Tras el golpe de Estado que desencadenó la dictadura brasileña en 1964, una estrepitosa revolución cultural apuntalada por la música —Tropicalismo (1968)— nació en Salvador de Bahía y se extendió a gran parte del país; sin embargo, São Paulo fue violentamente silenciada por los militares y allí se aprendió a escuchar con los ojos.
El Museo de Arte de São Paulo (1968) fue una suerte de manifiesto visual gracias al sistema expositivo diseñado por Lina Bo Bardi: las obras eran suspendidas de unos vidrios transparentes, se entremezclaban cuadros de autores geográfica y temporalmente dispares y se alteraba el discurso hegemónico canónico. Con el regreso de la democracia en 1985, la historia silenciadora parecía haber llegado a su fin. Tempo suspenso de um estado provisório es una concluyente obra de Marcelo Cidade, expuesta por primera vez en 2011, en la que el autor reinterpretaba uno de los caballetes de Lina Bo Bardi guardados en la reserva del museo desde 1996, con una diferencia: dos disparos alteraban la transparencia del vidrio blindado con el que replicaba el sistema expositivo y la evocación a una violencia nos recordaba instantáneamente cómo la sociedad paulista continuaba siendo silenciada a través de la desaparición de un sistema expositivo como lo era el diseñado por Bo Bardi.
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Tempo suspenso de um estado provisório es un grito de protesta escuchado a través de nuestros ojos que reproducen el disparo, entendido como acción violenta. Silencio de una sociedad a través del silencio elocuente de un sistema expositivo, arte y museo, el “establishment” muestra su poder al vulnerar la homogeneidad de la disposición del MASP, la desigualdad social, la violencia urbana se manifiesta en ello y la pieza alude a este tiempo en suspenso.
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La lectura de Tempo suspenso de um estado provisório ahora no es la misma. Es un vestigio que participa del pasado y del presente y alerta de la necesidad de no dar la libertad democrática como valor indefinido, sino provisonal (provisorio). Cidade reinventa nuevas formas de lenguaje, nuevos códigos, en los que nos muestra un contexto, una realidad, modificando la atmósfera desencadenada por el MASP produciendo otro espacio poéticamente expresivo. El material alterado, en convivencia con los caballetes originales, remueve nuestra conciencia. Así, mientras los caballetes ensoñadores ofrecen de nuevo el discurso atemporal del MASP, con impostada actitud como si de gran manifiesto contemporáneo se tratase. Sobre la necesidad de diluir las jerarquías de los museos y de las propias producciones artísticas, en base al discurso que en los años sesenta dotó de autonomía al acervo expuesto, el caballete alterado, sueña con transformar el discurso con el que vio la luz, al asumir que el tiempo pasa inexorablemente para todos y lo que hoy es mañana, pasado mañana será ayer…
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