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Islandia, Borges y la Palabra

Si hablásemos de tiempo, deberíamos definir el contexto con el cual infundimos nuestras habladurías. Si hablásemos del tiempo que un hombre gasta en la tierra, entonces 50 años es mucho tiempo. Pero, si por otros motivos, hablásemos del tiempo como un pedazo de historia en la historia de la tierra, entonces mil años es poco tiempo. Y es así como se habla de que Islandia fue descubierta y habitada hace poco tiempo. Poco tiempo en cuanto a los años de la tierra, claro está, pues fue habitada por primera vez, según cuenta la literatura (para lo cual no se hallan pruebas científicas), alrededor del siglo VIII por monjes Irlandeses. Es decir, hace más de mil años atrás. Hace mucho tiempo, para mis ojos jóvenes y herederos de corta vida, pero poco tiempo si consideramos que esta isla del norte de Europa fue creada geográficamente hace más de 15 millones de años como producto de masivas erupciones volcánicas submarinas. Las cuales aún siguen dándole vida a la formación de sus tierras.

Esta tierra “joven”, sin embargo, ha sido testigo de mucho. La literatura, a mano de Ari Porgilasson “The Learned”, relata que a fines del siglo IX los monjes Irlandeses fueron expulsados por los “grotescos” Vikingos que llegaron iracundos colonizando las nuevas tierras. Otras teorías, sin embargo, aseguran que los monjes se auto exiliaron, pues no aceptaron compartir tierras con paganos. Lo cierto es que estos “grotescos” Vikingos, fama de la cual se hicieron herederos por sus aterradoras apariciones a lo largo de la Europa medieval, empezaron a ocupar las tierras Islandesas aproximadamente a finales del siglo IX. Estos violentos hombres de guerra no solo lograron estampar la historia de sangre y batalla con el navegar desalmado de sus embarcaciones conocidas como drakkars y snekars (dragones y serpientes), sino que también su establecimiento en Islandia data de las fantásticas obras maestras de la narrativa mundial, Las Sagas.

Los Vikingos fueron seres ávidos de aventura. Exploraron, descubrieron y batallaron a lo largo de su historia, y de tales aventuras se recuerdan epopeyas que quedaron grabadas por la pluma de sus narradores, Las Sagas. Estas escrituras, sin embargo, no solo se confinan al relato de los incidentes bélicos y a sus heroicos triunfadores, sino que también hablan de lo cotidiano, de la familia e inclusive de lo artístico. La poesía es una muestra de esta agilidad indómita. Egil Skallagrimsson, Vikingo y poeta a quien se le atribuye la Saga que lleva su nombre, recitó su primer poema a los 3 años de edad, cuando apareció en una reunión familiar de la cual su padre lo había excluido. Este hombre, conocido no solo por su talento literario sino que por su gran fortaleza y esa inimpugnable capacidad de enfadar al rey (las dos últimas cualidades heredadas de su padre), fue a la vez suave con sus poemarios y rudo con su lanza.

El primer hombre en llegar a Islandia para erradicar en estas tierras el resto de sus días fue Ingólfur Arnarson, quien llegó acompañado de su esposa, Hallveig Fróðadóttir en el año 874. Esta familia decidió formar su nuevo hogar en lo que hoy se conoce como Reykjavic, la capital de Islandia. Reykjavic significa bahía de vapor. Y claro, en cuestión de una hora de camino, a unos 60 kilómetros al oeste de la capital un hombre corriente como yo empieza a entender el afán de Arnarson por bautizar esta tierra con tal seudónimo. En la llanura, entre las carreteras rodeadas de espejismos de geografía que asemejan la geografía que uno imaginaria de la luna, se empieza a vislumbrar la fantástica odisea donde el vapor y el hielo se entrelazan y bailan apartados de toda imaginación previsible. El Círculo de Oro por ejemplo, es un lugar donde los gaysers destapan temerarios su explosión de agua caliente desde las recónditas entrañas de sus napas encendidas. Cada 4 o 5 minutos, en una perforación de la tierra, una posa de agua en constante movimiento explota y se eleva a no menos de 20 metros del piso rociando de agua caliente todo a la redonda. La abundancia de estas aguas subterráneas y explosivas es tan abrumante como, en medio de Febrero, lo es el hielo. A un lado de la carretera se ven pasear ríos cargados de congeladas secciones de agua mientras al otro lado descansa el celeste cristal de una posa hirviendo que humea cuando sale de su cueva. Esta tierra de rica y vertiginosa geografía se jacta también de impresionantes laderas de caídas de aguas de enorme calibre, donde el bullicio de la fuerza del encuentro de los caudales lo dejan a uno sin poder escuchar más que el espectáculo acuático. Esta ceremonia de encantos enmarcada por la naturaleza es de tal gracia que lo deja a uno, un pobre ignorante de la geografía mundial, atónito. Y claramente, cabe destacar, el tal Arnarson acertó medio a medio escogiendo tal nombre. Pero no solo de vapor y hielo está adornada Islandia.

