Varios de los capítulos de The Twilight Zone,y alguno que otro de aquellos que son considerados verdaderos clásicos, tienen lugar en el interior de aviones o tienen, al menos, una relación directa con el mundo de la aviación.Así, por ejemplo, en 1960 se estrenó “The Last Flight”, lírico episodio en el que Decker, un desertor de la Primera Guerra Mundial, viaja en el tiempo, sin razón aparente, y llega a la época de la Guerra Fría, en donde se entera de que Mackaye, un compañero de armas al que él, en un ataque de cobardía, había dejado abandonado a su suerte en pleno frente occidental, no sólo ha sobrevivido, de forma milagrosa, sino que incluso se ha convertido en una alta autoridad militar… por lo que Decker, asustado por tener que enfrentarse a Mackeye, se escapa e intenta volver a su tiempo, sin que se sepa si lo logra o no hasta que, luego, Mackaye cuenta a algunos de sus colaboradores que, a punto de morir en 1917, un aviador heroico llamado Decker lo había salvado… Y el relato termina con las siguientes palabras de Rod Serling: “Dialog from a play, Hamlet to Horatio: There are more things in heaven and earth than are dreamt of in your philosophy. Dialog from a play written long before men took to the sky: There are more things in heaven and earth and in the sky than perhaps can be dreamt of. And somewhere in between heaven, the sky, and the earth, lies… the twilight zone”.
En “The Odissey of Flight 33”, capítulo de la segunda temporada de la serie y estrenado en 1961, en cambio, toda la tripulación y los pasajeros de un vuelo comercial se encuentran, de repente y al salir de una nube y de una turbulencia particularmente fuerte, en el pasado remoto… ¡y se dan cuenta de ello porque ven, aterrados desde su Boeing 707, cómo pululan los dinosaurios, en tierra firme! Al repetir la maniobra y volver a entrar a la nube, el vuelo 33 consigue regresar al siglo XX… pero, lamentablemente, al año 1939, nomás, cuando todavía los aeropuertos no están diseñados para permitir el aterrizaje de una nave tan grande como un Boeing 707. Así las cosas, y pese a que están escasos de combustible, los tripulantes del avión tienen que volver a dar la vuelta e intentar llegar al tiempo correcto, buscando a ciegas el camino a casa en medio de una nube inexplicable y sin perspectivas de éxito, como una humanidad extraviada y ya carentes de narrativas que permitan hacer sentido de el mundo o, mejor, de la dimensión desconocida: “A Global jet airliner”, dice Serling, “en route from London to New York on an uneventful afternoon in the year 1961, but now reported overdue and missing, and by now, searched for on land, sea, and air by anguished human beings, fearful of what they’ll find. But you and I know where she is. You and I know what’s happened. So if some moment, any moment, you hear the sound of jet engines flying atop the overcast… engines that sound searching and lost… engines that sound desperate… shoot up a flare or do something. That would be Global 33 trying to get home… from the twilight zone”.
Finalmente, en el acaso más conocido episodio de toda la serie, “Nightmare at 20,000 Feet” de la quinta temporada (1963), Bob Wilson, un pasajero de un vuelo comercial nocturno interpretado por nada menos que por un sorprendente William Shatner en su etapa pre-Star Trek,cree ver, por la ventanilla del avión, a un monstruo (un “gremlin”, como le dicen en el capítulo a la criatura, dos décadas antes de la película Gremlinsde Joe Dante [1984]) que está dedicado a hacer diabluras y a desbaratar el ala de la aeronave, sin parecer importarle que ésta se caiga como resultado de sus travesuras. El detalle está, sin embargo, en que, como corresponde a una buena narrativa paranoica, nadie más ve al mencionado “gremlin” y, más bien, todos los otros pasajeros, incluyendo a la esposa de Wilson, creen que es él el que está loco… ya que, para colmo, Wilson tiene antecedentes de ataques psicóticos detonados, precisamente, por la experiencia de volar en aviones comerciales y en vuelos nocturnos… Pero ya sabemos que, en el mundo postmoderno, total paranoia is total awareness, así que, aunque nadie le crea y tenga que tomar medidas extremas para evitar que el “gremlin” acabe con el avión, y aunque sea reprimido violentamente por la tripulación y por la historia oficial según la cual los “gremlins” no existen, Wilson sabe, para sus adentros, que vio lo que vio… y el último plano del episodio nos muestra, en efecto, el ala dañada. “The flight of Mr. Robert Wilson has ended now”, dice al respecto Serling, “a flight not only from point A to point B, but also from the fear of recurring mental breakdown. Mr. Wilson has that fear no longer… though, for the moment, he is, as he has said, alone in this assurance. Happily, his conviction will not remain isolated too much longer, for happily, tangible manifestation is very often left as evidence of trespass, even from so intangible a quarter as the twilight zone”.
