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Pam limon
Pam limon

Historias de una pandemia. Desde la ventana de un avión

Reflexiones, vivencias, aprendizajes, temores. Así vivimos el coronavirus en ViceVersa Magazine.

 

Pamela Limón Ross: fotógrafa

Pamela Limón Ross tenía meses programando su viaje a Europa. La habían invitado a participar en el Photogenic Festival, un interesante Festival que se desarrolla en Barcelona desde hace varios años y reúne a fotógrafos de diferentes partes del mundo. Después de su estadía en Barcelona, Pam pensaba seguir y visitar otras ciudades de España, Portugal, Italia y Alemania. Un viaje que la llenaba de ilusión.

Salió de Ciudad de México el 27 de febrero y en ese momento el Covid-19 era todavía un virus lejano que parecía confinado en la ciudad de Wuhan, en China. Nada dejaba presumir que muy pronto se difundiría sembrando muerte y miedo en todo el mundo.

Al llegar a Barcelona se volcó en el montaje de su exposición.

 

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“Según el programa de los organizadores, tras su inauguración, la exposición iba a quedar abierta al público durante tres semanas. Me estaba quedando en casa de una amiga doctora y ella me mantenía informada sobre la expansión del coronavirus. Empezaba a sentirse cierta preocupación en el ambiente, pero la vida seguía normalmente y todavía no se había expandido el miedo. Inauguramos el 5 de marzo, el 7 se organizó un recorrido por todos los lugares que participaban en esta “ruta” de la fotografía ofreciendo la posibilidad a los fotógrafos de hablar sobre su trabajo. El 14 de marzo había en programa un evento grande en la fábrica de la cerveza Estela pero ya el virus se había extendido peligrosamente también en España. El gobierno decretó el confinamiento y nuestro evento quedó suspendido. A pesar de todo decidí seguir visitando España. Fui a Zaragoza y luego a Madrid en casa de un amigo de toda la vida. Sus padres quienes recién habían llegado de un viaje, nos hablaron de todas las medidas de seguridad que estaban tomando en los aeropuertos. Se empezó a especular sobre un posible cierre de los aeropuertos españoles. Ya Italia había cerrado su frontera así que esa parte del viaje quedó cancelada. A pesar de todo seguía con mis dudas y sobre todo con el deseo de seguir con el itinerario programado. De Madrid fui a Toledo y luego a Granada. Para ese momento ya miedo, incertidumbre, preocupación eran los sentimientos dominantes. Todos hablaban de lo mismo, en los cafés, en la calle, percibías la angustia entre las personas que no lograban aceptar del todo las medidas que establecían el cierre de los comercios. Paseé por las calles de la ciudad, y, al día siguiente intenté visitar la Alhambra pero ya la habían cerrado. Fue muy decepcionante para mí. Lo que más me asombró fue asistir al cierre de una ciudad entera en pocas horas. Decidí seguir hacia Sevilla. De allí pensaba viajar a Lisboa. Cuando llegué a la parada de los autobuses que me llevarían hacia Sevilla, a las 3:00 de la mañana, había muchísimas personas con maletas, bolsos, mochilas. Supongo que todos estaban tratando de volver a sus casas. A la mañana siguiente, cuando llegamos a Sevilla la situación era aun más caótica. Había muchísima gente, algunos lloraban, otros peleaban con el personal de las taquillas. El ambiente estaba muy tenso. Miedo y angustia eran palpables. Entendí que la situación iba empeorando minuto a minuto y me dio miedo ir a Portugal, un país en el cual no tengo amigos. Tras pensarlo un poco decidí suprimir también esa etapa del viaje e irme directamente a Hamburgo, ciudad en la cual vive mi mejor amiga. Por lo menos allí, pasara lo que pasara, hubiera podido contar con el apoyo de una familia”.

 

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En Sevilla Pam Limón paseó por unas calles que iban quedando vacías, solitarias. Los negocios ya estaban cerrando. Logró encontrar un restaurante abierto para almorzar, pero le fue imposible encontrar otro para cenar.

