grandes apocalipsis tras las cuales se sellan nuevos pactos. Espero que no tengamos que llegar a la ecatombe para lograr un nuevo equilibrio de paz. Pero en este momento el panorama no es nada pacífico, las voces de los negociadores de paz, de las Ong’s que buscan crear puentes de diálogo, están perdiendo fuerza. En todo caso dentro de un panorama tan sombrío veo puntos de luz. Los veo en Asia, donde se están buscando salidas pacíficas y negociadas a los conflictos, en América Latina y también en Africa. Lo que me preocupa es el área del Medio Oriente, de Europa y de Estados Unidos. Es esa, como siempre, la zona tóxica.
– ¿Es una utopía pensar que pueda haber paz entre Israel y Palestina?
– Todo indica que nadie quiere paz en esa área. Los líderes están afincados cada uno en su orilla y no están buscando la distención. La generación Ashkenazi que tenía alguna sensibilidad se ha perdido. El muro que parece dar una sensación de paz a los israelíes en realidad no les permite ver el problema permanente que tienen tras el nefasto resultado de no haber dado paso a un estado palestino que obviamente debe existir. Ese es el problema que está al origen de todos los males, esa injusticia original ha envenenado el mundo entero de tal forma que hoy tenemos a un grupo siempre más fuerte y extendido como el Isis que mata a sus anchas. Dicho esto creo que perdimos el momento histórico adecuado para lograr la paz entre Israel y Palestina. Esas decisiones había que tomarlas hace 20 o 25 años, a finales de la primera Intifada o en Oslo. En ese momento, a pesar de los muertos, los líderes palestinos todavía tenían ascendencia sobre sus poblaciones y podían contener a su juventud. Tenían autoridad suficiente para evitar que se usaran armas mortíferas contra los israelíes. Eran años en los cuales la revolución se hacía con las piedras. Ahora ya es muy tarde. Hoy las nuevas generaciones no tienen problemas en convertirse en bombas humanas. Es horrible lo que ha pasado.
– Vamos ahora a América Latina, región que conoces muy bien. La desaparición de los 43 estudiantes en el estado de Guerrero ha sido el detonador que ha dejado explotar la rabia de toda la población. Un país que parecía estar soporíficamente acostumbrado a las desapariciones y matanzas ha reaccionado con una fuerza y una rabia muy fuertes. ¿Adonde llevará tanta indignación? ¿Es posible esperar que haya cambios en la política mexicana capaces de contener el poder del narcotráfico?
– Creo que el problema de México tiene raíces en su misma historia. Este país no ha tenido nunca un régimen político legítimo que haya sido capaz de establecer un dominio sobre la violencia y sobre todo de involucrar a todos los ciudadanos. El caciquismo que hace un siglo fue tan sangriento sigue imperando en México, sobre todo a nivel regional.
Anderson nos habla con pasión, es evidente que el tema mexicano le duele en lo más íntimo.
– Es incuestionable la connivencia entre la política y el narcotráfico en un país regado de tumbas masivas. ¿Cómo es posible, me pregunto, que el alcalde de una ciudad pueda ser un criminal sin que nadie lo sepa aunque todo el mundo lo sabe, cómo es posible que unos policías criminales puedan ir de la mano con unos terribles asesinos capaces de matar a unos estudiantes de manera tan vil? Es obvio que nada de eso sería posible si el narcotráfico no hubiese infiltrado y corrompido la política a todos los niveles. Las mafias, la delincuencia organizada solo funcionan si el estado lo permite. Es lo que pasa en Italia y es lo que se repite en cualquier lugar con altos índices de criminalidad. En Estados Unidos, Al Capone tenía vida fácil porque alcalde y gobernador de Chicago dependían de su bolsillo. Desgraciadamente México es un estado hampón. Hay políticos honestos sin duda, hay personas que arriesgan su vida para cambiar esa realidad pero el verdadero poder está del otro lado. La esperanza es que la fuerza de los ciudadanos sea tal que logre crear una energía transformadora. Ojalá nunca más tengamos que ver algo tan terrible como la muerte de los estudiantes.
– ¿Crees que liberalizar la marijuana podría limitar el poder de los carteles?
– No lo sé pero creo que el problema no es la marijuana. Son la cocaína, la heroína y todas las otras drogas. También creo que aunque se liberaran todas esas drogas las mafias poseen un poder tan grande y están tan organizadas que comenzarían a crear nuevas drogas en sus laboratorios. La droga es un problema que deben resolver conjuntamente México y Estados Unidos. Se habla de los carteles mexicanos pero yo me pregunto ¿Dónde están los carteles norteamericanos? Porque esa droga llega aquí, los consumidores están aquí. ¿Qué pasa cuando la droga supera la frontera? Hay una brecha, una falta de comunicación sustantiva y preocupante. Creo que la población norteamericana es demasiado autoindulgente. De todas formas tampoco se puede culpar a Estados Unidos de lo que pasa en México. Los mexicanos tienen un deber consigo mismos, tienen el deber de construir un país que de verdad sea de todos los mexicanos.
