«Las feministas que lo rodean saben que hay mucho que trabajar en este Gobierno, en las formas y en el fondo. Mientras tanto, ¿quién confiaría en un dirigente que hiciera ostentación de tal ignorancia en otras materias como la que manifiesta en feminismo y violencia de género? Pero eso se arregla con una semana de cursillo intensivo. ‘No tengo problemas de conciencia’, repite López Obrador. En efecto, no es un problema de conciencia, sino de formación y conocimientos» (El País, 17 de febrero, 2020).
¿Cómo es posible que nuestro Presidente sea tan sensible para muchos problemas de nuestro país como la corrupción, la impunidad, la pobreza, la desigualdad y el abuso de poder, y sea particularmente in-sen-si-ble para la violencia de género y los feminicidios? Cada vez que se le pregunta durante las mañaneras a propósito de este tema, se molesta, se irrita y evade la pregunta. El 14 de febrero, la periodista Frida Guerrera confrontó al Presidente y, contrariada, le preguntó: «¿Qué concretamente se está haciendo?, ¿por qué de verdad no se contempla la posibilidad de crear una fiscalía especializada para el tema de feminicidios y se deje de dar esa responsabilidad a los gobiernos estatales, que no están haciendo nada? Usted habla mucho de corrupción, el tema del feminicidio y las desapariciones está repleto de corrupción». AMLO le contestó muy molesto con un decálogo lleno de lugares comunes. «¿Yaaaa?», exclamó contundentemente al terminar su respuesta. Al mismo tiempo, afuera de Palacio protestaban decenas de mujeres y pintaban la Puerta Mariana con furia por los 250 feminicidios en lo que va de 2020. Momentos después, todavía en la mañanera, López Obrador insistía en decir: «No soy un Presidente insensible, simulador, y seguiremos haciendo todo, espero se reduzca la violencia y paren las agresiones contra mujeres».
Nos preguntamos si la in-sen-si-bi-li-dad del Presidente tendrá que ver con su formación y sus pobres conocimientos, como sugiere la editorial de El País. Formación: su padre, Andrés López Ramón, nació el 4 de febrero de 1914 y su madre, Manuela Obrador González, llegó al mundo el 24 de diciembre de 1922. Se casaron el 30 de octubre de 1952, en Tepetitán, Tabasco. En una grabación de la visita a la casa del abuelo, José Obrador Revuelta, su nieto refiere: «Manuela, mi madre, quien se metía en los arroyos, a las lagunas para vender mercancía en las orillas». Su padre, hijo de campesinos, llegó a Tepetitán en 1952, era trabajador petrolero. Años después se dedicó a la administración de un hotel de su propiedad, en Palenque, Chiapas, a la vez que se dedicaba al comercio en un centro de abarrotes en Villahermosa, Tabasco. Sus familiares dicen que don Andrés López murió a los 86 años, siete meses después que doña Manuela, de pura melancolía.
Andrés Manuel López Obrador fue el mayor de siete hermanos: José Ramón, José Ramiro, Pedro Arturo, Pío Lorenzo, y los gemelos Candelaria Beatriz (a quien suele saludar con un beso en la frente) y Martín Jesús. Imaginamos que AMLO fue educado de una forma sumamente conservadora, dentro de un ambiente sumamente machista, con abuelos, tíos, primos, compadres y vecinos igualmente machistas. En su familia y como hijo mayor, seguramente, su palabra era la ley. Tal vez sus hermanos solían cuadrársele al mayor de la familia, especialmente su hermana. No obstante, tuvo una madre fuerte, e independiente, López Obrador creció con los usos y costumbres de antes, es decir, cuando la mujer no contaba, no existía y su opinión no valía. El mandatario tiene cuatro hijos varones: Andrés Manuel, José Ramón, Gonzalo Alfonso y Jesús Ernesto. De allí que desconozca el universo femenino, por ende, se le dificulta mucho ser empático con la mujer a quien, incluso, quizá no valore, porque nunca lo educaron para hacerlo.
Si a lo anterior le agregamos que al Presidente nunca le ha interesado el movimiento feminista, que nunca ha leído acerca de sus principios y evolución y que nunca se ha informado acerca de la problemática de la violencia de género en el mundo, es evidente que tengamos, para nuestra desgracia, a un mandatario in-sen-si-ble respecto a los feminicidios. Como dice Michelle Bachelet, la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU: «Debemos resistir todos los desafíos a la afirmación ganada con tanto esfuerzo de lo que sabemos: que los derechos de las mujeres son derechos humanos, en su universalidad, y para todas las mujeres, en su diversidad plena y libre».