En el abismo espeluznante, de la garganta del siglo XXI, corren los tiempos del iPhone 6. La ciencia ha avanzado de manera monstruosa, desde la época de Isabel de Castilla y Cristóbal Colón, cuando el avance tecnológico de la época –los relojes, la cartografía, los sistemas de almacenamiento de agua, el diseño de las embarcaciones, etcétera-, permitió entender que había tierras más allá, y que se podía ir y regresar, con éxito. Lo de Colón no fue una aventura; todo estaba calculado.
Cecilia Ayala, subdirectora del Instituto Caribe de Antropología y Sociología (ICAS), de la Fundación La Salle (Caracas), ha centrado sus estudios en dos etnias, de estas que fueron conquistadas por Colón: los Warao y los Guaiqueríes. Ayala dice que –en efecto- los españoles violaron a las indias, y cambiaban preciosas perlas por espejitos, pero aclara que hubo cierta cooperación. Los Guaiqueríes –precisa- bucearon perlas ex profeso, sin que nadie les pusiera una pistola en el pecho. Para ellos no tenían mayor valor. No había que hacer aspavientos.
Sincretismo pagano
Como en el caso de los Yoruba (Cuba), en Venezuela también se produjo un sincretismo religioso, alrededor del cual, hoy hay anécdotas que no dejan de ser elocuentes. Refiere Ayala que los Guaiqueríes (Estado Nueva Esparta-Venezuela), adoptaron a la Virgen del Valle, patrona de la Isla de Margarita. Pero detrás de esta advocación de la Madre de Cristo, hay toda una cosmogonía Guaiquerí. Para un católico practicante sería impensable, pero –si uno va a una Fiesta de la Virgen del Valle- podrá ver a algunos miembros de la etnia Guaiquerí, insultar a la Virgen de Valle con distintos calificativos degradantes, porque no les ha concedido algo.
Con esto quiero dejar entrever que son culturas milenarias preciosas, ricas en acervo lingüístico, artesanal, literario –hay hermosas fábulas y leyendas indígenas-, pero es una verdad como un templo, que el siglo XXI les ha pasado por encima, y no les ha sido fácil marchar al ritmo de la banda ancha.
Tan es así, que las mujeres Warao eran vistas hasta hace nada en las calles de Caracas -un desvencijado niño de pecho a cuestas- tiradas en el suelo, y pidiendo limosna. Se prostituían, además. Paradójicamente, en la Asamblea Nacional hay una representación indígena, en el cuerpo de diputados, y todos los analistas que consultamos confirman que Venezuela tiene la mejor legislación indígena del Continente.
Miseria chic
La empresa privada ha tomado cartas en el asunto. Petroleras como Chevron, despliegan hoy con los Warao, algunos planes de asistencia económica –desde el mercadeo de la artesanía que producen-, que no buscan regalarles el pez sino enseñarles a pescar. Organizaciones de Desarrollo Social, como la Fundación Tierra Viva, trabajan de la mano con Chevron, e incluso la Unión Europea está tratando de ayudar a las artesanas Warao a colocar sus piezas en el mercado del Viejo Continente.
También la petrolera Total ha lanzado una tabla de salvación a los Warao. Instalaron –con base en una visión de desarrollo humano, asentada en criterios del PNUD- paneles solares en la comunidad Warao, de Delta Amacuro. Las fotos que ilustran este texto, dan cuenta de este hermoso proyecto, en el lente prodigioso de Gabriel Osorio (Orinoquia Photo).
Diana Vilera, Gerente de Desarrollo Sustentable y SHA, de la petrolera Total, dice que si un Warao, a partir de la disposición de Internet y energía eléctrica, decide comprar un iPhone 6, eso debe ser respetado, porque se trata de autodeterminación y libertad.
La bella modelo y actriz venezolana, Patricia Velásquez, fundó también –hace 12 años- la Fundación Wayúu Taya, para asistir a la etnia Wayúu, asentada en la Guajira colombo-venezolana. De resonancia internacional –incluso en la meca de Hollywood-, Patricia Velásquez cuenta en sus ancestros raíces Wayúu. Con esta fundación han trabajado titanes high tech, como HP y Microsoft.
Desde Cuba con amor
No es que nadie le ponga atención al drama de los indígenas venezolanos. Pero etnias como Warao, Guaiquerí, Pemón, Wayúu, entre otras, parecen constituir la parábola perfecta del estridente colapso de la patria de Bolívar. La franquicia neo comunista, regentada con mano de hierro desde La Habana –por ese fardo antillano, reliquia de la política internacional, llamado Fidel Castro-, no parece creer en términos como sustentabilidad o Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
¿Qué proyecto de país puede leerse, a partir de la realidad del pueblo indígena venezolano? El castro comunismo de petrodólares parece tener la dádiva como política de marketing. Pero la RSE parece no poder abarcar más allá de sus linderos.
En Venezuela la Mesa de Unidad Democrática (MUD), principal bastión de la oposición política, acaba de nombrar al periodista, Jesús “Chúo” Torrealba, como máxima autoridad. Eso está bien, porque el problema venezolano, es uno de comunicación. Quizás por eso, los indígenas venezolanos que –más o menos- han logrado asomar la cabeza a la civilización moderna, no quieren pensar en flechas envenenadas, ni andar trajeados con hojas de parra. Quieren un iPhone 6.