Reflexiones, vivencias, aprendizajes, temores. Así vivimos el coronavirus en ViceVersa Magazine.
Madeline Millan: poeta y docente
Son muchas las ciudades que encierra Nueva York en su interior. Diferencias que pueblan sus barrios y que podemos reconocer no solamente en las facciones físicas de las personas, sino también en la música que resuena en sus calles, en los perfumes que se desprenden de sus cocinas, en los diferentes idiomas que transforman soledades en comunidad. Imposible sería imaginar Nueva York desde una única ventana.
Empecemos por la ventana a través de la cual se asoma la poeta y docente Madeline Millán en Washington Heights cerca de Riverside.
“Aquí nunca hubo una gran diferencia en el panorama del barrio. Sin duda hay menor tráfico en las carreteras, pero la gente sigue juntándose, escucha música, es alegre y las esquinas calientes, en las cuales venden droga, continúan activas como siempre. Nadie pareciera preocuparse demasiado por el Covid-19. Desde hace unos días al alboroto normal de la comunidad se agregan, a las 7:00pm, el aplauso y cacerolazo con el cual la ciudad agradece el trabajo de quien está en los hospitales, supermercados etc. Creo que el espíritu caribeño es fiestero y mal soporta el aislamiento. Sin embargo, también creo que muchas de las personas que están en la calle, en este barrio, tienen que seguir trabajando. Si pararan no comerían”.
En Nueva York como en otras ciudades de Estados Unidos y del mundo, el coronavirus puso en evidencia más que nunca las disparidades y las injusticias sociales. Madeline quien enseña en el departamento de idiomas del Fashion Institute of Technology, pudo comprobarlo personalmente viajando en metro cuando la ciudad se iba paralizando.
“Mi Universidad cerró definitivamente el 16 de marzo. Ya lo habían hecho Columbia y CUNY, así que, en los últimos días, el panorama de quien viajaba en metro cambió radicalmente. Los vagones estaban llenos de personas humildes, en gran mayoría afroamericanas y latinas. Era una realidad inquietante que me hacía pensar en películas de ciencia ficción como The Hunger Games, en las cuales las sociedades están compartimentadas”.
Madeline fue una de las personas que contrajo y superó el virus sin necesidad de ingresar en una clínica. Una experiencia dura, más que todo porque se vive en soledad.
“Nuestra Universidad cerró muy tarde, ya la pandemia se estaba extendiendo en la ciudad y sabíamos que al salir de casa corríamos el riesgo de contraerla. Fui al trabajo el último día y, tras recoger las cosas que tenía en mi oficina a sabiendas que no regresaría durante un tiempo, fui a cenar con algunas colegas. De pronto sentí que tenía fiebre, algo totalmente inusual en mi. En los días siguientes empecé a percibir los demás síntomas: dolores de cabeza muy fuertes, opresión en el pecho e inflamación en los ojos. Pocos días después del cierre de la Universidad, una de las colegas que había estado conmigo, tuvo que ser hospitalizada por síntomas mucho más graves”.
Madeline superó la enfermedad gracias a sus conocimientos de medicina natural, yoga y respiración.
“Empecé a tomar antinflamatorios naturales como la cúrcuma, la pimienta, el ajo, la canela, el jengibre. Iba mezclando y probando nuevos sabores, una experiencia interesante. Hice mucha meditación y sobre todo unas prácticas de pranayama, es decir de respiración yoga, porque no lograba que el respiro llegara hasta el fondo. Tenía que obligarme, hacer un esfuerzo mental y físico para respirar llenando los pulmones. Unos días me sentí tan mal que no me pude levantar de la cama, pero poco a poco me fui sintiendo mejor. Ahora mantengo la práctica de respiración porque a veces aún siento una ligera opresión en el pecho. Es una sensación desagradable. Lamentablemente el virus es muy muy contagioso. Por ejemplo, mi hija y su novio tienen un amigo médico que los visitaba regularmente sin saber, hasta que tuvo que hacerse la prueba por su profesión, que era un portador sano. Cuando lo supo dejó de ir donde mi hija, pero ya los había infectado. Pasaron por la misma experiencia mía y también lograron superar la enfermedad con medicina natural, yoga y pranayama”.
