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El Grito, mitos del cambio de fecha

La ceremonia del grito en México, como la conocemos, no fue copia fiel del grito de Miguel Hidalgo. Fue Maximiliano de Habsburgo quien por primera vez, en 1864, salió al balcón, en el pueblo de Dolores, Guanajuato y se dirigió a la gente para recordar el inicio de la Independencia. La aportación de Porfirio Díaz fue trasladar la campaña de Dolores al Palacio Nacional en 1896. A partir de eso la fecha se fue institucionalizando y cada año la ceremonia se repite para alarde del gobierno de turno y para permitir a la primera Dama lucir sus mejores galas.

Es generalizada la creencia según la cual Don Porfirio Díaz cambió la fecha para celebrar su cumpleaños la noche del 15 y no del 16 de septiembre, pero, esto es un mito. Desde 1840 los festejos se realizaban el 15 y terminaban el 16, con una serenata en la Plaza mayor, salas de artillería, tañer de campanas, ceremonia en la Catedral y paseo cívico. A mediados del siglo XIX, inició la costumbre que a las once de la noche del 15 tronaran salvas y artillerías, repicaran las campanas y las bandas de música recorrieran la ciudad, para recordar el grito de Independencia. Los juegos artificiales se encendían el 16, a las ocho de la noche. En esas fechas Porfirio Díaz era un jovencito, así que decir que cambió la fecha porque era su cumpleaños, es falso. Lo que sí es un hecho es que Don Porfirio a sus 46 años se sentó en la silla presidencial y se sintió tan cómodo que por 31 años no volvió a levantarse.

Dice un dicho no escupas para arriba porque te caerá en la cara, o si hablas mucho te muerdes la lengua. Porfirio Díaz criticó a Benito Juárez por permanecer 13 años en el poder y, cuando le tocó a él, lo multiplicó casi por tres. Cuando Díaz tomó el poder, tenía claro que gobernaría a una sociedad en etapa infantil, su gobierno sería como uno más de sus ocho hijos, él se comportaría como un padre ejemplar; conocía el perfil del mexicano después de años de conflictos: “Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad, enfermarse con frecuencia y obtener licencias con goce de sueldo, no faltar a las corridas de toros, divertirse sin cesar, casarse muy jóvenes y tener hijos a pasto, gastar más de lo que ganan y endrogarse con los usureros para hacer posadas. Los padres de familia que tienen muchos hijos son los más fieles servidores del gobierno». El caudillo tomó en sus manos la responsabilidad del país y ejerció su autoridad por encima de la ley. Fue un período de claros y oscuros, haciendo un recuento sin filias o fobias, embelleció nuestro país, quedando para la posteridad muchas obras que enriquecen el patrimonio nacional. Parecería que Hugo Chávez quiso seguir su ejemplo y perpetuarse en el poder, pero no tomó en cuenta que nadie tiene el poder de elegir el momento de su muerte.

Sin embargo la democracia no nos ha dejado muy satisfechos, la partidocracia nos cuesta muy cara, los políticos llegan a servirse con la cuchara grande, no vemos autoridad sino anarquía, no pueden controlar la delincuencia, y con la globalización estamos a expensas de la economía de los mercados internacionales. La moneda tiembla con cada comentario del Presidente Trump, un Presidente insensible y ambicioso que solo ve su beneficio. Y nosotros los mexicanos somos los chivos expiatorios. Además, con el temor de que le responda al Coreano que avienta misiles como si estuviera jugando.

Como dijo Porfirio Díaz: “pobre de México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos».

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