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Hemingway en Cuba

Una nueva película, “Papa: Hemingway in Cuba”, describe aspectos de la estadía de Ernest Hemingway en Cuba. Sin embargo, además de la estrecha relación de Hemingway con Cuba, el tuvo una gran influencia sobre muchos escritores latinoamericanos, particularmente sobre uno de los más destacados: Gabriel García Márquez.

En uno de sus artículos periodísticos, Gabriel García Márquez relata su encuentro con él. Estaba caminando por el bulevar Saint Michel, en París, una lluviosa primavera de 1957 cuando vio, en la acera opuesta, la figura inconfundible de Hemingway. Por un momento no atinó a pedirle una entrevista o a cruzar la avenida para expresarle su admiración.

Inseguro de su inglés, dijo, “no hice ninguna de la dos cosas que hubieran podido estropear aquel instante, sino que me puse las manos en bocina, como Tarzán en la selva, y grité de una acera a la otra: ‘Maeeeestro’. Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes, se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: ‘Adioooos, amigo’. Fue la única vez que lo vi.”

García Márquez expresaba con aquel grito su agradecimiento a uno de los dos autores que más influyeron en su obra (el otro fue William Faulkner). En particular, Hemingway desarrolló una intensa relación emocional con Cuba, donde vivió una de sus etapas más placenteras. En 1928, acompañado de su segunda esposa, Pauline Pfeiffer, Hemingway llegó por primera vez a Cuba. Sin embargo, fue su tercera esposa, la norteamericana Martha Gellhorn, con quien Hemingway eligió su casa en Finca Vigía, ubicada en una pequeña colina de San Francisco de Paula, a pocos kilómetros de La Habana.

Una medida de la influencia de Cuba en la obra de Hemingway es que allí escribió “A través del río y entre los árboles”, “París era una fiesta”, “Islas del Golfo” y su novela icónica de Cuba “El viejo y el mar”. 

Según él mismo dijo, con “El viejo y el mar” encontró el tono literario que había buscado toda su vida. Ese libro le valió el premio Pulitzer y lo catapultó al Premio Nobel. Como dijera el comité del premio, este le fue concedido por su “maestría del arte de la narración, que demostró recientemente en El viejo y el mar, y por la influencia que ha ejercido sobre el estilo contemporáneo”.

Ese estilo consistía en oraciones simples, una sintaxis sencilla sin subordinación y casi telegráfico en su expresión. Hemingway llamó a su estilo la “teoría del iceberg”, donde los hechos flotan sobre el agua y la estructura de soporte y el simbolismo operan fuera de la vista.

Sus lugares preferidos en Cuba fueron, además de la Finca Vigía, la habitación del hotel Ambos Mundos, donde a veces se recluía para escribir más tranquilo, y sus visitas casi obligadas al bar Floridita y a la Bodeguita del Medio. Esta última fue visitada además por personajes como Errol Flyn, Gabriel Mistral, Salvador Allende, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Agustín Lara y muchos otros.

El daiquiri “Papá Hemingway”, inventado por él, es todavía, más de cincuenta años más tarde, una de las especialidades del Floridita: dos líneas de ron, un golpe de limón y dos raciones de hielo frappé, que deja la copa bordeada de escarcha.

En una famosa entrevista con el escritor George Plimpton para The Paris Review, una de las revistas literarias norteamericanas de más prestigio, Hemingway dijo: “Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer, sólo la muerte puede ponerle fin”.

El suicidio de su padre dejó en Hemingway una marca dolorosa. En una charla en Cuba con Robert Manning, editor ejecutivo de la revista The Atlantic,  Hemingway le confesó a éste: “Respeto mucho el escribir, pero no a los escritores, excepto como el instrumento para escribir. Cuando un escritor se retira deliberadamente de la vida o es forzado a hacerlo por algún problema, su escritura tiende a atrofiarse, como el miembro de una persona cuando no se usa.” Quizás haya pensado en eso cuando, siguiendo lo que parecía ser una trágica tradición familiar (además de su padre, su hermana Ursula y su hermano Leicester también se suicidaron) puso fin a su vida en Ketchum, Idaho, con su escopeta favorita, la triste madrugada del 2 de julio de 1961.

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