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Johnen Rivas

Flechazos regulados

En el neurótico mundo en que vivimos como hormiguitas motivadas por un sinfín de estresores y elementos ansiógenos, los seres humanos hemos buscado controlar el caos y reducir la entropía de la civilización que nosotros mismos hemos construido. Las personas tenemos reglas y leyes para manejar, para ejercer nuestras carreras, tenemos normas para educar y enseñar, horarios para dormir y trabajar y manuales hasta para sentarnos a comer…y me atrevo a decir que tácitamente estamos empezando a crear una constitución para amar, piénsenlo, hay normas sobre lo que es ‘correcto e incorrecto’ a la hora de sentir y de expresar afecto o deseo.

Tomemos un ejemplo de un amor no regulado: los niños. Si a un niño le gusta una niña en el kinder, hace absolutamente todo lo que está en su poder para atraer la atención de la criatura, desde jalarle el cabello, regalarle alguna tarjeta hecha de cualquier cantidad de materiales, perseguirla e incluso, si el infante es generoso, compartir sus dulces con ella. La pregunta millonaria es ¿en que momento dejamos de ser espontáneos al querer? Luego de esto crecemos, entra en juego la presión social, ‘invítala a salir’ dicen algunos amigos ‘ignórala para que veas como te busca’ dicen otros, ‘dale celos con la amiga’ se atreven a sugerir; estas cosas, por supuesto, le ponen los nervios de punta a más de un adolescente, sin mencionar el concepto de si mismo que apenas se está formando. En muchos casos, el objeto de deseo jamás se entera de que tiene  un fiel admirador. ¿A dónde se han ido las flores y los chocolates? Probablemente se hayan ido volando, emigrando junto con nuestras empobrecidas cuentas bancarias al seguir nuestro crecimiento, y en el sendero de nuestra vida muchas veces dejamos atrás el concepto e importancia de la palabra ‘detalle’, así es, y no porque no nos nazca realizar algún acto romántico para aquella persona especial, más bien todo lo contrario, nos volvemos nuestros críticos más duros. ’36 rosas no son suficientes, ella merece más’, ‘me da pena que me vea con este vestido’, ‘¿ir a comer hamburguesas? ¿Estás loco?’, estas son solo algunas de las incontables frases que rondan nuestras mentes adultas a la hora de sorprender a nuestro paramour, olvidando la simplicidad que otrora se nos hacía espontánea. Ya no es suficiente arrancar una flor o compartir el último cuadrito de la barra de chocolate. Como mortales que somos evolucionamos, incluso en nuestras ansias de amor buscamos cada vez más.

Querido lector, ¿hace cuánto no envías un mensaje de buenos días? ¿o le dejas una notita en el cuaderno a esa persona que te hace sonrojar al verle? Se nos ha hecho inconcebible esta manera de pensar, ya sea por orgullo ‘si no me escribe primero, no le escribo, no voy a parecer necesitada’, o tal vez por baja autoestima ‘es demasiado bella/rica/inteligente, no se fijaría en mi’, o quizás por simple fanfarronería ‘ya tengo su atención, que el dé el primer paso’, estas y muchas más son razones por las que se han perdido los detalles espontáneos.

Otra carta que entra en juego en contra de los romances de serenatas nocturnas y cartas bajo la puerta son los amigos, querido lector, ¿nunca has seguido los consejos de ese amigo cínico que por más tiempo que lleve soltero, siempre tiene información de primera mano sobre relaciones? Ahí es donde nos llenan la cabeza de ‘es muy pronto para hacer eso’, ‘no te precipites’, ‘¿y que te ha dado a ti a cambio?’, entre otras; no importa cual sea la frase, usualmente termina con alguna variante del clásico ‘actúa normal y sé tu mismo’, cuando lo que nosotros mismos queremos hacer es en realidad llamar a esa persona, nos mordemos los dedos y nos abstenemos por no parecer que atropellamos la situación. El ‘timing’ en las relaciones es crucial…pero también lo es hacer las cosas de corazón y cuando nos nace hacerlas.

Sea lo que sea que haya matado al romanticismo, y evitando caer en generalizaciones, las miradas furtivas persisten, los suspiros llenos de anhelo resuenan en el silencio, las palabras se retuercen en nuestras cuerdas vocales buscando salir y nuestro cerebro se sobrecarga al recibir el estímulo que representa la persona querida, no importa si eres un chiquillo que se sonroja por alguien en el preescolar, una adolescente flechada por un muchacho de la otra sección o un profesional que derrama el café por quedarse viendo a algún colega de la oficina, todos pasamos por lo mismo, la pregunta es ¿Qué haces al respecto querido lector? Podemos adaptarnos a las normas que la sociedad, la experiencia y las películas de adolescentes nos enseñan sobre amar y cortejar, podemos retarnos a nosotros mismos y sorprender a esa persona especial con una notita o algún postre, ¿el resultado? Es un misterio, puesto que, a pesar de lo que creamos y digamos por mil años, el amor parece tener sus propias reglas.

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