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Photos by: Flavia Romani ©

ESTEFANIA GIRALDO: LA VOZ DE NEOYORQUINOS

Neoyorquinos, podcast original de Spotify, es el fruto de un trabajo de equipo en el cual todos participamos con igual pasión y dedicación. A través de estas entrevistas podrán conocernos más de cerca. 

Estefanía Giraldo es nuestra narradora.

Paseamos por la calle 15th Street y la 7th Ave. de Manhattan, inmersos en una humanidad que refleja la diversidad y excentricidad a la cual estamos acostumbrados. No podemos imaginar que en breves momentos entraremos en un lugar que pareciera salido de una película de Hollywood del siglo pasado. McSorley’s, el bar irlandés más antiguo de la ciudad ha quedado igual a como era cuando nació en 1854. Lo fundó John McSorley quien llegó a Manhattan en 1851 en el barco “The Colonist” desde Liverpool. En ese momento se llamó “The Old House at Home”. A lo largo de los años su administración pasó de padres a hijos. En 1908 un tormenta lanzó al piso la escrita con el nombre que fue reemplazada por otra que decía “McSorley’s Old Time Ale House”. Superó la etapa del prohibicionismo y en 1936 lo compró Daniel O’Connell cerrando la tradición de los McSorley’s. Sin embargo, ni él ni los otros dueños que llegaron más tarde, cambiaron nunca su interior dejándolo, cual isla del pasado, inalterado en medio de una ciudad que cambia sin cesar.

Artistas, escritores, poetas, han dedicado sus trabajos creativos al lugar. Desde Joan Sloan quien, en 1913, realizó “McSorley’s Bar”, pintura que presentó en the Armory show, hasta el poeta E.E Cummings quien escribió “Sitting in McSorley’s”, o Joseph Mitchell quien publicó su artículo “The Old House at Home” en el New Yorker en 1940.

Cuando entramos nos embarga la emoción de estar en el mismo lugar en el cual generaciones de personas vivieron momentos históricos que han marcado la humanidad. Miramos a los clientes sentados en su interior y crece la sensación de haber entrado en un espacio suspendido en el tiempo.

Son en su gran mayoría hombres blancos, quienes llevan en el color de su piel, ojos, cabello, el legado de sus raíces irlandesas. Frente a ellos grandes vasos llenos de cervezas de diferentes tonalidades de amarillo, rojo oscuro y marrón. Poquísimas las mujeres y ninguna de ellas está sola o en compañía únicamente de otras mujeres. 

Algunos voltean a mirarnos y nos preguntamos, con gran curiosidad, cuál puede ser la razón por la cual una mujer latina como la actriz colombiana-norteamericana Estefanía Giraldo quien también lleva en su piel, ojos, cabello, el legado de sus raíces, haya escogido este lugar para realizar nuestra entrevista. La respuesta no se deja esperar.

“Me encanta este bar, sentarme aquí y pensar que hace apenas unos años el acceso para mi hubiera sido prohibido, por ser mujer y por ser latina”, nos explica Estefanía con una amplia sonrisa que desafía las reservas que, muy probablemente, todavía siente hacia nosotras algunos de los hombres sentados en otras mesas. 

Cual habitué atrapada en el encanto de un lugar tan característico, Estefanía nos explica la historia de unos huesos de pollo que cuelgan, llenos ya de polvo, en recuerdo de los soldados quienes, antes de ir a la Primera Guerra Mundial, cenaban allí por última vez y luego dejaban esos huesos prometiendo buscarlos al regreso. Algunos lo hicieron. Muchos otros nunca volvieron.

“Cada vez que los miro pienso en esos soldados quienes eran poco más que niños. ¿Cómo eran? ¿Cómo murieron? ¿Cómo eran sus familias?”

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Photos by: Flavia Romani ©

Leemos los titulares de las páginas de periódicos que están diseminados en todas las paredes. Relatan momentos dramáticos como el hundimiento del Titanic, las crónicas de las guerras mundiales, de Vietnam, o testimonian momentos especiales, como la elección de algunos Presidentes o el día en el cual, en 1969, pudieron entrar también las mujeres en McSorley’s. Sin embargo solamente en 1986 el local contó con un baño para damas. 

“No puedo dejar de pensar en las personas que leían esos titulares mientras estaban sentadas en este mismo lugar. Para ellos era su presente, así como para nosotros hoy el presente son Trump o Biden o el cambio climático. Dentro de unos 20, 30, 50 años lo que para nosotros es la cotidianidad para otras generaciones será un pasado histórico”.

Al hablar Estefanía ríe, se emociona, gesticula y unos rizos rebeldes se van liberando de su larga cabellera recogida hacia atrás.

