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Fernando Albán

Conocí a Fernando Albán hace siete años, mientras impartía yo un curso de argumentación política. Me pidió al cabo del mismo que lo dejara repetir el taller cuando lo dictara para otros grupos, y enseguida supe que tenía en frente a un alumno brillante. Esa era solo una faceta de su vida. Con el tiempo cultivamos una sólida amistad y descubrí al amigo incondicional, al padre angustiado por el porvenir de los hijos, al concejal ocupado en servir a los más necesitados, al político valiente, al hombre de fe imbatible que acompañaba a los feligreses en las procesiones cargando el santo, en fin, a un ser humano extraordinario que no merecía el depravado fin que la dictadura le propició.

Rechazo categóricamente la infame tesis del suicidio. Ni las convicciones personales de mi amigo daban para tal decisión ni la omnipresente vigilancia de sus celadores lo habría permitido. Frente a semejante atrocidad solo queda el más categórico y vertical repudio, empinar nuestra rebeldía moral —vergonzosamente adormecida— y afirmar sin miedo que no bajaremos la cabeza ante el oprobio despótico.

Fernando, tú fuiste un sacerdote de la política. Este término lo utilizamos alguna vez hablando de otro concejal, asesinado en 2008: Alberto Crisafi. ¡Qué pena, amigo, que hoy tenga que recordarlo a propósito de ti! ¡Qué pena que deba rememorar por ti los versos de Jaime Torre Bodet que en su día cité por la muerte de Crisafi:

Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.

Esta vez, sin embargo, quiero traer también a la memoria un poema de Eugenio Montejo titulado Dura menos un hombre que una vela, pues da cuenta exacta de lo que fuiste, y aún eres:

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.Jerónimo Alayón Gómez – ViceVersa Magazine
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.

Hasta siempre, querido amigo. A sus familiares, mis condolencias y acompañamiento.

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