Si bien su actividad de escritora y su misma personalidad bastante esquiva, la hayan acostumbrado a la soledad y a transcurrir muchas horas en casa, Madeline no puede evitar añorar sus paseos por el lado del río y su nostalgia por el mar. Siendo puertorriqueña, el mar representa una presencia viva, fundamental, en su vida. Pensando en eso, escribió:
“En este cuartito vivo encerrada. Dentro de las cuatro paredes de un apartamento neoyorquino donde las mañanas están llenas de una luz que yo solo veo porque, si fuera realista, esa luz no existiría. Como nunca he tenido el defecto de ver las cosas como son, los atardeceres entran por la única ventana de mi cuarto, y me digo, soy feliz con tan poco. No es una simple revelación de unos instantes. Cada día la música del mar con gaviotas en YouTube acompaña mi soledad y hace de la soledad una posibilidad para inventar voces, caminos, poemas, sueños para cuando vuelva a esa otra luz al otro lado del río del Riverside Drive. Tan cerca que podría echarme a caminar a lo largo de un recorrido que llega hasta el puente del Bronx. Y más allá está el mar. Yo invento el mar cada día, el mar no me falta”.
Divide su tiempo entre escritura y lectura. Disfruta de las posibilidades que ofrece la cultura ahora que el mundo virtual permite a todos navegar entre museos y teatros, y asistir a conciertos, opera, comedias, cine, y mucho más.
“Diría que el confinamiento me ha permitido aumentar las cosas que ya hacía: escribir, leer, meditar, hacer yoga. Estoy también juntando el trabajo literario de toda mi vida, algo que ya venía haciendo poco a poco”.
Confiesa con emoción haber descubierto nuevas bibliotecas y, sin embargo, no esconde su preocupación por el futuro de esa cultura que hoy se nos regala con tanta generosidad.
“No sabemos cómo van a responder las grandes corporaciones que sostienen el mundo cultural en Estados Unidos y que, en estos momentos, están perdiendo mucho dinero. Temo que la crisis pueda volver el capitalismo más despiadado, más carnicero. Sería doloroso porque en este momento la gente se está acercando a nuevas sensibilidades. Lo demuestra la música de ópera que nos llega de algunas casas, o la que toca en su instrumento alguna persona mientras saborea este comienzo de primavera en su balcón. Temo que las corporaciones y las mismas escuelas y Universidades traten de recuperar sus pérdidas aumentando la presión de trabajo en sus empleados y docentes. Ya ahora en Nueva York nadie trabaja solamente ocho horas y eso podría empeorar más todavía. Una señal la percibo en los mails que nos llegaban de la Universidad, aunque estuviéramos en pausa por el spring break, para invitarnos a tomar cursos que nos permitan dar clases online. Creo que es hacia ese tipo de enseñanza donde se están dirigiendo las Universidades, independientemente del momento particular que estamos viviendo ahora”.
Para terminar, Madeline Millan nos ha regalado un poema:
Detrás de la ventana
Dicen que por las noches
no más se le iba en puro llorar,
Dicen que no dormía
No más se le iba en puro tomar…
Currucucu Paloma, Cantado por Lola
Beltrán
Imaginan detrás de la ventana
Que una mujer sola no duerme
Dicen pero no saben
Si no me han visto nunca llorar
Piensan que soy una canción triste
Y me guardo la verdad detrás de esta ventana
Sola, sí, que no de lágrimas
para rancheras ni tangos
Dicen pero no saben
Si no despiertan junto a mi lado
Cucucurrucucú, paloma mía
Cucucurrucucú, cantemos
Cucucurrucucú paloma nuestra
que estás en mi tejado
Canta conmigo y no llores