“Entré aquí por primera vez después de 6 años de vivir en Nueva York. Hasta ese momento yo sentía que esta era mi ciudad. Aquí vivía y trabajaba; aquí están mis amigos, mis museos. Creo que cada uno de nosotros construye una relación tan personal, tan íntima con Nueva York que la considera única. Estando aquí me di cuenta que esta, en realidad, es y fue ciudad de muchas personas, que tiene una historia que viene de mucho antes y que seguirá cuando yo no estaré en ella. Es como ver un pasado que también es presente, significa ser partícipe de una cultura que se construye gracias al aporte de todos. Eso me hace sentir muy pequeña, pero, al mismo tiempo, privilegiada por ser parte de algo mucho más grande”.

Estefanía Giraldo es la voz de Neoyorquinos el podcast original de Spotify que realizamos en colaboración con Carol Colmenares de Timeline Digital y Mariella Pérez Pérez. Su profunda conexión con Nueva York y al mismo tiempo su fuerte identidad latinoamericana logran una fusión perfecta para expresar las emociones que están encerradas en nuestros textos. No solamente es una estupenda actriz que asumió su rol con profesionalidad, sino que aportó gran entusiasmo y pasión.

Estefania Giraldo
Photo by: Flavia Romani ©

Estefanía nació en Cali, Colombia, y a los tres años se mudó a New Jersey con su familia. Allí cursó las escuelas primaria y secundaria.

“En nuestro vecindario vivían en su mayoría blancos y mis amistades eran niñas norteamericanas blancas. Yo tenía dos vidas paralelas. En mi casa se hablaba español, se veían programas de televisión en español y se escuchaban noticias de Colombia. En la escuela y con los amigos, en cambio, hablaba inglés y me volvía totalmente norteamericana. Pasé muchos años tratando de crear distancia entre estos dos mundos y la doble vida se volvió normal. Años más tarde, cuando llegué a Nueva York para estudiar en Tisch School of the Arts, de New York University, empecé a plantearme preguntas sobre mi identidad real, sobre quién era yo sin el condicionamiento del círculo social de New Jersey. Volví a acercarme a mis raíces latinas. Fue como una explosión cultural. Tenía amigos latinos, quería hablar español, ver películas latinoamericanas, conocer la música. Empecé a ser más crítica hacia la cuestión de la raza en Estados Unidos, en cómo fueron y son tratados los inmigrantes. Fueron momentos difíciles porque entendí que había vivido sin querer ver y tratando de esconderme tras una identidad que no me pertenecía y que dependía de mi necesidad de ser aceptada. Me acerqué mucho más a mis padres y, después de varios años, fui a Colombia. Por primera vez, fui sola”.

El recuerdo de ese viaje dibuja emociones diferentes en el rostro de Estefanía. Tras una pausa sigue contando:

“Fue una experiencia muy especial. Llegué con miedo a sentirme ‘la diferente’, ‘la gringuita’. Pero mis tías me estaban esperando en el aeropuerto y me acogieron con tanto calor, tanta emoción que pronto me sentí en casa. Era curioso porque muchas personas me confundían con mi mamá y me paraban en la calle llamándome Janet. Yo les explicaba que Janet era mi mamá y me decían que cuando ella se fue de Cali era exactamente igual a mí. Una vez organizaron un reencuentro familiar y ¡había casi 400 personas!. Al regreso percibí la importancia de tener los papeles en orden y el privilegio de poder viajar sin problemas. Entendí en lo más profundo de mi ser que podía y quería ser de allá y de acá al mismo tiempo y que estoy dispuesta a pelear con las uñas para preservar esta doble identidad”.

Actualmente Estefanía trabaja en The Tenement Museum, el Museo de la Inmigración, y confiesa que su trabajo la volvió mucho más sensible al legado del pasado, más curiosa hacia la historia de una ciudad que construyeron y siguen construyendo diferentes comunidades.

“Es lo que consumo todos los días. Entendí que la historia no es algo duro como una roca. Es, más bien, como una tela en constante movimiento. Lo que sabemos es lo que contaron quienes vivieron en ese momento. Es la visión de quien la escribió. En su gran mayoría fueron hombres. Hoy podemos entender que habían otros sectores de la sociedad como los afroamericanos, los latinoamericanos, las mujeres, los gays, los trans, que no tenían voz y que, sin embargo, tuvieron una participación mucho más profunda de lo que puede aparecer en cualquier texto de historia”.

