Hay personas a quienes es posible identificar solo con ver el objeto que más se asocia con ellas. El bastón de Chaplin, el bigote de Cantinflas, la chupeta de Kojak o el sombrero de frutas de… ¿Es acaso necesario que diga de quién vamos a hablar en esta tercera entrega sobre los hispanos en Hollywood? Maria do Carmo Miranda da Cunha, mejor conocida como Carmen Miranda era portuguesa de nacimiento, pero cuando apenas tenía un año su padre se mudó a Río de Janeiro, lugar que se convertiría en su hogar. Por sobre todas las cosas Miranda era cantante. Cantando comenzó su carrera y como cantante llegó a los Estados Unidos.
A los veinte años fue su primera presentación en este país, pero no en Hollywood como actriz, sino en Broadway como cantante de la mano del empresario Lee Shubert. El éxito fue de tal magnitud que la 20th Century Fox la contrató en una serie de películas que la catapultarían a la fama. Su sombrero de frutas (usado por primera vez en la película The Gang’s All Here (Busby Berkeley, 1943)) se convirtió en el ícono que la identificaría y su éxito fue tal que llegó a convertirse en la mujer mejor pagada de los Estados Unidos.
Sin embargo, en América Latina y sobre todo en su país Brasil, la imagen que representaba de los latinos no fue bien recibida pues consideraban que tergiversaba lo que en realidad eran los brasileños y fue por eso que cuando regresó a Brasil en el año 1940 la prensa empezó a criticarla. Ella, decían los medios, no representa a los latinoamericanos, sino la imagen que los norteamericanos tienen de lo que ser latinoamericano significa. El rechazo llegó a tal punto que en una presentación realizada en Brasil fue abucheada hasta hacerla salir del escenario. Poco después Miranda respondió en una canción llamada Dicen que volví americanizada. Una de las labores más controversiales de Miranda fue la de embajadora de buena voluntad entre Estados Unidos y Brasil en lo que el gobierno de Roosevelt dio en llamar la “good neighbor policy”.
Más allá de las controversias la popularidad de Carmen Miranda era indiscutible. Murió en el año 1955 a causa de un infarto cuando su carrera había ya declinado. Su fama había llegado a tal punto que a su muerte fue recibida en Brasil con honores de Jefe de Estado y se declaró luto nacional. Sería absurdo negar que sus personajes fueran estereotipados y caricaturescos y que tal vez en cierta medida contribuyeran a eternizar una imagen condescendiente del latinoamericano como un dulce y peculiar personaje, pero yo me preguntaría, ¿acaso no se puede decir lo mismo de los personajes representados por Chaplin o Cantinflas? Ver en Carmen Miranda al latinoamericano modelo no hablaría mal de ella, sino del espectador. El problema no está en que ella fuese o no un estereotipo, sino en que el espectador ignorante lo viese como el único modelo de lo que significa ser latinoamericano. Después de todo, piénselo, ¿no conoce usted a nadie en América Latina con una personalidad como la del personaje de Miranda? Apuesto a que sí.