Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

In Paul we trust

Number one. Mi modelo de gerente no es Bill Gates, ni Warren Buffett, ni Carlos Slim. Mi modelo de gerente es Sir Paul McCartney. Es verdad que se trata de un músico, pero –vamos – también es un próspero hombre de negocios: estamos ante el cerebro comercial de The Beatles. Además, es el artista más vendedor de discos de todos los tiempos. ¡Por encima de Elvis! ¡McCartney es una máquina de hacer dinero!

Pero, ¿por qué es mi modelo de gerente? Paul no sólo es un solvente hombre de negocios: también es un alma noble, un corazón de oro, un genuino pan de Dios. Sin embargo, una vez dijo de Elvis: “El problema de Presley es que –al final de su vida- se volvió una persona humilde”. Uno podría malinterpretar la cita. No. Quiso decir que no puedes llegar a la cima, para volver a ser un camionero.

Los orígenes de McCartney son muy similares a los míos. Una familia inglesa de clase media. Paul dijo una vez que Lennon era mejor para las canciones de bronca, porque él –en realidad – había crecido en una hermosa familia, y sus padres lo habían amado con toda el alma, muy por el contrario de la historia de Lennon, a la cual se puede acceder en la lírica de la canción “Mother”.

Años más tarde, cuando McCartney se consolidó en la industria del show biz, y formó una familia con Linda Eastman, expresó que ellos se habían afanado por dar a sus hijos una formación sencilla, que habían cuidado de inscribirlos en colegios de clase media, a pesar de la gran fortuna que sólo The Beatles dejó en sus arcas. Más allá de las drogas, el sexo y el rock and roll, la familia de McCartney es un prodigio de salud mental.

Paul ha hecho de la buena vibra su más agresiva línea de marketing. Y creo que sus tontas canciones de amor, han hecho más por la prédica católica de la fidelidad conyugal, que todo lo que alcanzarán a hacer un montón de viejas babiecas, al final de la jornada, con sus golpes de pecho, su Rosario diario, y su misa dominical. Yo he hecho mía una frase: ¡In Paul we trust!

En cierta ocasión cayó en mis manos una edición de la versión anglosajona de Reader’s Digest, en la cual figura una extensa entrevista con McCartney. Nunca olvidaré el título de la nota: “Getting better all the time”. Para quien no lo sabe, es una línea del tema “Getting Better”, de la placa Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de 1967. El tema está compuesto por Paul, y es una clara muestra de su esencia.

A la muerte de Linda, McCartney confesó sentirse abatido, y perseguido por la sombra del amor que había perdido. Contrajo nupcias con la modelo Heather Mills, activista social que vio amputada la mitad de su pierna izquierda, luego de ser arrollada por un policía motorizado. La unión con Paul dejó unos mellizos, y una ruptura que derivó en una indemnización mil millonaria.

Equis. Mills habría dicho que McCartney fumaba yerba como quien toma té negro, a todas horas, y en cantidades industriales. Una portada de Rolling Stone, posterior a eso, mostraba a Paul con un porro en la boca –si mal no recuerdo- y hablaba de cómo el ex Beatle había dejado de un lado el cannabis, para hacer frente a la crianza de sus hijos. Jet set. Cochino pop.

En la misma entrevista en Reader’s Digest, le preguntaron a Paul qué tenía que decir sobre las drogas. Esto fue lo que contestó: “Lo mejor es estar sano, pero, siendo el mundo tan complicado, si vas a usar drogas, trata de que sea una a la vez”. Es vox populi que se trata del Beatle más zanahoria, si bien es al mismo tiempo el que mejor amistad trabó con Mick Jagger.

McCartney ha sido para mí una gran influencia como músico. Hago música desde los 9 años de edad. Pero también lo ha sido como persona, y –más allá- como gerente, como hombre de negocios. Paul ha demostrado que nunca hay que decir adiós, sino siempre hola. Que a la vida hay que sonreírle, que es preciso vibrar bien, siempre ir a más, nunca bajar la guardia, y, sobre todo, tener el corazón limpio de odios.

Podría escribir cuartillas interminables sobre Paul, creo que ha quedado claro que para mí es una gran fascinación su obra, su legado, su performance, en cuanto bajista –yo mismo soy bajista-, en cuanto esposo, en cuanto padre, en cuanto hombre de negocios, incluso en cuanto amigo. La bronca con Lennon fue una consecuencia natural de tanta fama. Hoy McCartney se abraza con Yoko, después de todo.

La letra de “New”, tema homónimo de su disco más reciente, dice lo que sigue: “All My Life / I Never Knew / What I Could Be / What I Could Do / Then We Where New”. Eso es McCartney, un chicuelo de clase media, que no tenía 20 años, cuando ya era una estrella de fama mundial. Pero nunca supo lo que podría ser, lo que podría hacer. Es un olfato de oro puro. Una intuición como no verá dos veces la historia.

Y Paul no sólo es eso: Paul es un artista endemoniadamente disciplinado y trabajador. Es posible que haya músicos más refinados, que exquisitos, más cultos, mejor formados. Pero nadie ocupa ese lugar en el show biz. Queda gritar: ¡In Paul we trust! ¡Getting better all the time!

Hey you,
¿nos brindas un café?