Zygmunt Bauman, quien falleció hace poco más de un año, realizó profundos estudios del ser humano y llamó la posmodernidad, Modernidad Líquida.
Yo considero que podríamos definir posmodernidad el tiempo que va desde los inicios de mil novecientos noventa en adelante.
Es esta una etapa durante la cual se desarrolla un ser humano individualista, ensimismado, enraizado en el reino de Narciso, su gran impulsor. Es el hombre que construye mundos tecnológicos para esconderse detrás de una pantalla de celular o de Tablet, que se siente un «súper hombre” porque tiene acceso a todo el conocimiento con sólo acudir a un motor de búsqueda sin entender que, en el fondo, no sabe nada. Son personas que al asistir al colegio o a la universidad presentan una monografía aparentemente impecable, y luego, cuando quedan a solas con un papel en blanco, sienten que las asaltan las culebras, los fantasmas, y caen en faltas de ortografía e incoherencias sintácticas.
Ese individuo se enfrenta al drama de su cotidianidad, la cual tiende a ser monótona y sin sentido aparente. Trata de ir de la derecha a la izquierda sin pasar por el centro. Si Cortázar viviera dibujaría su «rayuela» sin el centro. Pareciera que el «centro» está sobrando. Sin embargo es justamente en ese centro donde el hombre puede darse cuenta de su razón de ser, descubrir quién es y redimirse para afrontar el dilema y la pesadez de su existencia.
Al hablar de izquierda y derecha no me refiero ni a Marx y Engels por un lado ni a John Locke y los padres del capitalismo por otro. No se trata de una derecha e izquierda económicas o políticas.
Considero de derecha la automatización por antonomasia. Esa automatización, que en algunos casos como ha sido el del recién fallecido Stephen Hawking, es sumamente importante, en otros conlleva a una robotización, impulsada por algunas grandes empresas, que va eliminando todo rasgo de humanidad hasta convertir a las personas en autómatas. Hay quien cree que estas compañías multinacionales y posmodernas son la panacea y que para ser un verdadero ciudadano actual hay que mecanizarse hasta convertirse en un autómata.
Y ¿ dónde queda la izquierda?… La vemos reflejadas en aquellas personas quienes cuando van o salen del trabajo dejan que sus emociones las gobiernen. Eliminan la racionalidad del centro y reaccionan a las frustraciones como machos alfa o personas imponentes y dominantes. Su cotidianidad se reduce en probar quién es el más fuerte, el que merece más y por tanto la otredad queda relegada.
Y ¿cuál es entonces el centro? Pues la dimensión humanista, la que encierra el poder del pensamiento, la capacidad de elucubrar acuerdos, allí donde nacen las virtudes y se siembra la semilla de la evolución.
Creo que si el ser humano desea sobrevivir, no puede actuar pensando en las ganancias ni tratar de inventar la fuente de la eterna juventud. Lo único que debería hacer es humanizarse, buscar el centro en el cual se halla el equilibrio.