Por todos lados, como el agua que se corre entre los dedos, aparecen juegos, nuevas maneras de divertirse, “puro entretenimiento inofensivo”, tecnología de punta, la última aplicación… en atención a esa necesidad cada vez más común y aceptada, de pasar la vida fuera de la realidad… El asunto es dejarla que pase, la vida, sin que nos atañe… entretener los humores, flujos y palpitaciones que normalmente están en conexión con el afuera, aquietándolos con angustias virtuales que a la final no dan un miedo propio… ¿Qué será lo que nos espanta de lo que se toca, se huele, se escucha, se ve y se gusta, sin intermediario? ¿Cuál es el drama que no estamos queriendo ver?
Aunque mucho de esto sucede en los teléfonos o tabletas, la escapada de la realidad ahora indaga en la realidad física y real, contante y sonante. Me refiero a novedades como Pokemon Go, lentes VR, y en particular, a la subcultura del Zentai japonés, una tendencia con cada vez más simpatizantes, que se embuten en una malla de lycra muy ajustada, de pies a cabeza, incluyendo el rostro, sin ningún orificio, sin dejar absolutamente nada de lo que eres, afuera. El traje completamente adosado a la piel permite un aislamiento táctil total, una ceguera considerable y asfixia, sin duda… pero como todo eso está asociado a la idea de libertad… pues les vale la pena del encierro.
En tiempos tan retorcidos parece difícil sorprenderse, pero no hay que perder las esperanzas, aun no llegamos al fondo. Puestos en esa situación, los practicantes del Zentai se liberan, desinhibidos por el anonimato. Un anonimato que poco o nada tiene que ver con el lúdico disfraz de siempre que te permitía unas horas de princesa o Batman en carnaval. Tampoco se parece al vestuario del actor que hace de rey aunque al salir del teatro no tenga cómo pagar la renta. Porque no es el disfraz que te permite esconderte, cambiar de historia o pasar desapercibido lo que interesa, sino el distanciamiento con la realidad sensorial que permite el atuendo. De adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro: no me reconocen, yo tampoco los veo. Lo que me hacen sentir, no hay manera que lo sepan. Puedo abrazar si me provoca, porque doy y no saben de dónde sale, ni por qué o para qué… las intenciones quedan todas dentro de la lycra. Los placeres y disgustos, las ganas y el miedo. Es así como los Zentai controlan estrictamente lo que exteriorizan. Y es así como se hacen de la identidad que deciden, más allá de la asignada según los cánones de una sociedad masificada. Es decir, en respuesta al amaestramiento que nos tiene convertidos en data, los Zentai se desaparecen intencionalmente, se pintan de colores literalmente, al tiempo que desaparecen la realidad física que los rodea y que entonces no les puede hacer ni cosquillas.
Y a los que piensan que esos cuerpos forrados en lycras de colores brillantes, de curvas delineadas sin error, son muestra de un provocador exhibicionismo, los Zentai explican que lo que hacen es otorgarse la posibilidad de estar desnudos, sin estar desnudos justamente. Porque con la lycra protegen su desnudez. Ciertamente, no hay ni un ápice de carne al descubierto, que pueda desmentirlos.
Los primeros Zentai -que en japonés significa “cuerpo completo”-, fueron inventados como vestuarios estampados y escandalosos, para la danza moderna, cuando se quería llamar la atención sobre el cuerpo en movimiento, sin importar el ejecutante. Luego aparecieron los Zentai de colores sólidos, utilizados para disminuir la presencia de un actor en escena, haciendo coincidir el color de la malla y el fondo, en el caso del teatro de títeres o para mover elementos de escenografía o utilería ilusoriamente por motus propio… En los efectos especiales de las películas y la televisión, los trajes Zentai se emplean para el chroma-key cuando se necesita eliminar digitalmente al actor de una escena. Quiero decir que en todos los casos, el actor se convierte en un ser anónimo. Lo que importa es el efecto o el cuerpo en movimiento. Es decir, píntenlo como lo pinten, el Zentai lo que pretende es desaparecer a la persona.
Aparentemente sucede en muchas ciudades pero muy especialmente en Japón, hay cada vez más gente que usa el Zentai con fines recreativos. Tanto hombres como mujeres y en una gran variedad de acontecimientos que van desde las convenciones más serias hasta los night-clubs.
Pero no todo es placer frívolo y efímero: el Zentai tiene su lugar en prácticas más espirituales, evocadoras de la esencia originaria y natural de las cosas, hasta religiosas, si se quiere: sirve como instrumento para la meditación pues eleva la capacidad de foco, dada la privación sensorial aleatoria y el aumento sensorial decidido, y porque establece una barrera simbólica entre el ser y el mundo. Las personas que lo usan para meditar afirman que es un medio extraordinario para el conocimiento del cuerpo en tanto permite al usuario experimentar un sentido de desnudez sin la exposición del desnudo real, especialmente cuando se medita en espacios exteriores. Es decir en los espacios de la realidad física, donde está expuesta la verdad fenoménica de las cosas, la que se percibe con los sentidos…
Y más allá de la tierra, el Zentai también está teniendo su momento: “el traje de actividad espacial” de la Nasa, es un Zentai que reemplaza los diseños aun vigentes de aire presurizado con casco transparente de cúpula, por una malla ajustada y envolvente con capucha suave de tela… avances científicos… que servirán para llegar más lejos, supongo… ¿más lejos de dónde?
Lejos de la realidad física sensorial de la persona en relación con los otros y el mundo… podemos andar desnudos sin que nadie se dé cuenta… ¿dónde quedan las caricias?