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Hay un camino, presidente

Presidente Santos: Usted tiene la sartén por el mango. Como lo dijo luego de reunirse con los expresidentes Pastrana y Uribe y con los más recalcitrantes representantes del No a los acuerdos con las Farc (el exprocurador Ordóñez y los excandidatos Zuluaga y Ramírez), “la paz de Colombia está cerca”, y no nos queda sino “perseverar, perseverar y perseverar”.

Por eso está bien que, en principio, haya aceptado los resultados del plebiscito que indicaron que a un poquitico más de la mitad de los que votaron no les gustan esos acuerdos; que a un poquitico menos de la mitad sí nos gustan; y que al 63,32% de los colombianos, que no votaron, les importa un comino este país.

Por eso también está bien que, como demócrata, decidiera oír a los sectores del No: me lo imagino escuchando, flemático, la retahíla inmodificable de Uribe, que no se resigna a nada menos que gobernar él; las estridencias fanáticas de Ordóñez; y las consideraciones de Pastrana, quien tiene una actitud distinta, que podría resumirse en que le gustan los acuerdos, pero no acepta quedarse por fuera de la foto de la paz y, ante esa posibilidad, prefiere dañarla; y lo veo reuniéndose con los pastores de las iglesias, manipulados por Uribe y Ordóñez, quienes los convencieron del disparate de que los acuerdos con las Farc instaurarían la ideología de género, y conversando la semana entrante con el ex vicepresidente de Uribe y primo suyo, Pacho Santos, a quien han dejado por fuera de la foto de los anti Sí, y quien tiene una posición menos retrógrada, entre otras razones porque él fue de los organizadores del Mandato por la Paz.

Está bien que los escuche a todos unos diítas, presidente. Y que les pida a los negociadores que les cuenten a las Farc lo que dijeron, para saber si están dispuestas a acoger algunas propuestas de los pastores, de Pastrana y de Pacho Santos. Así se haría un nuevo acuerdo de paz que, al incluir a esos abanderados del No, tendría un apoyo que podría considerarse mayoritario. Entonces sería legítimo que usted lo hiciera aprobar por el Congreso, donde tiene mayoría abundante.

Pero no se puede perder tiempo: las Farc están en la incertidumbre, armadas aún; tienen que disponer de recursos ilegales para sobrevivir; su cohesión interna se complica en la medida que los días pasen y no haya soluciones; y una división a pedazos de la insurgencia haría la situación inmanejable tanto para usted como para su sucesor. De modo que no pueden gastarse semanas en consultas, ni pararle bolas a la tomadura de pelo de Uribe, a quien lo único que le interesa es satisfacer su ego y su libido imperandi y, por consiguiente, dilatar cualquier solución concreta con el ánimo de volverle el país ingobernable, de modo que en el 2018 vuelva a reinar él, y solo él. Por algo The Washington Post tituló hace poco: “El principal obstáculo para la paz en Colombia pueden no ser las Farc sino un expresidente”. El prestigioso diario se refería a Uribe, por supuesto.

Usted se la ha jugado por las víctimas, presidente. Deje a Uribe solo con su paz engañosa que le abre las puertas a la guerra. Mire las inmensas movilizaciones: la gente clama paz. ¡Adelante, presidente! ¡Lo apoyamos!

Y usted, querido padre Gabriel Izquierdo, que en mala hora se nos fue, ayúdenos desde el cielo a conseguir esa paz por la que luchó sin descanso. ¡Paz en su tumba!

Ahora, más que nunca, los invito a que me envíen estrofas para sumarle a la canción: Para la Guerra, ¡NADA!


Este artículo fue publicado originalmente en El Espectador

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