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Azucena Melcano
viceversa magazine

El que esté libre de pecado…

Durante el nivel educativo básico, muchos de los conocimientos que adquirimos llegan a nosotros en forma de frases, fórmulas y fechas que aprendemos de memoria con la única finalidad de pasar el examen. Así podemos saber que «toda acción tiene una reacción», que «a2+b2=c2» o que «la democracia es el gobierno del pueblo». Y aunque las dos primeras frases se han cumplido cabalmente hasta el día de hoy, las pasadas elecciones para elegir gobernador en el Estado de México demuestran que la tercera no es más que otra de esas leyendas urbanas que surgieron por ahí y terminaron en los libros de historia por pura casualidad.

Este domingo 4 de junio, 53% del electorado que forma parte del Estado de México salió de sus casas a votar, ya no por la mejor opción, sino por un cambio radical y necesario en un estado que se encuentra como el número uno en feminicidios, robo a mano armada, robo con violencia, robo de vehículos y otra larga lista de problemas en los que podríamos contar falta de acceso a servicios básicos y cinturones de miseria que se extienden hasta donde la vista alcanza y más allá.

A las 10:30 pm, tiempo de México, la diferencia porcentual entre los candidatos Delfina Gómez, quien representaba al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y su opositor más cercano Alfredo del Mazo, candidato del partido de siempre (PRI) apadrinado por el grupo Atlacomulco y bendecido por el mismísimo presidente de la República, era de 2% favoreciendo a la candidata, de acuerdo con el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). El registro del  PREP indicaba con toda claridad que solamente faltaban por contabilizar los votos extranjeros, que curiosamente el periódico de circulación nacional La Jornada, había publicado ya a través de Facebook otorgándole así una victoria rotunda al partido de izquierda.

Sorpresivamente el conteo se detuvo a esa hora sin agregar los resultados del voto extranjero. A la mañana siguiente el Estado de México despertó con la brillante noticia de que el PRI volvía a obtener la gubernatura del estado, que curiosamente este año recibió un aumento de 9 mil millones de pesos con respecto al año anterior (autorizado por el ahora gobernador, antes Presidente de la comisión de presupuestos de la Cámara de Diputados), llegando a 167 mil millones de pesos y siendo, desde luego, la plataforma más directa de promoción para alcanzar la presidencia de la República. 

Mientras todo el proceso se realizaba, las televisoras más importantes y por supuesto las redes sociales empezaron a llenar sus transmisiones con las milagrosa captura de Roberto Borge en Panamá, quien estaba prófugo luego de ser acusado por desvío de recursos en el estado de Quintana Roo, durante su administración como gobernador. Y sólo por aclarar también pertenecía al PRI.

La democracia en México se ha transformado en una burla, y las elecciones en un proceso puramente mediático y poco razonado, en el que la gente cree que votar es como apostar en un partido Real Madrid VS Juve y que como tal hay que irle al color. Las propuestas ya no se escuchan no sólo por parte de los partidos de siempre, incluso las nuevas opciones gastan sus espacios en público para criticar a la oposición sin presentar un esquema claro de gobierno o una propuesta tangible de cambio.

Como en muchas otras elecciones a lo largo de la historia los candidatos de siempre optaron por las tácticas de siempre, comprar el voto por una pifia que no alcanza ni para cubrir la canasta básica de una familia promedio durante una semana. Pagar 1200 pesos mexicanos por cabeza para que la gente se presentase en sus meetings, entregar gorras, camisetas, lonas… las promesas de campaña ya ni se escuchan porque total «mejor lo que me den ahorita porque luego nada más se dedican a robarnos», aseguran los pobladores. Entonces surge la pregunta «¿porqué sigue votando por el PRI?», «pues porque nos roban pero al menos nos dan cositas».

La concepción de la política en México es tan burda que uno no puede sino reír o llorar, o llorar mientras ríe al ver que la gente no se da cuenta que el dinero con el que les dan «cositas» es el dinero del mismo pueblo, porque ya me gustaría ver a un partido político en el que el candidato financie toda la propaganda de su propia cartera. La gente no comprende que los servidores públicos: desde los gobernadores, diputados, o el burócrata más vituperado dentro de la cadena de mando hasta el mismo presidente están en esos puestos gracias al pueblo, que es la gente que los elige quien reúne sus salarios a través de los incontables impuestos que paga y que ocupan esos lugares para velar por los intereses de sus gobernados. En México existe la estúpida idea de que los políticos son como las estrellas de las telenovelas, están para pasear en aviones y si te dan la mano o visitan tu colonia debes sentirte agradecido.

Pero lo más absurdo, denigrante y triste es que se atrevan a realizar un fraude de esas proporciones en la era de la información, cuando millones de mexicanos fuimos testigos de los conteos paso a paso de cada uno de los municipios a través de las propias páginas proporcionadas por las instituciones gubernamentales para dar seguimiento a la elección. Mas, quién podría oponerse a los resultados cuando basta con manifestar una opinión distinta a la del gobierno para que tu cuerpo aparezca en alguna fosa, o ni siquiera se llegue a encontrar. Pero eso sí, desde la población hasta los políticos mexicanos manifiestan su horror frente a la «crisis que vive Venezuela», que porque el gobierno no es legal o porque la libertad de expresión no existe.

México se ha convertido en un vertedero en el que no hay revolución porque nadie se muere de hambre, en el que se teme al socialismo aunque ni se conozca el significado de la palabra y en el que siempre será más fácil arrojar piedras al vecino porque así la gente creerá que nosotros, como país, estamos libres de pecado.

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