Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

El funeral del país más rico del mundo

Nací en 1988, cinco años después del famoso Viernes Negro que significó el punto que marcó la debacle de la moneda venezolana, así que jamás disfruté de primera mano de esa Venezuela boyante, casi utópica, de la que he escuchado hablar en mi familia.

De esos años de bonanza petrolera y recursos suficientes para mantener la filosofía del ’tá barato, dame dos, quedó algo implantado en el inconsciente venezolano: Venezuela es el país más rico del mundo.

A pesar de toda la crisis económica que se fue cocinando en la década de los ’90, y que el Socialismo del siglo XXI terminó de poner en su punto más crítico, esta idea persiste en el imaginario popular, conduciendo a pensar que “Somos ricos, no tenemos que trabajar, el petróleo es todo, tenemos playas hermosas, mujeres y paisajes y bla bla bla…” ¿En serio seguimos sosteniendo el ideal de riqueza en la concepción de que somos desierto, selva, nieve y volcán, como dice la canción?

Esto es algo que creo que no nos ha ayudado a salir adelante, es decir la visión que los recursos naturales por sí solos hacen un país. En primer lugar, me parece un desconocimiento increíble de los otros países. No somos el único lugar en tener parajes naturales hermosos, así que esa es la primera idea que hay que desmontar. En segundo lugar, ¿Qué hemos hecho nosotros realmente para sacarle provecho a todo eso? Como yo lo veo, poco.

Lamento si algún nacionalista patriotero sale herido al leer estas líneas, porque considere que le estoy derrumbando el último bastión de esperanza en medio de toda la crisis que estamos viviendo, pero pienso que es realmente necesario que los venezolanos nos pongamos al día con una tarea pendiente: Tenemos que asistir al funeral de nuestro propio país. Esa Venezuela de los años ’60 y ’70 no existe, murió hace mucho tiempo, y nos hemos negado a asumir la realidad. Esa idea de que “Venezuela es el país más rico del mundo” no es más que una creencia que nos mantuvo la venda en los ojos por muchos años hasta que la realidad que enfrentamos en pleno 2016 nos las está arrancando por la fuerza, o como diríamos los venezolanos, ajuro.

De la misma manera en la que enfrentamos la muerte de un familiar o un amigo, tenemos que afrontar que ese país que soñaron nuestros padres no existe. Tenemos que pasar por el duelo que eso conlleva. Seguir repitiendo como loros que lo que hemos escuchado que nos hace ricos es perpetuar la negación.

No con esto quiero decir que al dejar morir ese ideal, muere el país, se acaba todo, le cayó un meteorito o no sé qué otra imagen catastrófica se le puede pasar al lector por la cabeza; porque en realidad la intención es otra. Reconocer lo irreal de esa riqueza nos permite hacer inventario de los recursos con los que realmente contamos, que así sean pocos, son de verdad.

Si imaginamos al país como una empresa, vemos lo ilógico de pensar en producir con recursos ficticios. Creo que ha llegado el momento de asistir al funeral, enterrar el ideal de la Venezuela millonaria, y ver nacer el país que tenemos de verdad.

Hey you,
¿nos brindas un café?