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Juan Pablo Gomez

¿España es Venezuela?

Todos los hombres que no tienen nada importante que decir, hablan a gritos.

Enrique Jardiel Poncela

El 26 de junio habrá, nuevamente, elecciones generales en España. El ganador indiscutible será el Partido Podemos que, además, ha logrado un acuerdo con Izquierda Unida para concurrir juntos. Será el ganador indiscutible no porque obtenga mayoría de escaños, sino porque se consolidará como opción real de formar gobierno, se convertirá en el referente de la izquierda española –desplazando, de momento, al PSOE- y llegará al poder tarde o temprano. Naturalmente, el Partido Popular obtendrá más escaños, pero políticamente será un triunfo avasallante para Pablo Iglesias y su formación. También lo será para Alberto Garzón, que logrará más protagonismo y poder, eventualmente, que si hubiese ido a las elecciones por su cuenta. Puede que muchos no quieran verlo o aceptarlo, pero a ojos vistas queda.

Aunque Venezuela está jugando un papel ignominioso muy importante en la pre-campaña electoral española, se repite hasta la saciedad que España no es Venezuela. Que España no llegará a eso. Que España está en Europa, en la OTAN, en el sistema de moneda única, que tiene trasnacionales importantes, que es una potencia exportadora, etc. Todos esos argumentos son serios y válidos. Es verdad: España no es Venezuela… Y sin embargo…

A principios de 1998, nadie con sapiencia política pensaba que el Teniente Coronel Hugo Chávez tendría opciones electorales reales. La rebatiña entre los políticos del status quo partidista era cada vez más hostil. Las defenestraciones eran comunes. La preparación del terreno electoral fue un completo desastre: el partido social cristiano COPEI se aventuró a presentar como candidata presidencial a la ex-reina de belleza Irene Sáez (que había sido alcaldesa del municipio de Chacao en Caracas). El partido social demócrata Acción Democrática se aventuró con un caudillo de vieja guardia: Alfaro Ucero. Muchos empresarios empezaron a ver en la figura de Henrique Salas Römer una opción más seria. Transcurrieron los meses y lo que parecía que sería una lucha variopinta entre cuatro opciones representativas, terminó convirtiéndose en una lucha de todos contra el “demonio” (Chávez). Las encuestas empezaron a mostrar números tan inquietantes que, sin saberlo, todos hicieron campaña a favor de Hugo Chávez. Ni hablar del papel que jugó la galopante corrupción de los partidos políticos tradicionales. El colmo de la vergüenza política llegó cuando los partidos AD y COPEI decidieron sustituir a sus candidatos originales, para apoyar desesperadamente la opción de Salas Römer. Irene Sáez y Alfaro Ucero fueron ultimados políticamente de una forma chapucera por sus propios partidos políticos. Hugo Chávez resultó amplio ganador en aquellos comicios gracias, entre otras cosas, a la estrategia de los jefes de campaña rivales y lo demás, ya saben, es historia.

Venezuela enfrenta hoy una crisis política, social, económica y humanitaria sin precedentes. El tema es tan complejo que difícilmente un español desde España pueda realmente comprender lo que ocurre. De hecho, para un venezolano también es difícil hacerlo. El país ha sido avasallado. El gobierno ha sido extraordinariamente incompetente en sus funciones como administrador del Estado y garante del orden y la equidad social. Parece luchar exclusivamente por mantenerse en el poder al precio que sea y apoyado en el estamento militar. La oposición ha sido igualmente incompetente y, en muchas ocasiones, ha servido de comparsa a los desmanes gubernamentales. El grueso de la población venezolana no confía en absolutamente ninguna opción política. Nadie plantea soluciones. Nadie construye proyectos políticos de futuro. Nadie ofrece nada. Y empieza a arreciar el hambre. La crisis es tan profunda que un porcentaje importante de la masa social está entregándose a todas las formas posibles del delito: desde el contrabando y bachaqueo, hasta la delincuencia y el crimen. El problema fundamental del país es el desmoronamiento institucional, la descomposición social. Al mismo tiempo, mucha gente se ha enriquecido por disponer de divisas extranjeras. La revolución ha logrado que muchas familias adineradas o afines al gobierno hayan podido multiplicar sus fortunas debido a un control cambiario que ha resultado nefasto para la economía nacional. En Venezuela, un país que nada en un mar de petróleo, siempre fue más rentable importar que producir. Se gana más dinero y se trabaja menos. Ese es el norte del venezolano promedio: enriquecerse lo más posible, trabajando lo menos posible. Desde siempre fue así. La revolución agudizó ese vicio y lo contagió hasta lograr la epidemia. Ahora se llegó al extremo: el precio del petróleo en cifras bajas y un presidente inverosímilmente inepto aceleraron un proceso que ya era inevitable. La escasez de dividas ha dificultado la importación de productos y los controles de precios estimulan el contrabando, la extracción, la distorsión y el mercado negro. Conclusión: no hay comida, no hay medicinas, no hay luz, no hay agua, no hay seguridad. No hay un buen gobierno y no hay una buena oposición. No hay nada.

