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Montserrat Vendrell

Un feminismo como filosofía de vida (Parte I)

Que el mundo está cambiando, y a pasos agigantados, es una obviedad. Hacia donde va, ya es más difícil de concretar. En medio de este torbellino transformador, el feminismo vuelve a la palestra, y como desafío también ha encendido la llama de la discordia.

Es casi imposible que a alguien le haya pasado desapercibida la recién campaña lanzada en Hollywood «Time’s up», en la que se ha condenado sin perdón a los abusadores y maltratadores, sean productores o actores y cuyo colofón fue el aplaudido discurso de Oprah Winfrey en los Globos de Oro. Este movimiento hollywodiense ha recibido la crítica de un colectivo de artistas e intelectuales francesas (entre ellas Catherine Deneuve) que se oponen al clima de «puritanismo» sexual que ha desatado la campaña. Deneuve se ha retractado y disculpado a las víctimas de acoso sexual, y ha clarificado su posición en favor de la galantería y el flirteo masculino, pero en contra del acoso y la violencia sexual.

En este ir y venir, la confusión está servida de lo que debería ser permisible o no, de hasta donde se puede llegar para no sobrepasarse, y qué es qué en las relaciones hombre-mujer. Lo que sí que es un común denominador es que todo el mundo rechaza, la violencia, las violaciones y las agresiones sexuales. Lo que está claro es que ya basta de maltratos, vejaciones, usurpaciones y negaciones de derechos.

En medio de la polémica, las cifras causan desaliento. En España, la violencia de género se ha llevado la vida de medio centenar de mujeres en el último año, además de los maltratos que sufren otras muchas más, que aún les cuesta salir del armario y demandar sin contemplaciones.

En el enjambre digital actual, salir a la calle puede que ya no resulte tan imprescindible, por lo que la complicidad y apoyo de los «influencers» y «opinantes» en las redes sociales es primordial. El gran poder que tienen en la configuración del pensamiento y subconsciente humano deberían utilizarlo en favor de la igualdad de género, viendo todavía el largo recorrido que aún queda para conseguirlo y acabar con el heteropatriarcada que impide a mujeres y otros colectivos llegar a la cima de las élites, científicas, empresariales, y de otros sectores.

En nuestros nuevos tiempos, en medio del activismo y las reivindicaciones, más que adoptar una táctica combativa, sería más eficaz un sendero persuasivo para que el feminismo encuentre un lugar preferente en la mente de todos los humanos. La idea es que se convierta en una ideología compartida por todos y que favorezca a todos, sin importar el género (hombre, mujer, transexuales, gays, lesbianas, cyborgs, mutigéneros, etc), y evidentemente, ni la etnia, ni la procedencia.

Los ideales feministas como filosofía de vida que afecte todo lo cotidiano. Que empiece en la familia, con el abandono de la concepción patriarcal actualmente mayoritaria en pro de la igualdad de sus integrantes, y debe seguir en la escuela -públicas, privadas y religiosas- con enseñanzas ajustadas a las nuevas realidades (familias monoparentales, homosexuales, divorciadas, de acogida, etc). La forma de pensar del feminismo debe ayudar a educar a los niños y niñas desde el año 0 de sus vidas de que existe una igualdad de géneros sin excepciones y en este aspecto también los medios de comunicación y la publicidad deben contribuir a promoverla.

El feminismo, que no es lo opuesto al machismo, debería tener un carácter integrador e interseccional, y aunque se arrope en el pasado con el gran papel que hicieron las activistas en favor de la abolición de la esclavitud y el de las sufragistas por el derecho a voto, el destape de los 70, las luchas reivindicativas por los derechos, debe seguir adelante construyendo el presente y sentando las bases para el futuro también (que parece que ya no exista con el «poder del ahora»).

Todavía está pendiente un presente que contemple la implementación legislativa real no discriminatoria; la igualdad de oportunidades laborales y salariales (una periodista de la BBC dimitió recientemente como protesta por la brecha de salarios entre hombres y mujeres); un acceso equitativo en cargos directivos; equidad en participación en la toma de decisiones y en la creación de opinión; equilibrio en las tareas del hogar y cuidado de hijos y mayores, y otras demandas. Aunque las leyes laborales y sociales son protectoras y garantizadoras de la igualdad, la realidad es otra cosa.

Incumplimiento de leyes aparte, el feminismo pasa también por un cambio de percepción de uno mismo y en el caso de las mujeres se traduce en lograr una mayor confianza y seguridad. El empoderamiento de la mujer, que se cuece lentamente, se contempla como la línea de avance a seguir para poder aumentar el número de mujeres en sectores ahora copados por hombres (gerencia, ingeniera, mecánica, etc), mientras también aumenten la cifra de hombres dedicados a las mujeres (cuidados del hogar, los servicios sociales, la enseñanza primaria, etc). Aquí va una frase inspiradora: «Una mujer es como una bolsita de té: nunca se sabe lo fuerte que es hasta que se mete en agua caliente» (Eleanor Roosevelt).

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Sebastián Triay Olmos
Sebastián Triay Olmos
5 years ago

Un camino que recorrer hasta la igualdad, pero a mí me gustaría que alguien nos diga dónde no hay igualdad porque en lo de la brecha salarial es una mentira que yo conozco muy bien por estar en negociaciones con sindicatos que meten injustamente la diferencia de contratos parciales más elegidos por las mujeres. ¿Cargos Directivos?, pues como si quieren ser todo mujeres porque el empresario es libre por la libertad de empresa de la CE en elegir en manos de quien deja su empresa. En Sanidad y Justicia ya la mayoría son médicas y Juezas, en las Universidades son… Seguir leyendo »

Gustavo M. Galliano
Gustavo M. Galliano
5 years ago

Excelente reflexión Montserrat. Toda variante de violencia, toda intolerancia, todo fundamentalismo, provenga del sector que provenga, y aunque defienda los más justos derechos, torna imposible la igualdad. Mis mejores saludos.

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