– ¿Qué opinas del proceso de paz en Colombia? Hay quien piensa que esta sea la última oportunidad para el país. ¿Lo lograrán aún después del secuestro del general Rubén Darío Alzate, el capitán Jorge Rodríguez y la abogada Gloria Urrego? ¿Qué opinas de ese secuestro?
– Creo que tienen razón los que piensan que esta sea una de las últimas oportunidades que tiene Colombia de lograr una paz. Ese país nunca se ha podido integrar a la familia de naciones como una verdadera república porque siempre ha estado enfrascado en conflictos internos. Se puede decir que el actual comenzó en 1948 tras el asesinato de Gaitán pero al analizar la historia del siglo XIX descubrimos que siempre ha habido caciquismos, regionalismos, dictaduras con grande secuelas sangrientas. Colombia es el último país latinoamericano con una insurgencia activa después del final de la guerra fría. Es obvio que hoy en día no la sostiene una ideología sino más bien la incapacidad del estado de cohesionar a todos los ciudadanos, de representarlos por igual, de cerrar la brecha histórica entre la ciudad y el campo de una forma pacífica e integra. Por su parte la guerrilla sabe que ha llegado el momento de tomar decisiones pragmáticas para cambiar la vida de sus integrantes y de los campesinos que viven en las grandes extensiones de tierras que ellos dominan. Saben que ha llegado el momento de integrarse como forjadores históricos del país. Creo que el cruce entre estas necesidades puede ser una buena base para que se logre un acuerdo de paz.
– Y sin embargo han secuestrado a un general y otras dos personas. Una acción que no ayuda para nada el proceso de paz.
– Hay algo raro en este episodio. Surgen inmediatas unas preguntas: ¿por qué viajó el General de civil con un grupo muy reducido de escolta en una zona notoriamente frecuentada por la guerrilla? ¿Por qué logró escapar un soldado? ¿cómo lo hizo? ¿O lo dejaron? Todo es bastante extraño. Sin duda fue una acción muy conveniente para cualquiera de los actores que no quieren que los diálogos sigan. Sabemos que hay un sector de la derecha, liderado por el ex presidente Uribe, y que incluye oficiales castrenses, que busca minar el proceso de paz. No me sorprendería descubrir que hay también algunos guerrilleros que comparten esa idea. Hay muchas intereses económicos y mafiosos establecidos por los caciques de la guerra, y son de ambos bandos. Tampoco hay que olvidar el poderío económico y político muy fuerte que han logrado los paramilitares en distintas regiones. En fin. No sé si hay gato encerrado en este caso, pero no me sorprendería que lo hubiera.
Jon Lee reflexiona y sigue:
– Que Santos haya suspendido el diálogo en ese momento respondía a una maniobra lógica en lo que se ha vuelto un verdadero juego de póker. Pero, como están demostrando los hechos, la interrupción no va a ser definitiva. En cuanto a la airada indignación tanto de Santos como de otros, debemos recordar que fue el gobierno colombiano el que mandó a matar el anterior líder de las FARC durante este mismo proceso. ¿Entonces quien tiró la primer piedra? De todos modos, veremos como responde la sociedad colombiana. No tengo dudas de que Santos piense aprovechar la ventaja mediática, y también que este podría haber sido un gordo error táctico de las FARC. Era esperable que Santos actuara como lo está haciendo, es decir poniendo a la guerrilla contra la pared pero al mismo tiempo ofreciendo alguna manera de zanjar la situación sin que pierdan la cara y al mismo tiempo devuelvan al general y a otros secuestrados.
– ¿Y qué opinas del papel de Cuba en estas tratativas?
– Creo que Cuba está jugando un papel importantísimo e históricamente correcto porque ese país tuvo mucho que ver con el inicio de estas insurgencias así que es justo que hoy juegue un rol en el camino de vuelta a la paz que Colombia está tratando de llevar adelante.
– De todas formas es innegable que este proceso parece dar dos pasos adelante y uno atrás. Y también que Uribe y los sectores que él representa siguen teniendo mucho poder.