Cuando veo a políticos como Zapatero o Albert Rivera yendo a Venezuela, no puedo evitar sospechar que esas visitas abiertamente inútiles, tienen trasfondos incomprensibles. Zapatero ni siquiera ha hablado de la opción democrática prevista en la constitución llamada “referéndum revocatorio”, como escenario legítimo para dirimir las diferencias: a través del voto. Lo que hace Zapatero en Venezuela no tiene explicación. El caso de Albert Rivera también es absurdo: ir a reunirse únicamente con algunos sujetos de oposición, y dejarse guiar por Lilian Tintori nos dice a las claras lo mal asesorado que está. Su visita tampoco ha sido útil en Venezuela. Ignoro si será últil para su propia campaña electoral.

España no puede mirar a Venezuela con objetividad ni preocupación real porque la han convertido en un tópico hueco para fustigar a Podemos. Eso es vil. Venezuela necesita ayuda real y seria. No necesita ser utilizada como arma arrojadiza en estrategias electorales rudimentarias ajenas. Venezuela fue el más importante país latinoamericano, después de México, en recibir al exilio republicano y a emigrantes españoles en general. En Venezuela se asentaron más de 200 mil. Hay canarios, vascos, gallegos, catalanes, asturianos. Muchos se sienten más venezolanos que españoles. Hay zonas de Caracas emblemáticas (Chacao, La Candelaria, Bello Monte, La Carlota) porque fueron habitadas por españoles e implantaron costumbres que enriquecieron mucho el acervo cultural y el entramado social de Venezuela. España miró a Venezuela en los años de la transición porque admiraba su sistema político y su capacidad democrática. El presidente Felipe González necesitó la ayuda de Venezuela para acordar el asilo político consensuado de muchos etarras. Al país se lo conoce en las islas Canarias como “la octava isla”. En Venezuela empresas españolas como Iberia, Inditex, Telefónica o el BBVA obtienen dividendos muy considerables. Pocas nacionalidades en el mundo le brindan a España una rentabilidad turística tan notable o un conjunto inmigrante tan bien calificado como los venezolanos. Ahora, Venezuela empieza a proveer a España de profesionales reputados, de artistas talentosos, de deportistas que prometen. El caso de Garbiñe Muguruza es un bonito ejemplo.

Cuando España miraba a Venezuela a finales de los años 70 y la ponían como modelo, sabían lo que hacían. La transición española es uno de los procesos políticos más brillantes y extraordinarios de la historia moderna en todo el mundo. Quienes se habían matado antes, ahora se sentaban a entenderse y a respetarse para llegar juntos a un sistema democrático de bienestar común. España nunca estuvo tan bien en toda su historia como en estos últimos 40 años, ni siquiera en tiempos del imperio de Carlos V, “un imperio en el que nunca se ponía el sol”. Eso vale la pena recordarlo. Y se necesitó del franquismo para desmontar al franquismo. Del mismo modo que para desmontar al chavismo se necesitará del chavismo. Construir siempre será más difícil que destruir. Pero es la única opción que queda para quien desee vislumbrar un porvenir no tan oscuro. España está en un momento crucial. Y Venezuela merece una atención más seria y menos interesada por asuntos electorales, al menos por respeto a un pasado mucho más común de lo que ambos quieren hacer ver.

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ateo666666
7 years ago

¿Qué pasaría si en los últimos meses hubiesen sido asesinados cerca de 30 opositores venezolanos? Muy seguramente todos y cada uno de los líderes del PP, Ciudadanos y del PSOE, junto con los medios de comunicación «serios» de este país solicitarían una invasión inmediata bajo paraguas de la OTAN, de la ONU o de quién fuera necesario para acabar con ese régimen bolivariano asesino y criminal. Sin embargo al lado mismo de esa Venezuela que está en el ojo de la política y la opinión pública de España, resulta que existe otro olvidado país llamado Colombia (una supuesta democracia de… Seguir leyendo »

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