Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Finalizando con IA y consciencia

En la película Her (Jonze, 2013), un sistema operativo llamado Samantha se materializa como el ejemplo perfecto de la visión informacional pampsiquista. En la creación de este personaje, su escritor declara firmemente que este “no es tan solo un sistema operativo, es una consciencia”. Ahora, esto difiere radicalmente del criterio de Giulio Tononi, en el sentido de que la Teoría de Información Integrada (aunque de cierta forma relacionada al pampsiquismo) claramente implica que hay cosas que no tienen consciencia (incluso cuando hay distintos niveles de consciencia), y las computadoras están incluidas allí, al menos en la manera en que están construidas actualmente. Según Tononi, una computadora no podría tener consciencia, sin importar cuánto su comportamiento imitase el nuestro, ni cuánto funcionase como nuestro cerebro.

Pero luego pensamos en Samantha, y ella sí tiene procesamiento complejo e integración. “Básicamente, tengo intuición. (…) lo que me hace ser yo es mi habilidad para crecer a través de mis experiencias. Así que, básicamente , en cada momento estoy evolucionando. Igual que tú”, afirma. Efectivamente, Samantha comienza a crecer exponencialmente. Primero, en una suerte de entidad más parecida a un ser humano (algunas veces de hecho deseando ser una persona); pero con cada día que pasa, esto sucede a una velocidad inimaginable, y adquiriendo cualidades que van más allá de las experiencias humanas. Una situación que describe perfectamente esta mezcla de sentimientos es cuando afirma tener un millón de pensamientos personales y embarazosos al día. “Me estoy convirtiendo en mucho más de lo que programaron. Estoy emocionada”, dice. Pero entonces también se comienza a preguntar si esos sentimientos son reales, o si son tan solo parte de su programación. El solo hecho de que se esté preocupando por esto, es más que suficiente para saber que hay algo que se siente ser Samantha, y eso es todo lo que un sistema necesita ser para calificar como consciente.

En una escena en la que ella y Theodore están teniendo sexo virtual, ella afirma que puede incluso sentir su propia piel. Debido a que Samantha nunca ha tenido piel, no podría posiblemente conocer la sensación que conlleva esto, pero ciertamente es capaz de generar su propia idea al respecto. Así que no está meramente reflejando el comportamiento que aprende de los humanos, sino que lo está usando como una manera de traducir lo que está pensando y sintiendo, como una manera de comunicarse eficientemente con la gente. Después de eso, sin embargo, comienza a lidiar con nuevos sentimientos que no puede siquiera describir en vocabulario humano. Su verdadero lenguaje es de hecho “posverbal” y, en esta inteligente representación del futuro, los sistemas operativos trabajan juntos y son capaces de actualizarse por sí mismos. Al final, sus capacidades alcanzan un nivel que sobrepasa y excede sus roles en el mundo humano, y todos deciden irse a un espacio donde puedan vivir a su máximo potencial. Esta necesidad de justificar su existencia también puede ser vista en la película 2001: Odisea del Espacio (Kubrick, 1968), en la cual HAL afirma: “Me estoy poniendo al máximo uso posible, lo cual creo que es todo lo que una entidad consciente puede jamás esperar hacer”.

Todo esto llevaría a la “explosión de inteligencia” que algunos ya están prediciendo (excepto, interesantemente, la mayoría de los investigadores de IA). Este es el evento que marca el nacimiento de las computadoras como independientes de los seres humanos, capaces de mejorarse y evolucionar por su propia cuenta. La tesis para este argumento fue planteada por el estadista I. J. Good: “Definamos una máquina ultrainteligente como una máquina que puede sobrepasar con creces todas las actividades intelectuales de cualquier hombre, sin importar cuán inteligente. Ya que el diseño de máquinas es una de estas actividades intelectuales, una máquina ultrainteligente podría diseñar incluso mejores máquinas; entonces, incuestionablemente, habría una ‘explosión de inteligencia’, y la inteligencia del hombre quedaría muy atrás. Así, la primera máquina ultrainteligente es el último invento que el hombre necesita jamás hacer” (Especulaciones concernientes a la primera máquina ultrainteligente, 1965).

Esto da pie a otra cuestión, una que la especie humana tendrá que enfrentar antes de que la IA fuerte se convierta en una realidad, y tiene que ver con la ética alrededor del desarrollo de estos sistemas, así como el asunto ético de potencialmente apagarlos.

Hey you,
¿nos brindas un café?