– El problema es que siempre ha faltado legitimidad en Colombia y nadie puede decir hoy quien lanzó la primera piedra si los guerrilleros o el estado. El fenómeno del paramilitarismo es vergonzoso, decir que no es hijo del vientre colombiano sería una mentira porque es un engendro del estado. Las masacres de los paramilitares estaban coordinadas en sintonía con los militares, muchas veces operaban conjuntamente. Álvaro Uribe está ligado tanto al paramilitarismo como al narcotráfico histórico y también a la peor parte de la oligarquía latifundista. Durante su gobierno yo perdí por completo la esperanza de que hubiera paz en Colombia.
– ¿Y Santos puede lograrlo?
– Santos viene de una familia adinerada de la elite tradicional, parte de una oligarquía más iluminada. Puede que lo haga porque se siente inspirado por una noción del momento histórico, o por razones patrioteras o sencillamente por ego propio pero sí creo que quiere pasar a la historia como el presidente que restauró la paz en su país. Y Colombia en paz será una gran nación y cambiará América Latina. Hasta ahora es como si nunca hubiese sido parte real de la región.
– ¿Y qué me dices de Venezuela?
– Hablando de países complicados…
Comienza así, con una sonrisa amarga. Espera un momento y pasa sus manos por el pelo en un gesto que descubrimos consueto cada vez que debe analizar argumentos espinosos.
– Creo que también a Venezuela siempre le ha faltado ser país. Con los grandes recursos que ha tenido gracias al petróleo debería ser como Suiza y no lo es. Nunca fue una república verdaderamente democrática con un fuero judicial independiente y una distribución equitativa de la riqueza. Es un país deformado con una alta concentración urbana debida al éxodo del campo a la ciudad. Nunca se ha desarrollado el país como un conjunto y la causa reside en la plaga del petróleo que ha creado una clase media urbana y diría apátrida, con los ojos puestos en Miami. Venezuela era el país más americanizado de América Latina. Los ricos, una parte pequeña de la población, vivían con un pies en el país y otro en Estados Unidos, y tenían lo mejor y lo peor de ambos mundos, el carácter chévere, cálido del venezolano y el consumismo norteamericano. Miraban afuera y no lograron construir un país que fuera de todos. Funcionó mientras hubo dinero. Luego llega Chávez y trata de instalar, con 30 años de retraso, una revolución socialista. No tenía equipo para hacerlo y tuvo que enfrentar una oposición enquistada en los sectores financiero y del petróleo. Para quebrar esa oposición quebró la economía del país y sobre todo la gerencia económica del país. El dinero seguía fluyendo y él lo gastaba a manos llenas, con la típica actitud del nuevo rico. No dejó mucho para administrar al pobre Maduro quien, siendo él mismo muy ideologizado, debe gobernar un país que se ha transformado en una única barriada, con un estado incapaz de gestionar las inquietudes de todos, a partir de las de los propios militantes ideologizados. Temo que esta situación pueda terminar mal. Los índices de criminalidad son excesivamente altos, no hay habitaciones, la gente sigue viviendo en ranchos y barriadas. ¡Después de 14 años! Hay un problema de corrupción muy grande aunque no todos los chavistas sean oportunistas, mediocres y vividores. Lo que más me preocupa es la herencia militar que dejó Chávez. Él supo manejar el pacto cívico-militar pero en manos de Maduro las cosas se ven diferentes y los militares están adquiriendo cada día más poder sin que nadie los esté vigilando. A pesar de todo Chávez dejó un legado hemisférico importante. Para bien o para mal hoy día hay una política contestataria, a nivel de América Latina, que antes no existía.
Tras una nueva pausa Jon Lee Anderson sigue:
– Me preocupa Venezuela. Creo que si Maduro tuviese el valor y la visión de abrir puentes a la oposición sería posible devolver a la sociedad un justo balance. Sería un país más sano y el clima de distensión sería saludable para todos.
– Jon Lee, tu has escrito libros sobre Fidel, el Che, Chávez, Gabo, Pinochet, entre otros. ¿Qué similitudes encontraste entre esas personas que para bien o para mal han tenido tanta influencia en la vida de sus países y del mundo?
– Creo que todos los grandes de América Latina, cada uno en su momento y en su sociedad, sienten que pueden cambiar las cosas para mejor. Estamos hablando de un área del mundo donde nunca ha habido plena legitimidad del estado. Todos, hasta el mismo Pinochet, desde su manera de pensar de extrema derecha, estaban convencidos de que era necesario violentar la sociedad para crearla de nuevo. El problema es que, mientras siga habiendo tanta desigualdad económica y de poder, seguirán existiendo personas que buscan caminos violentos para superar esas discriminaciones. Y siempre habrá alguien con suficiente don de lengua y carisma dispuesto a guiarlos.