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Javier Santaolalla, físico. Pablo Acuña, artista

La primera pintura tiene un fondo difuminado, de colores radiantes como de gases nobles. Al frente, en contraste, con ángulos rectos, hay cubos de líneas blancas y caras transparentes. Los pincelazos son del artista costarricense Pablo Acuña, quien además incorporó una dimensión virtual: nos indica que siguiendo un código QR la pintura se va a distorsionar. Sentado de frente, el físico Javier Santaolalla empieza a explicar sobre la teoría del multiverso en mosaico, un modelo donde una serie de universo coexisten sin interactuar y siguen las mismas leyes de la física. Semejante a esos cubos repartidos sobre el lienzo.

La sala está atestada por más de cien personas. Algunos, como yo, tienen que estar de pie porque las sillas y bancos se ocuparon desde una hora antes que ni siquiera llegaran Javier y Pablo. Es una de esas estructuras donde se respetó el crecimiento pretérito de los árboles y se les abrió un espacio entre el techo, así que en verdad apenas logro ver entre unas ramas al físico y al pintor. También tiene pizzería y barra, así que la licuadora no deja de sonar preparando las piñas coladas y una campana anuncia cuando la pizza sale del horno.

Santaolalla tiene don de público y apenas toma el micrófono ya tiene el manejo de la atención, se baja de la tarima para formular preguntas elementales y difíciles como ¿qué es el tiempo? También tiene su dote de humorista, explica la teoría de los monos tecleando que bien podrían escribir, por principio de recombinación, Don Quijote y remata con que también otra obra maestra como Crepúsculo.

Tiene un doctorado en física de partículas, trabajó en el Gran Colisionador de Hadrones pero sobre todo se ha dedicado a divulgar, a volver democrático el conocimiento científico. Ha publicados dos libros, El bosón Higgs no te va a hacer la cama e Inteligencia física, además de producir un canal de Youtube. En una entrevista para Semanario Universidad, asegura que el conocimiento científico trae consigo principios y valores que pueden contrarrestar los extremismos y también es una especie de rendición de cuentas.

Por su parte, Pablo Acuña es doctorando en Ciencias de la Administración y fue reconocido entre los mejores 40 menores de 40 por su influencia como emprendedor, orador y también innovador público. Desde el 2015 empezó a pintar obras en las que casi siempre esconde un cuadrado o un cubo, como símbolo de la lucha contra el pensamiento esquemático, contrapuesto a los abstracto del resto del lienzo. Además, el 10% del precio de venta de sus pinturas está destinado a talleres para jóvenes.

Su obra consiste sobre todo en el juego entre esas abstracciones y sus títulos. En su catálogo se observa un cuadro con brochazos en escala de grises con un pequeño cúmulo de colores fuertes en la izquierda interrumpiendo la sobriedad; el nombre de la obra es Micro impulsos (2020, 91 x 61 cm). Otro acrílico, Universos paralelos (2019, 76,2 x 61 cm) se divide a la mitad, una parte oscura como una noche cerrada, y en la otra una fulguración roja-púrpura que bien puede ser un fénix, un pulmón o el pétalo de una heliconia.

Ahí es donde entra Santaolalla en una dinámica conceptual: explica algún término que de alguna manera le recuerde las pinturas que están a los lados sostenidas en cordeles. Así, el uso de colores primarios le da cancha para hablar del origen del universo, como el Big Bang que no ocurrió en un lugar específico, y de cómo las antenas de nuestros televisores viejos captan (cuando vemos estática o nieve), la radiación de fondo de microondas que es una de las pruebas de este evento. Continúa hablando de la entropía, como un universo en principio homogéneo varío hasta dar luz a las galaxias.

Cuando el evento termina, se forma una fila larga para fotografiarse con Santaolalla y algunas personas le piden autógrafo de sus libros. En el recibidor también es difícil acercarse a Pablo Acuña porque todo el mundo lo saluda. Es sano ver el arte y la ciencia hermanados como lo entendían los helénicos, Lucrecio con su De rerum natura, las Cosmicómicas de Calvino o bien Einstein cuando dijo: ningún científico me ha dado tanto como Dostoievsky.

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