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Intolerancia y avaricia

Estamos inmersos en problemas sociales complejos, una avaricia desmedida y la intolerancia a la diferencia de ideas. Si no piensas como yo, estás contra mí: un metalenguaje en el que cualquier cultura define sus términos y conceptos. En cuanto a los sistemas de autoridad, en teoría, el mejor es la democracia, en la práctica es el más complejo, se necesitan tolerancia y respeto, los grupos exigen derechos y se molestan cuando no son atendidos. El sistema democrático parece viable para una sociedad tan compleja como la mexicana, sin embargo se ha degradado deslizando hacia una democracia mediatizada que prioriza los intereses de los partidos políticos y viola los derechos de la sociedad.

A la hora de votar, castigan al partido gobernante, en venganza o por ambición, y se afilian a otro partido. Dijo Alfonso Romo coordinador del proyecto de López Obrador, refiriéndose a los que se están afiliando a Morena (Movimiento Regeneración Nacional): “el perro está caliente y pulgas y chinches se le trepan”.

La avaricia, la corrupción y la impunidad son un lastre en nuestro país, la guerra contra las drogas no tiene fin y sufrimos una gran descomposición social. Es notable la avaricia de los políticos, se enferman de poder, basta observar a Duarte el ex gobernador de Veracruz, no muestra sentimientos de culpa, indigna su sonrisa de enfermo psicótico; lo peor es que seguramente no devolverá ni el diez por ciento de lo robado.

La avaricia se manifiesta en diferentes contextos: en la represión de sentimientos y en la falta de compromiso. En lo material, la avaricia desmedida, de quienes entre más tienen más quieren, cuyo lema es el fin justifica los medios, se olvidan que el trabajo enaltece y la avaricia embrutece. De la avaricia pocos se libran, entre empresarios y gente común crece el apetito por los bienes, vengan de donde vengan, saben que al final pocos serán castigados. Poder y dinero son seductores, no importa la oferta, la avaricia despierta la voracidad por los negocios ilícitos. Empresarios que se alían con funcionarios gubernamentales en el pago de sobornos, falsificación de facturas y la obtención de contratos para realizar obras públicas, así como para desviar fondos a empresas particulares. Inmersos en el consumismo, las tarjetas de crédito son un peligro para el comprador compulsivo y para los fraudes, la avaricia despierta la creatividad, compras con tarjetas clonadas, y gastos desmedidos que luego no tienen como pagar.

En los tiempos modernos la consciencia moral se volvió laxa, pocos sufren sentimientos de culpa. Anteriormente el “pecado” acusaba la responsabilidad del acto, el temor del individuo al castigo. Hoy en día cualquier conducta se encuadra en patologías mentales, en las cuales se responsabiliza a una causa más allá del individuo, como si fuera una infección de la que son víctimas y que tratan de mitigar con fármacos. El individualismo ha restado capital social a la satisfacción de intereses y necesidades colectivas. El detrimento de la dimensión comunitaria ha provocado desarraigo, pérdida de identidad, egoísmo y ambición, en cambio necesitamos que florezcan la solidaridad, la vida en comunidad, cuidarnos unos a otros, respetar las diferencias, necesitamos un Estado de Derecho, hacer efectivos los derechos humanos y no solo en simulación y dispendio. Nos urge valor y coraje ciudadano para transformar aquello que nos impide recuperar el orden social.

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