De estos paisajes en el oeste del país, podría uno partir al sur de la isla y deslumbrar aún más la casta mirada al final de las tierras. De su interminable cadena montañosa, queda uno abatido por el asombro que genera la majestuosidad de las explosiones de lava lloviznando fuego sobre los suburbios de los volcanes. En las playas de arena negra, pasea uno de piedra en piedra y en un bote corto que se mueve mucho, uno puede internarse en el corazón de enormes constelaciones de hielo que flotan libres sobre la superficie de las aguas. De noche, si acompaña la fortuna y la luna no está totalmente desnuda alumbrando de cabo a cabo el cielo estrellado, uno puede vivenciar en carne propia la belleza enigmática de la aurora boreal. La destellante presencia de las luces cruzando el negro de la noche con líneas verdosas de pinceladas rojas y naranjas lo vuelve a uno irremediablemente pequeño. Sentir el cielo ancho, más ancho aún en presencia de tal milagro de la naturaleza, lo remite a uno a sentirse de tamaño corto. De todo esto y mucho más, los vikingos de antaño adornaron sus poesías y sus sagas. Y es que quien no es capaz de bordar prosas en tales condiciones. Hasta el más insensible se vuelve vapor entre el cielo y la tierra.

Leyendo a Jorge Luis Borges, en una de sus obras, “El Libro de Arena”, él nombra un par (o más) veces a uno u otro Islandés con el cual el personaje de su relato sostiene una conversación. Mi curiosidad arrancada de la premisa de mi reciente visita al país nortino me instó a averiguar un poco más. Resulta que el genio de la escritura latinoamericana sostuvo algún tipo de relación cercana con este país nórdico pues hasta un poema preparó llamado “A Islandia”. En el libro, “El Libro de Arena”, el escritor relata un cuento de nombre “Undr” en donde habla de los Urnos, una tribu cristiana originaria del rio Vístula. En el cuento se habla de los Urnos como una tribu que dictaba un tipo de poesía sagrada que consistía de una sola palabra. Supuse, por el gran aporte literario de Islandia y la aparente relación del escritor con este país, que los Urnos tenían también cierta vinculación con el país nortino. Pero de ello no puedo dar fe, pues no pude dar con tal relación. El tema tratado en el relato describe que la poesía de los Urnos era de tal espiritualidad que un hombre corriente (no rey o cercano a la realeza), de conocerla, corría el peligro de perder la vida a expensas del rey. La palabra, por lo tanto toma un significado mucho más de peso que un común y corriente poema. Se habla de la palabra y de su importancia como si en realidad matara. A mi entender, lo que Borges trata de explicar es la importancia irrefutable de la palabra escrita. En Reykjavic por ejemplo, donde la Saga comenzó, la palabra escrita se transformó en el puente entre la historia y el presente. La herencia viva de las sagas existe hoy, más vigente que nunca, en la ciudad capital del país nórdico. Un visitante, de no ser privado de la vista, puede notar la expresión de la juventud en los muros en cada rincón de Reyjkavic. Los murales de colores opulentos cuelgan plasmando las callecitas del arte de la voz de los islandeses. Herederos de una sangre tan llena de poesía como de valor y de fortaleza, hoy se declaran perseverantes del arte y lo demuestran con la palabra pintada de miles de colores sazonando sus calles congeladas de invierno en invierno.