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Photos by: Flavia Romani ©

Recibió el mensaje que la habían aceptado en The Tenement Museum el mismo día de su graduación.  Confiesa que fue un momento particularmente feliz y que, desde el primer momento, supo que estar en un Museo de ese tipo le iba a permitir conocer más y más de la historia de las comunidades y sobre todo a poner su granito de arena en la lucha contra xenofobias y racismos. Para hacerlo utiliza su formación actoral:

“Mi trabajo consiste en explicar cómo era la vida de los inmigrantes quienes vivieron en el apartamento de un edificio totalmente ocupado por personas que llegaban de otros países entre los años 1863 y 1935. Y, en particular, soy Victoria, una mujer que vive en 1916, en un apartamento diseñado como de la época, junto a sus padres y dos hermanos. Las personas llegan al apartamento, tocan la puerta y me dicen que recién llegaron de Ellis Island y están buscando dónde quedarse. Yo les dejo entrar y les empiezo a hablar de la vida en este país, de lo que significa estar lejos de su familia y tener que insertarse en una sociedad diferente, con otra cultura, otra religión, una sociedad que no te valora por lo que eres sino que te pide cambiar para aceptarte. Lentamente empiezan a salir historias que se sienten muy modernas, muy cercanas a las que viven hoy los inmigrantes. Hablamos de refugiados y de xenofobia. Les explicamos como, en el pasado, esos inmigrantes que hoy la mayoría considera “buenos” y que en muchos casos son sus abuelos o bisabuelos, también fueron víctimas de la mentalidad xenófoba, de leyes injustas y discriminantes”.

Giraldo nos explica que algunas veces siente que ha logrado cambiar la percepción de personas acostumbradas a ver la inmigración como una amenaza, en otros casos es más difícil y, sin embargo, considera un logro poder sembrar dudas en sus certezas.

Al trabajo en el Museo, Estefanía une el que desarrolla como actriz en teatro y en cine.

“La actuación siempre me ha apasionado. Empecé a actuar a los seis años y he participado en una obra cada año. Hubo una temporada en la cual estuve haciendo tres y cuatro obras en New Jersey. En un primer momento pensé estudiar alguna carrera científica en la Universidad, considerando que ser artista profesional era mucho más difícil. Sin embargo, mis padres me aconsejaron seguir mi vocación. ‘No vaya a ser que en algunos años despiertes una noche pensando que, si te hubieras dado la oportunidad, tu vida hubiera podido ser más feliz’, me dijeron. Hoy son mis fans número uno”.

La pandemia paralizó su vida actoral y el trabajo en el Museo.

“Despidieron a 78 personas. Prácticamente desapareció todo el departamento de quienes actuábamos”. 

Curiosa, ávida de conocimiento, Giraldo, a pesar del dolor de esas pérdidas se dedicó a investigar otros medios de expresión como la poesía, la fotografía y sobre todo la escritura. 

“Escribí artículos para algunas revistas. Durante las protestas a causa de la brutalidad policial contra la comunidad afroamericana, estuve reflexionando con otros amigos latinos. Nos dimos cuenta de que todo el material que se había escrito para ayudar a las personas a hablar de racismo en el contexto familiar era en inglés. También en América Latina hay racismo, aun cuando más mimetizado. La gente dice que hay tantas mezclas de razas que el racismo sería imposible. La realidad es bien distinta, basta pensar que los barrios más pobres de todos los países tienen una fuerte componente de descendientes africanos e indígenas. Entonces escribí un artículo en inglés y en español para Cosmopolitan. A través de varias entrevistas con profesores, activistas, expertos, redacté una guía también para los latinoamericanos que quisieran desarrollar esos temas dentro de sus familias”. 

Otro reportaje lo realizó, junto con una colega fotógrafo, durante las elecciones entrevistando a latinoamericanos quienes, al igual que ella, habían adquirido recientemente la ciudadanía y podían votar por primera vez.

“Luego, cuando pudimos volver a actuar, realizamos un documental que acaba de estrenarse y que se llama Las Victorias. Somos siete mujeres quienes dimos vida a ese personaje en el Museo y que hablamos de nuestra experiencia, de lo que descubrimos de nuestras propias vidas gracias a ella y de la amargura que nos daba pensar que posiblemente no íbamos a poder protagonizarla más nunca”.

Para muchos fue así. Estefanía, en cambio sí volvió a ser Victoria.

“El Museo nos llamó de vuelta, aunque varios no volvieron y se siente ese vacío. Pero Victoria sí volvió».

Finalmente hablamos del podcast Neoyorquinos y la amplia sonrisa de Estefanía ilumina su rostro. Toda ella irradia alegría. 

“Cuando Flavia me habló por primera vez del podcast, cuando hicimos las pruebas de grabación estando yo encerrada en el interior del closet para evitar los ruidos de la calle y de los vecinos, nunca pensé que llegaríamos a este momento. Nunca pensé que sería la narradora de un podcast original de Spotify en español. Me siento muy orgullosa porque a través de este trabajo se ha consolidado mi doble identidad, y ha sido muy interesante poder compartir con otros artistas latinoamericanos quienes, como yo, tienen una relación especial con esta ciudad. Conocer las distintas versiones de Nueva York a través de los ojos y las vivencias de todos ellos ha sido muy emocionante. Una vez más entendí que cada uno tiene una relación especial, única con esta ciudad que, al mismo tiempo, es a la vez solo tuya y de todos”.

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