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Haiti lucha contra la falta de saneamiento y agua potable

Por Priscila Azevedo Rocha y Francisca Stuardo desde Haití

 El 12 de enero de 2010, la tierra sacudió a Haití, dejando a la capital, Puerto Príncipe, y a sus alrededores, completamente devastados. Luego de tan sólo 30 segundos, el aire se llenó de cemento y polvo. Edificios enteros colapsaron, los caminos se cortaron y el rudimentario sistema cloacal se dañó debido a la falta de estructuras resistentes a terremotos, dejando a más de 1.5 millones de personas sin hogar. Las familias afectadas fueron reubicadas en ciudades aledañas y ahora, cinco años más tarde, continúan luchando para poder tener acceso a agua potable y a condiciones básicas de saneamiento.

Según reporta la ONG water.org, el 40 por ciento de los 10.604 millones de habitantes de la isla no tiene acceso a agua limpia y sólo una de cada cinco personas tiene acceso a un inodoro, convirtiendo al suministro de agua y saneamiento del país en el peor de América. La ONG  da un paso más, estableciendo que el problema no es la disponibilidad de recursos, ya que los haitianos actualmente sólo tienen acceso al uno por ciento de las aguas subterráneas del área de las montañas, sino más bien la falta de plantas de tratamiento de agua y conexiones cloacales apropiadas para el 99 por ciento restante. Para darle perspectiva a estas cifras, el Programa Conjunto de Monitoreo de Suministro de Agua y Saneamiento, que es un trabajo conjunto entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), estimaron en un informe que el uso de las fuentes de agua e instalaciones de saneamiento es peor ahora que hace cinco años. La cobertura del agua potable, a la cual menos de la mitad de la población tenía acceso, cayó en un promedio del diez por ciento, dependiendo de su origen, ya sea bombeado a las premisas o proveniente de agua de la superficie.

La falta de acceso al agua se volvió incluso más alarmante cuando el país sufrió un brote de cólera, meses después del desastre natural que aún persiste, dejando a 9.225 muertos hasta diciembre de 2014. Las áreas más afectadas se sitúan en las afueras de la capital, a donde se mudaron los haitianos que fueron desplazados, con la esperanza de tener un nuevo comienzo. Para ellos, el cólera se ha convertido en un miedo constante, porque dependen de la agricultura para su subsistencia y hay altas probabilidades de que el agua que usan para el riego esté contaminada. Con tan sólo caminar por las calles de Onaville, una de las cinco comunidades en donde trabaja la ONG TECHO desarrollando programas de integración, la necesidad de agua es evidente. «El principal problema aquí es que no hay agua y comprar un balde cuesta 5 gourdes (0.07 libras), lo cual es muy caro para nosotros.», dijo Frandy Derisima, residente local.

Para poder abordar el problema, TECHO desarrolló un programa de estabilización que consiste en la educación y promoción de condiciones  de saneamiento y cómo se relacionan con el esparcimiento de enfermedades transmitidas a través del agua,  como el cólera, implementado entre locales y voluntarios internacionales. La visión de esta campaña es disminuir los niveles de mortalidad y morbilidad en las comunidades de Onaville, La Digue, La Hatt, Royal y Gariche Prince, situadas a un radio promedio de 40 kms de la capital, en donde el agua es el principal tema de preocupación. Los voluntarios trabajan a diario en las distintas ubicaciones, distribuyendo folletos y afiches para generar conciencia entre la población. Sin embargo, su trabajo más importante consiste en llevar a cabo actividades colectivas con niños en edad escolar para poder desarrollar conciencia temprana en prácticas de higiene como cepillarse los dientes y lavarse las manos constantemente.

Dichas prácticas de auto-cuidado han alcanzado a más de 5.762 personas en las cinco comunidades y, en total, costaron 70.000 libras que comprendieron material, folletos y el transporte de voluntarios, el cual TECHO es responsable de recaudar. Las prácticas de higiene y educación son medidas verdaderamente importantes para contener la diseminación de brotes de enfermedades transmitidas a través del agua y, proyectos como el programa de estabilización deberían aumentar. Sin embargo, estas son solamente soluciones temporales a la falta de saneamiento y acceso al agua potable. Los resultados sólo pueden medirse a largo plazo y no cubren la necesidad inmediata que tiene el país al acceso al a agua potable. Según el Banco Mundial, más de 30 personas se siguen infectando día a día y las enfermedades transmitidas por el agua continúan siendo las causas principales de mortalidad infantil.

Cinco años después del terremoto, aún hay mucho por hacer en la isla del Caribe. Como dice el proverbio haitiano, «detrás de  las montañas hay montañas», lo que significa que luego de solucionar un problema, siempre habrá otro. Por lo tanto, a pesar del esfuerzo de organizaciones internacionales y sin fines de lucro por ganar la batalla contra la pobreza, la falta de agua limpia y pura es perturbadora. Para poder cambiar el panorama se necesitan cambios inmediatos en la estructura y la comunidad internacional debe considerar a la falta de saneamiento como el paso fundamental a tomar para la reconstrucción del país.

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