En el epilogo del cuento, del cual les hablaba antes, Borges relata como el personaje principal escucha finalmente la palabra, de la cual fue privado por años. La palabra es dada a conocer al personaje por un hombre que agoniza. Antes de tener el derecho de conocer la palabra, el hombre tuvo que pasar muchas desavenencias y se las aventuró solo por paisajes recónditos, exponiendo en riesgo su vida, su cordura y su decencia. Todo con el afán de algún día ser merecedor de la palabra. Cuando la palabra le es revelada ocurre algo anecdótico y fantástico, que les paso a describir. La palabra que se le concede al hombre es undr (título del cuento), que según explica el narrador significa maravilla. Como resultado de escuchar la palabra, el personaje del cuento sintió brochazos de amor, de alegría, de arrepentimiento y finalmente de una nueva esperanza. La palabra desnudada abrió camino, creó sentimientos, reveló secretos, lo hizo encontrarse consigo mismo y lo lavó con un nuevo destino. ¡Eso es lo fantástico! Lo anecdótico es que al terminar el cuento, y en mi afán por comprobar la existencia de los tales Urnos, empecé una breve y discreta investigación del cuento. En un principio, y como relaté anteriormente no pude dar con una señal que revelara pistas de la relación entre mundo real, Islandia y los Urnos. Talvez, me dije, los tal Urnos son de origen Polaco y no Islandés, pues el rio Vístula de donde son originarios está en Polonia. Entonces quise saber si existía la palabra urnos en polaco o si existía algún pueblo que llevase el nombre. Fue infructuoso. Busqué en alemán, y nada otra vez. Cuando, sin embargo, intenté traducir undr de la lengua islándica al inglés, me arrojó un resultado que me causó cuestionamiento, wonder. Wonder tiene una similitud extraordinaria a la palabra wander, que significa maravilla. Wonder, sin embargo en su traducción al español significa preguntarse. Wonder y wander pueden, naturalmente, ser confundidas y de aquí el origen de la anécdota. Si Borges realmente se sentó y quiso expresar la palabra maravilla mediante su traducción al islandés, pareciera haber sorteado una suerte de error extraño. Si, por otro lado, el escritor hace solo una referencia tácita, sin querer en realidad canjear palabra por palabra en ninguna lengua en particular, entonces todo sigue como antes y se reconoce el mérito de la inventiva, ya conocida e infinita, de Borges. De no ser así, y si en realidad mis conclusiones tienen algún sentido, podríamos ingerir que talvez nuestro gran Borges le dio erradamente el nombre de undr a su cuento, cuando en realidad debió haber sido reika (maravilla en islandés). Todo esto se genera posible como herencia de la fuerza de la palabra. Una palabra perdida o extraviada por la cual un hombre concede morir, puede perfectamente ser la palabra equivocada y tal hombre moriría en vano. Sin embargo la fe por la palabra es tal que los sentimientos fantásticos descritos que se componen al escuchar la palabra son de igual jerarquía. Pues el hombre cree que la palabra que escucha es la palabra por la cual debe vivir, o morir, en su defecto.

Todo esto lo digo con un profundo respeto al gran maestro de la escritura mundial. Un efímero y enano escritor como yo no puede soñar con amenazar con ganar en un juego de palabras al más perito de todos los maestros de las palabras, como lo es Jorge Luis Borges. Quise relatarles esta anécdota parcialmente complaciente pues dadas las coincidencias casi metafóricas de mis investigaciones, me resultó divertido compartir.

Javier Lang

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Evelyn Lang
Evelyn Lang
9 years ago

Me siento muy orgullosa de estas escrituras
El vocabulario usado expresa una gran sensibilidad por la naturaleza en cada momento.
Ademas es claro explicito y con vocabulario muy sencillo con vibrantes palabras para transmitir el mensaje de amor y respeto por las personas memoria historia personas
Gracias

Luis Peña
Luis Peña
9 years ago

He leído tus escritos y pienso que «Islandia, Borges y la Palabra» es un ensayo que da muestras de un talento que se debe aprovechar, si, pues al leerlo se produce esa magia que te transporta al lugar que se describe, me permitió conocer esa maravilla de la geografía planetaria, pues las palabras que surgen con mucha fuerza y riqueza idiomática, van transformándose en verdaderos fogonazos de flash fotográficos, dejando en la imaginación, la impresión de que estas realmente pisando esos parajes. En cuanto al fondo, en el que abordas y das inicio a una hipótesis sobre la importancia de… Seguir leyendo »

Luis Peña
Luis Peña
9 years ago

He elido tus escritos

Luis Peña
Luis Peña
9 years ago

He leído tus escritos y pienso que «Islandia, Borges y la Palabra» es un ensayo que da muestras de un talento que se debe aprovechar, si, pues al leerlo se produce esa magia que te transporta al lugar que se describe, me permitió conocer esa maravilla de la geografía planetaria, pues las palabras que surgen con mucha fuerza y riqueza idiomática, van transformándose en verdaderos fogonazos de flash fotográficos, dejando en la imaginación, la impresión de que estas realmente pisando esos parajes. En cuanto al fondo, en el que se abordas y se da inicio a una hipótesis sobre la… Seguir leyendo »

Observa la belleza y sé feliz.
Observa la belleza y sé feliz.
9 years ago

Muy buena narrativa, quiero conocer Island por su maravillosa geografía…, debo leer a Borges y gracias por la aclaración acerca de los Vikingos.
Gracias Rodrigo

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