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Gastrofísica

Nuestros ojos son nuestro sentido más influyente. La visión es el sentido que más espacio ocupa en el cerebro, por eso es el sentido que más expectativa implanta en nuestras mentes. Por eso dice bien el dicho que todo depende del cristal con que se mira. El color puede alterar e incluso anular sentidos como el sabor y el aroma, o los dos juntos.

Todo el mundo sabe que una comida bien presentada resulta más apetitosa que un plato mal servido. Pero el asunto va mucho más allá de lo que imaginamos. Porque los que hacen ciencia de esta verdad, nos ponen a comer a su conveniencia a la hora de comer, y de nuevo nosotros, caemos por inocentes.

Y no estoy hablando de los que mienten en las cantidades de sodio o azúcar en la etiquetas. Oxford Charles Spence, (The Perfect Meal) científico que estudia la percepción del sabor, inventó el término de gastrofísica por hablar de cómo incluso la audición, así como el estado de ánimo y las expectativas definen lo que nos gusta y lo que no, y por ende, lo que comemos. Y es espeluznante.

Nociones complejas de psicología, neurociencia y demás ciencias sensoriales, puestas al servicio de la comercialización, la economía del comportamiento y el diseño, nos ponen a comer de mas y de menos, porque saben que el sabor, técnicamente sólo ocurre en la lengua y es apenas una parte insignificante de lo que involucra el comer.

Y no es nuevo. Desde 1930, 7-Up ya sabía que más amarillo en la lata nos hacía percibir un gusto más cítrico en la bebida aunque no tuviera el sabor añadido.

Resulta que mientras más redondo el empaque o el logo, más dulce el sabor del producto. Mientras más puntiagudo, más amargo. Si en el restaurante ponen música clásica, tú eliges los platos más caros del menú. Si la música es ruidosa, aumenta la venta de refrescos.

Está demostrado que si pagamos más por el vino, creemos que es más delicioso. Y seguramente hablamos en tono más suave y traemos a colación temas más cultos. Aparentemente si disponemos de cubertería pesada, disfrutamos más de la comida y estamos dispuestos a pagarla más caro. El yogur se percibe como más cremoso si la cuchara es de plata. Todo eso revelan los científicos.

Ver películas tristes aumenta drásticamente la necesidad de comer y la cantidad que comes: los espectadores de Solaris comieron 55% más cotufas que los que vieron Mi Gran Boda Griega.

Si estás a dieta ¡no comas delante de la televisión! Es lo peor que puedes hacer. El cuerpo entretenido no es capaz de mandar la señal de que está lleno y tú no paras de comer. En ese caso, lo mejor son los platos rojos pues aparentemente reducen la ingesta de alimentos. Según explican los que saben, esto es debido a que se reduce el contraste entre la comida y el plato. La iluminación azul también se ha demostrado que desalienta comer en exceso.  Trata de comer todo del mismo color. Y come solo. Según la gastrofísica eso te puede ayudar a perder algunos kilos…

Comemos 35% más cuando comemos con otra persona, un 75% más cuando comemos con otros tres y dos veces más cuando hay siete o más comensales. La variedad también fomenta el exceso en la ingesta: un tazón de bombones M & M de todos los colores, se consume más rápido que un tazón lleno de los mismos bombones pero de un solo color.

Y el orden de los factores, también altera el producto: el que ordena primero en el restaurante tiende a disfrutar más de su comida o bebida. Los que ordenan después instintivamente no quieren ordenar lo mismo, (fenómeno psicológico llamado «necesidad de singularidad») por lo que terminan escogiendo algo que no hubieran elegido normalmente y que tiene más que ver con buscar diferenciarse que con identificar lo que realmente les provoca.

Los experimentos no mienten: en la degustación de un vino blanco los que bebieron dijeron que les evocaba la miel, limón, lichi y paja… Luego al mismísimo vino le pusieron colorante rojo y los bebedores dijeron que ese vino evocaba achicoria, carbón, ciruela, chocolate y tabaco. El vino y su gusto no habían variado. Sólo su color. Y si lo ponen bajo una luz roja, el vino sabe 50% mas dulce.

Comemos y bebemos con los ojos. Nos enamoramos también por los ojos. Creemos que es mejor un contenido porque luce mejor. Y es así como muchas veces nos equivocamos. Pero también es una invitación a no desproteger la forma en virtud de priorizar el contenido. Un mismo contenido puede ocupar un artículo de prensa poco interesante así como un poema inolvidable. Me atrevería a decir que la forma, el aspecto, es la única posibilidad que tiene un contenido, a riesgo de parecer formalista. Si es sabroso, mejor es que se vea bonito.

Todo este conocimiento también podría bien ayudar a la hora de escoger el vestido que te pondrás en la primera cita, el labial y los zapatos o el restaurante donde la vas a llevar… el primer plato, el segundo… el color de la portada de tu libro de cuentos, de tu bicicleta o las paredes de tu cuarto, o los alimentos que llevan tus hijos en la ponchera al colegio o la música que pones para trabajar… y en el mejor de los casos tal vez ayude a muchos a luchar contra la obesidad.

Pero a la vez pensar en que este conocimiento ha sido utilizado para fines tan siniestros como el engaño de nuestro sentido del gusto, me hace sentir desamparada en este mundo del consumo basado en la mentira. No saber lo que como y por qué lo como, por mucho que compre local y me lea las etiquetas, por mucho que lea de nutrición y pague más caro lo orgánico, me hace sentir perdida en manos de un big brother que descubro cada día más enorme y maluco, global, nacional, que se mete en nuestras casas, en las familias, rige la mente de maridos y esposas… ¡auxilio!

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