Estos días nuestros que parecieran no ajustarse a lo que siempre hemos definido como lo bueno y lo malo, nos hacen presa del desánimo, la desesperanza o en el mejor de los casos, nos hacen vivir en confusión. En un constante sí, pero no, del que es muy difícil sobreponerse para elaborar juicios propios. Los que van en bicicleta sin dejar huella de daño ambiental, que generalmente se conducen en favor de una vida mejor para todos, son atacados a muerte sin razón aparente; o los que siempre han defendido la libertad en ejercicio de las particularidades culturales vinculadas con una ocupación geográfica, ahora le dan voz a los que siembran el mundo de fronteras, odios y separación en beneficio de sus cuentas bancarias… el socialismo de justicia para los desposeídos, resulta en represión mortal, censura y persecución, hambre y miedo… Qué decir de los dimes y diretes de los opinadores de oficio que abordan los temas que acaparan nuestra ansiosa atención, que se muerden la cola sin aportar, no digamos una solución, siquiera una comprensión que mínimamente apacigüe el malestar que producen las noticias del mundo entero.
Pero a pesar de que los temas se concentran y es difícil escaparles, la información es tanta que entre la maraña de noticias escandalosas que engordan el pesimismo y la confusión de cada mañana, es posible encontrar de lo bueno e inofensivo de qué hablar.
Pues entre una cosa y otra, científicos y estudiosos ahora dicen que llegar tarde es mejor. Que las personas que siempre llegan tarde, tienen más éxito y viven más. Después de todo el descrédito que por causa de las tardanzas hemos sufrido los latinos, finalmente los científicos más puntuales han llegado a la conclusión de que los que llegan tarde, están más conectados con los demás, logran por eso ser más optimistas, sufren de mucho menos stress, lo que reporta beneficios indudables para la salud, y una mayor capacidad de ver y pensar de manera innovadora, creativa, lo que propone un mayor éxito profesional. ¡Más vale tarde que nunca! Esto va para todos aquellos que temen contratar a latinos por aquello de que no cumplen.
No es que me parezcan tan confiables los estudios que pretenden medir asuntos tan subjetivos y vinculados a lo intangible como lo son el optimismo, el entusiasmo, la espontaneidad, la propensión a la creatividad y la innovación, el éxito profesional… pero si todo eso me lo cuentan vinculado a la longevidad y las dolencias cardíacas, me gusta pensar que es científico y es verdad. Sobre todo, porque conviene a los latinos que regados por el mundo siguen su horario autóctono a pesar de los relojes del primer mundo. De todas formas, al latino que llega a tiempo, nadie le cree.
A partir de estos descubrimientos será entonces mucho más fácil cargar con la mala fama de la impuntualidad. Toda vez que la impuntualidad está asociada al optimismo, y el optimismo en la actualidad, es una gran virtud.
Tampoco es para hacerse ilusiones, no todo es bueno cuando se llega tarde. El optimismo de los retrasados proviene justamente de ser poco realistas, en la percepción del tiempo: tipo, mañana hago ejercicio, me tengo que quitar tres kilos, paso por la tintorería porque necesito la chaqueta azul para la reunión de la tarde, hago un mercadito porque no hay nada en la nevera, antes de llevar a los niños al colegio, y después me voy linda y bella para la oficina. Tengo una hora completa para todo eso. Cualquier retraso, fue porque se me espichó un caucho.
Sin embargo, ese optimismo rinde beneficios concretos en moneda corriente, según un estudio entre vendedores, de Metropolitan Life: los vendedores optimistas vendieron un 88% más, que los pesimistas. Vaya usted a saber cuáles son los indicadores que utilizan para agrupar optimistas y pesimistas. Los resultados en todo caso, dicen que los que vendieron menos son los que tienen una visión más pesimista de la vida… ¿realista, tal vez?; y que el rendimiento de los optimistas es mejor, porque su perspectiva es mejor, porque tienen más altos niveles de entusiasmo… ¿por indolentes o irresponsables?
En todo caso, los que llegan tarde entran en la categoría de “entusiastas, extrovertidos, espontáneos, animados y lúdicos»; aunque también son los más “desorganizados, demasiado extensos, dispersos e indisciplinados». Tratando de comprender estas definiciones es fácil perderse: ¿cuáles son las virtudes… cuáles, las debilidades? ¿No se trataba de no ajustarse a las reglas y ser creativos, innovadores, universalistas, curiosos… o eso es demasiado desorganizado, indisciplinado, disperso…? ¿En qué quedamos entonces? ¿es bueno o malo el entusiasmo?
Según estudios de un profesor de psicología en la Universidad de San Diego, que clasifica a las personalidades de tipo A (competitivo, impaciente) y de tipo B (relajado, creativo), las personas impuntuales pertenecen a la categoría B. Después de un minuto, los A piensan que en promedio han pasado 58 segundos, mientras que los B piensan que pasaron 77 segundos. Es decir, los B perciben el tiempo más largo de lo que realmente es. El problema es que esos 17 segundos de mas, se van sumando minuto a minuto… Pero no es para tanto, al llegar tarde a la cita, la escuela o el trabajo, siempre se puede echar mano del retraso en los trenes, ¿quién puede decir que no ha usado esa carta jamás?
Aparentemente, los operadores del metro en Nueva York que llegan tarde, son los multitasking. He allí otra causa de retraso, los choferes B.
Los B, de todas maneras, no se ocupan de los horarios de los trenes, ni de reservar hoteles ni vuelos. Empacan a última hora, y en el camino van encontrando donde comer y dormir. Están dispuestos al goce, a la aventura, relajados y espontáneos… ¿Te casarías con un B?
Viven el momento, no piensan en el futuro y por eso el ahorro no es asunto que se les da con facilidad. De nuevo, ¿te casarías con un B? o más bien, ¿querría él casarse contigo?
No les gusta seguir instrucciones, no creen del todo en lo que estima Google Map, son dueños de un pensamiento complejo, nunca lineal, creativo, nunca convencional, piensan fuera de la norma, de los límites, lo que los lleva a abordar los problemas de forma no convencional, y a menudo mejor. Esto los hace personal interesante para las empresas innovadoras, nuevos emprendimientos, de tecnología “de punta” que llaman, por ejemplo… ¿por qué será entonces que son esas empresas justamente las responsables de acabar con ellos en poco tiempo, luego que los exprimen, los expulsan como material de desecho?
Y para cerrar con broche de oro, en este sí pero no, en un estudio de la Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud, se piensa que las personalidades tipo A tienen más probabilidades de tener un alto riesgo de padecer enfermedades coronarias. Esto se debe a sus niveles de estrés más altos. Las personas B, en cambio, con menos preocupaciones sobre el uso del tiempo, pueden evitar las enfermedades relacionadas con el estrés. ¿Será por eso que los latinoamericanos podemos vivir en circunstancias de injusticia social que supera cualquier villanía imaginada… a la hora que sea, siempre de buen humor y sin morir de un infarto en el intento?