La Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), foro que integran 38 ex jefes de Estado y de Gobierno, preocupados en lo inmediato por el grave deterioro de la democracia venezolana en todos sus órdenes: ausencia de separación de poderes con la consiguiente pérdida de autonomía de los jueces y el no ejercicio de controles parlamentarios; fraude a la legalidad como fisiología del poder; perturbación del lenguaje político y jurídico – las palabras no significan más lo que son y se las usa para expresar lo contrario a su sentido o vaciarlas de contenido – a fin de impedir el desempeño informado y libre de la soberanía popular; en fin, ausencia de garantías constitucionales y recurrente como sistemática violación de los derechos humanos de los opositores; considera obligante su presencia en la coyuntura electoral del venidero 6 de diciembre.
Desde la sociedad civil y en sede de la opinión pública, IDEA Democrática observa y analiza los procesos y experiencias iberoamericanos, reflexiona sobre las vías y medios que permitan la instalación de la democracia allí donde no existe o su reconstitución donde se ha deteriorado, tanto como favorecer su defensa y respeto por los gobiernos donde se encuentre radicada.
Siete (7) ex presidentes – Luis Alberto La Calle, Miguel A. Rodríguez, Osvaldo Hurtado, Laura Chinchilla, Mireya Moscoso y Tuto Quiroga – representantes de distintas perspectivas de pensamiento y demócratas probados, encabezados por Andrés Pastrana, ex mandatario colombiano y actual Presidente de la Internacional Demócrata de Centro, llegan a Caracas a pesar de la negativa del Poder Electoral a ser observado. Acompañarán al pueblo venezolano y apostarán por un voto masivo capaz de superar los obstáculos denunciados por el Secretario de la OEA, Luis Almagro y de desterrar la violencia,
Las tendencias, según las investigaciones de opinión, opositoras unas y otras próximas al gobierno de Nicolás Maduro, indican la probable y abrumadora victoria de las fuerzas democráticas, anhelantes de su respeto.
Lo ocurrido en Argentina con la elección de Mauricio Macri, que derrota y fractura al eje socialista del siglo XXI entre Buenos Aires y Caracas, anuncia nuevos vientos democratizadores en la región, a contrapelo de los populismos autoritarios instaurados durante los últimos tres lustros.
Las cosas, sin embargo, no son tan simples. La historia no es lineal en la repetición de sus ciclos y las realidades sociales y económicas tienen especificidades temporales, incluso regimentadas bajo un mismo patrón ideológico.
Argentina es un país con fuerte tradición federal. El régimen que se despide – enemigo de la prensa independiente – no alcanza a desmoronar su andamiaje institucional y sanos equilibrios sectoriales. Venezuela, antes bien, se encuentra hipotecada por una tradición centralizadora del poder y, ahora, asfixiada, bajo reclamo de “fueros perdidos a manos de los civiles”, por el militarismo; lo que es más grave e inédito, por la activa colusión de sus élites “oficiales” con el narcotráfico, y el terrorismo.
Argentina acusa severos problemas macroeconómicos y un grave endeudamiento, pero la Venezuela revolucionaria desgajó a todo el país. Tiene los más altos índices de violencia en el Occidente, cuenta con la inflación más alta del mundo, perdió su aparato productivo para hacer depender al pueblo del consumo racionado a voluntad de un Estado quebrado, con divisas decrecientes que sólo alcanzan y se usan para el pago de los intereses de los capitales de quienes se han enriquecido bajo el paraguas gubernamental y su corrupción.
Todo ello significa que el ejercicio electoral del 6D deja en manos del votante, sin delegación, crear las condiciones para que pueda, mediante un relativo rescate de los equilibrios políticos, iniciar con sus líderes la compleja tarea de la reconstrucción nacional.
Todo está por hacerse y el voto es una escala, imprescindible. Y dado el cuadro estructural de los mercados petroleros, no dependerá el porvenir sino del trabajo, sacrificio y esfuerzo cotidianos de todos; dentro de un agonal juego de ajedrez presto a despejar el espíritu dictatorial y la locura de quienes conducen la destructora máquina oficial. Habrán de crearse condiciones de concordia – con la nación total, no con el crimen organizado – para la edificación ex novo de la Casa Común.
No habrá milagros. Otros ferrocarriles esperan de pasajeros con mentalidades constructivas y por breve tiempo se frenarán en los andenes de la estación poselectoral. Quien llegue tarde o no entienda que la historia es y será otra, muy distinta, perderá el tren del futuro. Acompañará a los condenados al basurero de la civilización.
¡Que Dios nos acompañe!