Me fui a orillas del río esperando la salida del autobús que me llevaría de regreso a Madrid para luego tomar el avión a Hamburgo. Ya habían anunciado el cierre de las fronteras también en España”.

En Alemania las medidas de confinamiento eran menos estrictas así que pudo salir con su amiga a visitar algunos lugares de la ciudad. Sin embargo, tiendas, museos, bares, restaurantes, estaban cerrados así que se limitaron a pasear.

“No pude conocer casi nada de Hamburgo. Todo estaba cerrado y no pude comprarme algo para resguardarme del frío que todavía se sentía en esa ciudad, y tampoco una mochila nueva con la cual quería reemplazar la vieja. Quizás sean detalles pequeños, pero se vuelven importantes cuando estás de viaje porque nunca te los imaginarías. Sin embargo, me sentía feliz porque podía compartir con mi amiga que no veía desde hace siete años”.

 

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Las travesías de Pam no terminan allí. 

“Mi vuelo de regreso a México estaba programado para el 8 de abril. Hubiera tenido que salir con un avión de Lufthansa desde Barcelona. Naturalmente ya era imposible volver a Barcelona así que fui a la línea aérea, expliqué mi situación y una señorita me dijo que tenían programados dos viajes para México y hubiera sido suficiente ir al aeropuerto con mi boleto y pedir el cambio. Así lo hice. Pero, la persona que estaba en la taquilla a esa hora de la madrugada me dijo toda otra cosa. Para cambiar el viaje tenía que pagar 320 euros. Pedí un poco de tiempo para pensarlo y en media hora pasó antes a 380 euros y luego a 408. Estaba a punto de pagarlos, pero, tras pensarlo mejor, decidí volver a casa de mi amiga. Me parecía totalmente injusto dar todo ese dinero a la línea aérea. En la tarde volví al aeropuerto, hablé con la persona del día anterior y ella, muy gentilmente, me hizo el cambio sin tener que pagar nada. Así terminó un viaje que fue realmente muy extraño, tan diferente de cómo lo había programado e imaginado”.

Al hablar de las sensaciones y emociones que le quedaron de esa aventura en una Europa que se iba cerrando a su paso, presa del miedo que causaban las cifras crecientes de muertos y contagios, Pam Limón confiesa que todavía está metabolizando todo lo que vivió.

 

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Era un viaje que había esperado con mucha ilusión. No solamente iba a Europa sino también a exponer mi trabajo en un Festival reconocido. De repente todo se truncó. No pude recuperar mis fotos que siguen en Barcelona y viví situaciones impensables. Por ejemplo, ver los estantes vacíos en los supermercados de Hamburgo, o las calles solas, con todas las tiendas cerradas en Sevilla. Por momentos me sentía deprimida, por otros impactada y consciente de estar viviendo algo único. Pude observar todo desde fuera, con la lejanía que te da saber que no perteneces a ese lugar. Pude ver las reacciones de las personas frente a algo tan impredecible, su miedo creciente, un miedo que a ratos me contagiaba y que yo mismo trasmití, aun sin querer, a mis amigos y familiares en México. Es un viaje que nunca olvidaré”.

En su recorrido tuvo la oportunidad de hacer fotos y videos que se propone transformar en un documental corto, en algo que a través de las imágenes y las palabras pueda reflejar sus vivencias y emociones.

 

 

Pam Limón, como muchos otros artistas, vive de su arte y la cultura, que tanto nos ha ayudado en estos días de confinamiento, posiblemente será uno de los sectores más golpeados por la crisis económica que dejará la pandemia. Sin embargo, su visión del futuro es optimista.

Creo que saldrá algo bueno de esta experiencia. El confinamiento para muchos artistas ha sido positivo porque nos ha dado tiempo para reflexionar, generar ideas y plasmarlas. Muchos teníamos proyectos engavetados en espera de poderles dedicar ese tiempo que siempre falta en nuestra cotidianidad. En México también se está hablando de unas ayudas a los artistas y hay muchos movimientos volcados a ofrecernos mayor visibilidad. Hay talleres, planes para exposiciones. En este momento el trabajo es escaso y eso es preocupante, pero quiero pensar que de esto saldrá algo mejor”.

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