Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
mauro martinez

Escritores suicidas en relatos breves

 

Alejandra Pizarnik

«La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos», es una de sus tantas frases conocidas. Su poesía abunda en metáforas hondas, oscuras y dulces.

Fue tartamuda, tenía graves problemas de acné, una marcada tendencia a subir de peso, insomnio y obsesión por la lecto-escritura.

A pesar de haberse ido a causa del régimen peronista, su poesía fue en ascenso, tenia 30 años cuando cambió la forma de hacer poesía, tuvo muchos imitadores, pero pocos escribieron desde el otro lado del puente.

En sus poemas, Alejandra siempre está cayendo y nunca termina de caer; busca en la construcción de oraciones, de versos, de palabras, ese puente que se conecte con la realidad. Trabaja y trabaja para cambiar desde la escritura, sabe que es profunda y sabe que esa profundidad no le permite ver la luz, nunca termina de llenar su vacío, porque entiende que el vacío se vacía. Y cae buscando esa soga que la salve, esa conexión, pero finalmente desde las páginas la vemos como desciende eternamente.

36 años tenía cuando -luego de varios intentos de suicidio- finalmente consiguió su objetivo el día que le dieron permiso para salir del hospital psiquiátrico, 50 pastillas de barbitúricos la durmieron para siempre.

 

Sylvia Plath

Escribió sobre la muerte, la fragilidad del corazón, el suicidio y el complejo de la femineidad. A los 8 años publicó su primer poema, y a temprana edad ya era una poetisa de renombre. Tuvo varios intentos de suicidios fallidos con píldoras y cortes, uno de los primeros fue apenas entrada a la universidad. La tratan en una institución psiquiátrica y pudo terminar los estudios como la mejor de su clase.

Intenta buscar la perfección en su escritura y absurdamente también busca al hombre perfecto, divaga en que ser mujer es elegir, el sexo es enemigo y el hombre, por lo tanto, también. Al creer hallar al hombre ideal, se casa y tiene hijos; pero reniega del papel de ama de casa. Poco tiempo después de la separación con quien fuera su esposo, una mañana de febrero le sirvió el desayuno a sus pequeños hijos, fue a la cocina, metió la cabeza en el horno y abrió el gas.

Tenía 30 años, sus poemas eran famosos y había publicado la novela «El campanario de cristal», que cosechó buenas críticas.

 

Leopoldo Lugones

No fue casualidad que decidiera envenenarse en un hotel llamado «El Tropezón» bebiendo cianuro y whisky. Políticamente tropezó con socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo; ninguno lo llenó, pues él era intelectual. Su último gran tropezón fue su apoyo al golpe militar de 1930; «ha llegado la hora de la espada» -sentenció- y las décadas siguientes se lo tomaron a pecho.

Su círculo y la historia no le perdonaron esto. La literatura lo redime en sus libros de poesías y narrativa. El 13 de junio es considerado el día del escritor como homenaje a su natalicio. Presidio la SADE y fue masón. Era aficionado al ocultismo y las cuestiones teológicas, pero curiosamente el tropezón no termina en su muerte; el suicidio es un eco -argumentan los psicólogos-; quizás por eso uno de los hijos de Lugones se suicidó al igual que un bisnieto.

Y no por nada les recomiendo leer «Las Fuerzas Extrañas».

 

Anne Sexton

Escribió desde dentro de un psiquiátrico. En 1967 recibió el Pulitzer de poesía.

Al tener su primer hija le diagnosticaron depresión postparto, sufrió su primer colapso nervioso y fue admitida en el hospital, al igual que al tener a su segunda hija; pero esa vez quedó internada largo tiempo y debió dejar a sus hijas con los abuelos paternos. Su médico la alentó a escribir poesía. Poco después sus poemas tuvieron cierto reconocimiento, sobre todo con sus publicaciones en varias revistas.

Luego de la separación de su segundo marido, cayó en otra crisis de la que no salió.

El último día de su vida se puso el abrigo de piel de su madre, se sacó los anillos, se sirvió un vaso con vodka, se metió en el garaje, y encendió el motor de su automóvil, suicidándose por intoxicación por monóxido de carbono.

Su poesía habla desde la feminidad y las emociones oscuras.

 

Cesare Pavese

“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” decía el poema que hallaron en la habitación donde se alojó por última vez, en ese hotel de Turin, donde tomó una sobredosis de somníferos.

Quedó huérfano en la infancia, vivió en un pueblo de Italia, le gustaba pasear acompañado por su perro. En su juventud descubrió las palabras y comenzó su fatiga por la vida.

Alguna vez confesó que no escribiría más, pero, como muchos, no pudo abandonar ese oficio. Estuvo preso por antifascista, padeció la muerte de sus amigos en la 2da guerra mundial y las desdichas del amor.

Su poema «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos» fue célebre luego de quitarse la vida. Si lo hubiera correspondido el amor, hubiera sido otro, ya que la prensa italiana lo expuso para tratar de explicar la muerte de un joven poeta. Pero la pregunta es: ¿Los ojos de quién tendrá la muerte? Obviamente van a tener que leer el poema y por ende este los llevará a otros.

Hey you,
¿nos brindas un café?