Como detalle al margen, este episodio fue filmado una vez más para la película Twilight Zone: The Movie(1983), un proyecto de largometraje episódico en el que cada episodio era dirigido por un cineasta diferente y en el que participó, para más inri, el mismo Joe Dante, director de Gremlins… además de Steven Spielberg, John Landis y George Miller. Miller es, justamente, a quien le toca hacer una nueva versión de la pesadilla a los 6.000 metros de altura… y, en este remake, el honor de interpretar al pasajero paranoico que, en cierta forma, representa al sujeto postmoderno per se, recae en John Lithgow, uno de los mejores actores norteamericanos de los últimos cincuenta años y uno que, incluso, logra que la reescritura sea más efectiva que el original.
Una de las razones por las que, en The Twilight Zone, los aviones y la aeronáutica en general son personajes protagónicos es la de que, a finales de los cincuenta del siglo XX y a principios de los sesenta, se trataba todavía de una tecnología lo suficientemente novedosa como para constituir un perfecto escenario o un perfecto contexto en el que situar narrativas paranoicas siempre tendientes a la ciencia ficción, tales como las de la dimensión desconocida. Me atrevo a elucubrar, no obstante, que otra razón es de corte más biográfico: sí, es cierto; la aproximación a los textos diversos desde la biografía o desde la intención de sus autores es, en definitiva, la falacia autoral (¡el autor ha muerto, después de todo!), pero en este caso resulta que Rod Serling es, indiscutiblemente, el autor de The Twilight Zoney quesus experiencias vitales impregnan muchos de los episodios de la serie.
Así, Rod Serling, judío estadounidense nacido el día de Navidad de 1924 en el seno de una familia de clase media, se enrola en el ejército de su país al día siguiente de graduarse de bachiller, con el objetivo de luchar contra el fascismo y, específicamente, contra su versión nazi, para lo que se entrena como paracaidista y pasa mucho tiempo en aviones… pese a lo cual, en la guerra misma, es enviado al frente del Pacífico (¡adiós a su sueño de matar a Hitler!) y es desplegado, casi todo el tiempo, como cabo de infantería (¡adiós a su sueño de volar!). Luego, al volver a Estados Unidos como héroe de guerra, inicia su carrera en los medios de comunicación trabajando en la radio de la universidad en la que estudia y, algún tiempo después haber hecho sus pininos en esto, se convierte en una celebridad cuando, en 1955, logra que uno de sus guiones sea filmado en Kraft Television Theatre, una serie pionera de la televisión (en aquel entonces un medio novedoso y revolucionario, al fin y al cabo), y dicho episodio se convierte en uno de los favoritos de la naciente crítica especializada: según The New York Times, por ejemplo, “Patterns” (así se titulaba el capítulo) representaba uno de los puntos más altos de la evolución del medio hasta ese momento.
Cuatro años más tarde, y algunos guiones exitosos más tarde también, Serling tiene la suficiente fama y tracción en el negocio de la televisión como para, en un intento de escapar a las presiones de los estudios y de los auspiciantes, así como a la censura previa de los canales televisivos tradicionales, proponer su propia serie, una que le permitiera abordar problemas sociales y políticos de su era, la Guerra Fría, sin que los fatuos ejecutivos se dieran cuenta de ello… y la dimensión desconocida was born. El resto, as they say, es historia: en The Twilight Zone, de la que es creador, productor, narrador y, en la mayoría de los episodios, guionista, Serling mete todo su inmenso bagaje cultural y su espíritu rebeldee iconoclasta (un gringo blanco que se opone, antes de que fuera hegemónico oponerse, a la segregación racial, al sexismo, al imperialismo y a la misma guerra) para ponerle un espejo delante a la sociedad norteamericana de antes de Vietnam. Es sólo que se trata de un espejo caleidoscópico, fragmentado, deforme… que refleja y delinea o configura también la deformidad de la sociedad altamente compleja, y altamente contradictoria, confusa, unheimlich, siniestra, en la que le ha tocado actuar y sobre la que le ha tocado reflexionar.
El Estados Unidos del siglo americano es, precisamente, The Twilight Zone. El Estados Unidos en franca debacle del día de hoy es algo beyond.